La Historia de Einar, Parte V: El mejor guerrero de Valkar

Start from the beginning
                                    

Detrás de él se encontraba la lanza con la que se sostenía para poder levantarse y caminar. Desde la primera vez que pudo ponerse de pie, empezó a vagar por el campamento dando órdenes y observando detenidamente todo lo que sucedía, comentando cosas para sus adentros, como siempre. Parecía desear sentirse útil.

Al darse cuenta de mi presencia, el Coronel Ziegler me dirigió una mirada translúcida, estoico, como de costumbre, pero con el alma hecha añicos.

Me senté junto a él, a su derecha, rodeando mis piernas con mis brazos para guardar calor.

— ¿Todo en orden? —preguntó con voz apagada.

Bajé la mirada. No estaba todo en orden.

—Dentro de poco volverán algunos hombres para poderse llevar a los últimos grupos mañana temprano —respondí con desgano.

—Perfecto. Supongo que tú te irás en el último viaje, ¿o no?

—Junto con usted, Coronel.

Me miró con extrañeza.

— ¿Aún no lo notas? Yo no iré a Versta. Voy a quedarme aquí.

Dentro de mí se formó una especie de vacío que, de estar de pie, me habría obligado a doblarme.

—Pero... aquí corre peligro, Coronel. ¿Por qué quiere quedarse?

Él mostró la sonrisa de ironía que yo tenía tiempo sin ver.

—En el pueblo no seré de mucha ayuda. No podría moverme demasiado sin lastimarme. —Señaló su hombro izquierdo con el mentón—. Además, si el lugar está sitiado significa que habrá poca comida; entre más personas haya ahí, más pronto se terminará. La prioridad son los pueblerinos, no será bueno que ocupe lugar con ellos justo ahora. —Hizo una pausa—. En el campamento se quedarán algunos soldados; tampoco puedo dejarlos solos.

Miré al Coronel con mi corazón a punto de quebrarse. En su rostro podría haber cansancio y tristeza, pero no encontré una sola pizca de inseguridad. Sus palabras iban en serio.

—Señor...

—No te quejes por no poder llevarme contigo —me interrumpió—. Estoy cumpliendo mi deber como líder quedándome aquí para cuidar de mis hombres. Tú debes cumplir el tuyo en Versta, protegiendo las vidas de las personas.

Negué con la cabeza, pensando en todo lo que implicaba el que mi superior tomase aquella decisión, incapaz de articular palabra. El Coronel levantó una ceja; con aquel gesto hizo que me resignara a aceptar las cosas. Suspiré.

—Si hará que me vaya, supongo que debió haberme dado ya todos sus consejos... —comenté, haciendo un débil esfuerzo por persuadirlo para que cambiase de opinión.

El Coronel tomó aire.

—Tal vez me falte uno —murmuró—. Si lo recuerdas por el resto de tu vida, que confío en que será larga, te evitarás incontables malos ratos...

Lo miré, expectante.

—Nunca te enfrentes a duelo con un amigo por el amor de una mujer. Es una completa tontería. Ellas no son objetos, y mucho menos trofeos; no te amarán solo porque sabes blandir una espada... Lo digo por experiencia. —Me observó por un momento, sonriendo al ver mi desconcierto—. Siendo un doncel, posiblemente no te sea tan útil saberlo, pero nada evita que puedas enamorarte de una joven en algún momento; si sucede, haz caso a lo que te he dicho.

No contesté. Yo esperaba otro tipo de respuesta.

—No tengo más consejos de guerra, si es lo que te preguntas, Dornstrauss —se defendió—. Aprenderás más en el campo de batalla que escuchando cualquier cosa que yo pudiera decirte.

DornstraussWhere stories live. Discover now