Beating and fighting

1.3K 168 88
                                    

El ajetreo a mí alrededor me parece borroso. Me siento mareada, pero principalmente, abrumada. Noto como cuelgan bolsas de sangre para transfundirme, como la doctora masajea mi vientre para que mi útero se contraiga y deje de sangrar. Es extraño sentir que todo aquello que aprendí ahora deba ser usado en mí, para mantenerme viva y a salvo.

Sin embargo, poco me importa aquello ahora. Necesito saber que mi pequeño está bien. Necesito estar con él. Y en este momento, aquello es imposible.

Tardo unos segundos en reponerme de aquella sensación en que me hundo en el abismo. Espabilo y miro a Tom, quien también tiene la mirada perdida en aquellas puertas por la que se han llevado a nuestro hijo.

—Tom —le llamo. Parece igual de abrumado que yo. Voltea a mirarme—. Tienes que ir con él.

—Pero... —comienza a objetar.

—Estaré bien —le prometo, aunque debo decir que no estoy tan segura de aquello.

—No. No te dejaré aquí sola —me rebate, sosteniendo con más fuerza mi mano.

—Él nos necesita —argumento.

—Y tú también —replica. Resoplo frustrada a través de la mascarilla.

—No puedes estar en dos partes al mismo tiempo —explico. Frunce el ceño, preocupado.

Sopeso la situación. Siento como inyectan medicamentos en la vía venosa. Quisiera pararme y correr. Ver que es lo que le pasa, que es lo que necesita. Me sentiría más tranquila si Tom fuera, pero no del todo. Como me gustaría clonarme en este momento...

Pero no necesito clonarme. Lo que quiero es a un doctor o doctora de confianza. Alguien que pueda ver a mi pequeño y decirme que le ocurre, actuar. Incluso si yo pudiese caminar, no me dejarían.

Pero se a quien sí. O mejor dicho, a quienes.

Vuelvo a mirar a Tom, él está atento a mis movimientos.

—Llama a Sara. Y a Aidan. Diles que ellos vayan a verlo —le digo. La idea parece gustarle, porque asiente de inmediato y se levanta de un salto de la camilla, corriendo hacia la puerta.

Me recuesto y respiro profundo, intentando calmarme.

Él estará bien. Él tiene que estar bien...

Sara

Rezar. Antes, nunca había requerido de aquello. Pero desde que conocí a ________, se me estaba haciendo una costumbre, con su mala suerte y propensión para caerse. Me sorprende que no haya terminado muerta por tropezarse y quebrarse el cuello.

Me doy una cachetada mental. En estos momentos, no debería pensar en algo como eso. No cuando la muerte está rondando tan de cerca. Debo concentrarme, nada de distracciones. Después de todo, tenía que conocer a mi ahijado, que al parecer, tal como su madre, no tenía muy buena suerte.

Solo esperaba que no fuese nada grave, porque no sé si podría soportarlo. No sé si ella podría soportarlo.

Aidan estaba callado, al igual que yo, caminando junto a mí a paso acelerado. Nos dirigimos con rapidez a la unidad de atención inmediata, donde están todos los recién nacidos. No tardamos en localizar al bebé de nuestros amigos. Y no porque se parezca a uno de ellos o algo por el estilo, sino por la cantidad de gente que revolotea alrededor de la pequeña incubadora.

Paso con rapidez mis manos por mi cabello rizado y me lo tomo en una cola de caballo. Aidan se acerca a un costado y coge unos guantes. Me tiende un par y nos los colocamos con premura.

—Doctor —saluda Aidan. El doctor levanta la cabeza y nos mira a través de sus gafas cuadradas.

—¿Quiénes son?

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Where stories live. Discover now