Acechada: parte 2

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Maratón 4/5

***

Puto teléfono de los cojones, puta señal, putas escaleras. Solo espero que haya logrado escucharme. Solo espero que la policía llegue a pesar de que perdí el contacto. Trastabillo con los escalones, cayendo de rodillas y apoyando mis manos en el suelo. Mierda.

Me levanto lo más rápido que puedo y me dispongo a avanzar nuevamente.

Pero no soy lo suficientemente rápida.

Aquella sombra que me persigue me agarra el cabello y me lo jala, obligándome a detener. Exclamo un alarido que juro puede sentirse hasta la terraza del hotel. Entonces sus manos sueltan mi cabello y se cierran sobre mi cuello con una fuerza brutal. Comienzo a arañar sus dedos, sintiendo como corta mi flujo de aire. Mi vista se comienza a nublar, mi cuerpo se contorsiona, mi pecho lucha por expandirse, sentir el aire en mis pulmones. Pataleo, siento como estoy a punto de caer en la inconsciencia. En un acto de desesperación, entierro mis uñas, puedo sentir como casi le saco pedazos de carne. Le escucho maldecir.

Me suelta pero solo para empujarme con fuerza contra la pared, golpeándome en el rostro y la punta de mi hombro derecho. Mi cuerpo está débil por la falta de aire, pero siento alivio cuando puedo volver a respirar.

Sin fuerzas, me deslizo por la pared con lentitud. No soy capaz de moverme, apenas y respiro. Abro los ojos, la visión borrosa y la oscuridad no me permiten ver nada con claridad. Nada, excepto una cosa: la alarma de incendios.

Con una fuerza que no reconozco en mí, y que me parece ajena a mi cuerpo, extiendo mi brazo y agarro la palanca. En el momento en que la bajo, me empuja nuevamente contra la pared, volviéndome a golpear en mi pómulo derecho, y sus manos se ciernen alrededor de mi cuello. Mi respiración se corta, ya no tengo fuerzas ni para luchar. Cierro los ojos, sintiéndome incapaz de mantenerme despierta.

Y cuando estoy por perder la esperanza de ser salvada, la alarma se activa, las luces comienzan a iluminar el pasillo y escucho el sonoro timbre que resuena por todo el hotel. Sus manos me sueltan, dejándome caer al piso, respiro hondo, llenando mis pulmones de aire, volviendo un poco en mí, y en ese estado entre la consciencia e inconciencia, escucho sus pisadas bajando los escalones apresuradamente.

Me quedo allí, quieta, respirando, agradecida de poder seguir sintiendo el aire, mi cuerpo no me parece mío, no siento dolor, solo puedo concentrarme en respirar. Inhalo, exhalo. Estoy viva, sigo viva.

...

Comienzo a ser más consciente de mi cuerpo, siento primero las puntos de mis dedos, luego mis piernas y brazos. El dolor se hace presente en mi hombro derecho. Siento como mi tórax se expande con cada bocanada de aire que doy. Por último, siento mi cabeza. Mi mejilla magullada, duele. Mi cabeza palpita, la falta de aire tiene que ver con ello. Me atrevo a tragar, siento dolor en mi garganta.

El sonido del ajetreo ante la alarma de incendios llama mi atención. Volteo con lentitud la cabeza en dirección a la puerta, que se abre con fuerza para dejar pasar a la gente asustada. Por un momento, temo que no me vayan a ver y me pisen. Ese sí que sería mi fin, quebrándome mis huesos, aplastándome. Y pienso en todo lo que sobreviví para finalmente morir aplastada. Pero antes de que mis pensamientos fatalistas cobren mayor fuerza en mi imaginación, una pareja de ancianos se me acerca.

—Oh por dios —susurra uno de los hombres, que lleva bigote.

—¿Estás bien cariño? —pregunta el otro, tocando con delicadeza mi mejilla no magullada. Asiento levemente, mi cabeza duele y cierro los ojos ante ello.

—¿Qué ocurrió? ¿Te caíste de la escalera? —pregunta el hombre con bigote. Niego ligeramente con la cabeza. Las manos del otro hombre hacen a un lado mi cabello, y con sus dedos toca cuidadosamente mi cuello adolorido. Abro los ojos, me encuentro con los suyos mirando mi cuello asombrado, vuelve su vista a mí.

—¿Fuiste atacada? —pregunta. Mi labio inferior tirita y asiento. No me encuentro capaz de hablar, y no por el dolor, sino porque temo que cuando lo haga explotaré en llanto—. ¿Te...? —No continúa hablando, sus ojos viajan hasta mis piernas. Oh. Niego con la cabeza. El hombre suspira aliviado.

—Silencio, hay alguien herido —le pide a los demás huéspedes que intentan pasar.

—Alguien llame a una ambulancia —escucho que dice una voz femenina.

Más pasos, provenientes de pisos superiores. La gente se detiene y observan el espectáculo. Vuelvo mi atención al hombre que esta arrodillado junto a mí.

—¿En qué piso estamos? —pregunto con una voz rasposa y ronca, nada parecida a la mía.

—En el siete —responde. Emery.

—En el piso trece... —Carraspeo, aquello duele—, hay dos hombres heridos.

El hombre asiente y toma mi mano.

—Todo estará bien —me promete.

Pero sé que miente. Nada estará bien. Acaban de intentar asesinarme, y esta vez estuvieron más cerca de hacerlo.

***

¿Ven? No tenían que matarme

Les leo, lectores insaciables <3

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Where stories live. Discover now