Unroyal - Beer mates

2K 174 112
                                    

—Entonces es cierto, inundaste el servicio de pediatría con flores —le digo. Sara rueda los ojos.

—No, ¿vale? No fui yo, fue este loco. Y para empezar, no inundó el servicio, tal vez se excedió un poco —replica Sara.

—Eran más de doscientos claveles —insisto.

—¿Cuál es el interés por los números? Diez, cincuenta, doscientos. ¿Qué afecta?

—¿Es en serio? —pregunto, arqueando una ceja. Sara me da una mirada asesina. Levanto las manos y miro la mesa.

—Está bien, no insistiré.

—Buen chico —sonríe victoriosa.

—Aidan —me dice Harrison. Me entrega una cerveza y se sienta junto a Sara, a quien le da un jugo de frambuesa. Me sorprendo al ver que él tampoco está bebiendo alcohol.

—Gracias. ¿Por qué no te tomas una cerveza? —pregunto. Sara mira a Harrison y ríe.

—Viene mi hermano de visita, y digamos que está algo nervioso, por lo que está intentando comportarse —explica Sara. Harrison la mira mal.

—No estoy nervioso —le contradice él—. Y siempre me comporto, solo que no quiero oler a cerveza. La otra vez cuando fui a tu casa me molesto con que olía a ajo.

—Pero si comiste ajo —le dice Sara.

—El punto es que ahora estoy desintoxicando mi cuerpo de todo lo que pueda dar hedor —continúa Harrison, ignorando a Sara. Ella rueda los ojos.

—¿Y cómo harás para deshacerte de tu propio olor? —le molesto. Harrison me da una mirada de odio y Sara se ríe.

Volteo riéndome y miro la barra. Me sorprendo al ver una chica con el cabello rubio teñido de rosa. Sara y Harrison discuten sobre Monty y Stiles. La chica voltea y logro verla de perfil. Es ella, la chica de hace unos meses, la que no quería operarse.

—Permiso —les digo a ambos y me levanto, con mi vaso de cerveza en la mano.

Camino hasta la barra y me coloco a unos metros de distancia. No sé por qué quiero saber si es ella, simplemente quiero verla. Lleva una camiseta sin mangas color ocre, unos shorts negros desflecados y unas medias negras bajo estos, con unos grandes botines rojos brillantes. Noto en su brazo el tatuaje con las tres letras de las que no soy un fan precisamente.

De pronto voltea y me mira. Se sorprende de verme y yo sonrío incómodo.

—Tú —me apunta. Se baja del taburete y se acerca—. Doctor...

—Cavanagh —completo. Ella ríe.

—Irlandés. Claro, te recuerdo —dice ella. Me rio.

—¿Acaso le tienes sobrenombres a todos los doctores que conoces? —pregunto. Ella coloca sus manos sobre sus caderas.

—Solo a los guapos —afirma. Me rio, esta chica no tiene filtro. Aunque claro, no la culpo, con lo poco que le queda por vivir...

—¿Qué haces aquí? Pensé que estarías unos días —comento.

—Fui a Irlanda, ya sabes. Dublin, Galway, Cork... luego fui a Belfast, el puente colgante de Carrik a Rede y la calzada de los gigantes. Volví a Liverpool, adoro a los Beattles, no podía no ir. Y ahora estoy aquí por un par de días, iré en tren a Paris y de ahí pues... donde me lleve el viento.

—Vaya. Has recorrido más de Irlanda que yo, y soy de allí —replico. Ella ríe.

—¿Por qué no tomas unas cervezas conmigo? —pregunta, sonriendo coqueta. Niego con la cabeza.

—Renae...

—Vaya, sí que suena lindo mi nombre con tu acento —comenta. Niego con la cabeza mientras rio. Es descarada.

—Eres mi paciente.

—Corrección, era tu paciente. Deje de serlo cuando me fui del hospital. Al que, por cierto, no pienso volver —replica. Ruedo los ojos.

—Aun así, no es lo correcto —insisto. Suelta un bufido.

—¡A la mierda lo correcto! ¿Sabes que debía ser correcto? Que yo tuviese un corazón decente. Eso era lo correcto para una bebé recién nacida. O que no naciera. Por selección natural, yo debí haber muerto. Eso era lo correcto para la tierra. Pero en cambio me operaron, abrieron mi pecho y metieron sus manos dentro de mí, para salvar mi vida. Eso era lo correcto para la ética. —La forma en la que habla... me impresiona. Ella es como un torbellino de frescura, de realidad, de cruda verdad. Y me agrada—. Deja a un lado las malditas reglas por un momento y sírvete una cerveza conmigo. Hazte un tatuaje, perfórate el pezón, nada desnudo en el Támesis si así lo deseas. Haz lo que se te da la puta gana, porque no te darás cuenta cuando ya no tengas tiempo para hacerlo. Para fumarte un cigarrillo en la cima de un cerro, para dar ese beso que tanto quieres, para lanzarte al vacío.

La quedo mirando. Ella suspira y mira hacia delante, jugando con su baso entre sus manos.

—Mesero —llamo, Renae voltea a mirarme. Un chico joven se acerca a nosotros—. Una cerveza para mí y la señorita, por favor.

—Enseguida —dice el chico.

Renae sonríe.

—¿Qué te convenció? ¿El pezón perforado, verdad?

Me rio.

—Claro, mi sueño desde pequeño —bromeo.

Ella ríe. Nos sirven las cervezas y comenzamos a conversar. De todo y de nada. No hablamos de la familia, parece que para ambos es un tema algo difícil, aunque para mi es por razones muy distintas a las de ella.

Era increíble la forma en que inmediatamente congeniamos. Sentía que hacia salir mi lado humorístico, algo que no suelo hacer, principalmente porque mi abuela solía decir que los humoristas son "la muestra de la decadencia de nuestra sociedad".

—Un chancho en un hospital ¿en serio? —pregunto, muerto de la risa.

—Primero, era un pigmeo, ¿de acuerdo? Haces sonar a Mamfred como si fuese un cerdo gigante —replica—. Y segundo, no lo deje suelto. Simplemente estaba conmigo como apoyo moral y a mi hermana se le escapó.

—Sigue siendo un chancho en un hospital —digo. Me da una mirada asesina.

—¿Qué hay de ti, irlandés? ¿Qué cosa mala has hecho? —pregunta. Bebe un sorbo de su cerveza.

—Accedí a tomar cervezas con una paciente —respondo. Se ríe.

—Pues al menos la paciente era divertida ¿no?

—Muy —afirmo—. Algo loca, si me lo preguntas. Pero divertida.

—La cordura está sobrevalorada —dice, negando con la cabeza.

—Concuerdo —replico. Choco su vaso con el mío.

Me sonríe, por primera vez, sin ese trasfondo coqueto, sino como ella misma.

—¿Qué tienes que hacer mañana? —pregunta. Dejo mi vaso en la barra.

—Trabajar.

—¿Hasta qué hora?

—Hasta las tres. ¿A qué camino pecaminoso me quieres llevar ahora? —pregunto. Ella sonríe con malicia.

—Ven aquí mañana a las cinco y lo averiguarás.

***

Ay, esta Renae.

Estoy impresionada de lo mucho que les agradó, y como la shippearon con Aidan a los 5 segundos. ¿Creen que acabarán juntos?

Les leo, lectores insaciables <3

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora