¿Qué espero del futuro?

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El edificio de la editorial L&I es imponente y moderno. Puede que en apariencia no sea tan grande, pero no hay que dejarse engañar, es una editorial importante y de renombre. Anuncio mi llegada en recepción, me dan una credencial temporal y me indican a que piso dirigirme.

El guardia revisa mi credencial y me deja pasar a los elevadores. Marco el piso cuatro, inmediatamente el ascensor a mi derecha se abre. Entro, las puertas se cierran, y comenzamos a subir. Me observo en el reflejo. Mi cabello sobrepasa mi cintura, me lo he alisado ya que mis ondas decidieron descontrolarse hoy. Llevo unos pantalones holgados grises y una blusa semitransparente roja, con una camiseta de tiritas blanca debajo. Solo me he colocado mascara de pestañas y un bálsamo labial, el sol de Los Angeles ha ayudado a que no me salgan más granos.

Las puertas se abren, frente al elevador está el mesón de recepción, me acerco a la chica que se encuentra allí y me pide que espere mientras le avisa a Adriana. Me siento en uno de los sofás de cuero beige, observando el lugar. Se ve pulcro, con alguna que otra planta decorando. Es un lugar frío.

—________ —me llaman, levanto la cabeza. Adriana me sonríe—. Pasa.

Me levanto y la sigo. Caminamos por entre los cubículos de ciertos trabajadores hasta su oficina, que está al fondo. Adriana tiene unos hermosos rizos bien definidos de color castaño claro. No puedo evitar recordar el cuento de "ricitos de oro".

Abre la puerta de madera y me hace pasar. Su oficina no era nueva para mí. Una gran ventana que dejaba ver los otros edificios, el escritorio de caoba, las sillas de madera, grandes cuadros a su espalda de diversos artistas, algunas portadas de libro que ella misma ha hecho. Me siento en la silla frente al escritorio, ella da la vuelta y se sienta frente al ordenador. Me mira con una sonrisa.

—¿Cómo estás? —pregunta.

—Bien —replico—. ¿Y tú?

—Perfectamente —dice—. He leído los primeros capítulos, son realmente buenos, el cómo expresas esa perdida, y como te sobrepones. Realmente es hermoso, tienes una manera de expresar tus emociones que hace al lector sentirlas.

—Gracias —digo, algo avergonzada. Mis mejillas se ruborizan.

—¿Cómo vas con la tarea que te asigne para inspirarte? —Resoplo. Su tarea era averiguar mi siguiente sueño, y lo había pensado arduamente, pero no se me venía nada a la cabeza.

—No muy bien. No sé qué quiero hacer. Siento que en este momento soy tan feliz como está mi vida, con algunos reparos claro. Pero... no quiero complicarme con otra cosa. No me gustaría volver a estudiar, definitivamente. Creo... creo que mi meta es esta. Escribir. Tal vez empezar un nuevo proyecto, original. Siempre he querido escribir de misterio —explico. Adriana asiente.

—Bueno, el departamento de estadísticas hizo un sondeo con algunos lectores, y hay algunas preguntas que se repitieron con bastante frecuencia. Creo que te podrían ayudar a inspirarte —dice.

—Seguro, no tengo problemas con verlas —replico.

Adriana abre una carpeta azul que hay sobre su escritorio. Pasa varias páginas y se detiene en una en particular.

—Puedo enviártela después, pero para que te hagas una idea, una de las cosas que más se preguntaron es justamente como es tu vida sin tu mejor amigo. —Lee, yo no puedo evitar sentirme extraña. No es que no quiera contarlo, solo que es un proceso algo íntimo—. Ah, como compatibilizas tu trabajo como doctora con el trabajo de Tom... —Sus ojos repasan la página—. Y está es la segunda más preguntada por lejos, ¿Cuándo planean tener hijos?

Me atoro con mi propia saliva. No esperaba esa pregunta. Adriana se levanta y me sirve un vaso de agua. Bebo rápidamente y carraspeo, aclarándome la garganta. Adriana se ríe.

—Debí advertirte del tipo de preguntas —comenta. Asiento, dejo el vaso vacío sobre un posavasos.

—Ya lo creo —digo, carraspeo—. Fueron... ¿los lectores lo preguntaron o ustedes propusieron ciertas preguntas?

—Ellos preguntaron directamente —responde. Asiento.

—Ya veo. —Aparto la mirada a la ventana, mirando el resto del centro de Los Angeles.

—Te daré una copia de las preguntas. Mientras, quiero tu opinión en las portadas en las que he estado trabajando.

Mueve la pantalla de su computador para que ambas veamos. Sus portadas son más que maravillosas, es una verdadera artista. Siento que cada una de ellas merece ser vista.

Tras una hora de reunión, en que trabajamos arduamente en la portada y ajustamos un calendario de entrega y promoción de este nuevo libro, me marcho, dejándome a solas con mis pensamientos.

Camino a mi coche, entro a este y me quedo mirando a nada en particular, no soy capaz de mover un músculo.

Hijos...

Una conversación que ni Tom ni yo habíamos tenido, no realmente. Supongo que estar casados venía con ciertas cosas que la gente asumía. Además, se volvía todo más real cuando había un contrato y un anillo de por medio.

Años atrás, si lo deseaba. No es que sea una loca por los niños, pero me imaginaba a mí y a Tom correteando por el pasto con dos pequeños, persiguiéndolos, jugando, riendo. Y después de mi aborto, ese sueño me parecía más y más posible. Porque a pesar de haber perdido aquel hijo, me sentía completamente apoyada y entregada a él. Si, la culpa del alivio, fue algo duro, pero eventualmente me di cuenta que yo si podía con ello.

Y entonces mi papá murió. Martin murió. Y yo enfermé. Estuve dos semanas conectada a maquinas, más muerta que viva. Y cuando desperté, me di cuenta de lo que había perdido. Eso me marcó, por supuesto, eso cala hondo en una persona. Y ahora no me sentía tan segura de que tener hijos fuese realmente algo que quisiera, más que nada, porque después de eso nunca más me lo plantee.

El concepto de familia como padres e hijos ahora es arcaico, claro. Y sentía perfectamente bien que Tom y yo fuéramos una familia, solos los dos. No creo que eso tenga nada de malo, excepto por un detalle: no sabía que quería Tom.

Ambos habíamos estado tan bien, encerrados en esta burbuja de amor, pasión, deseo y felicidad que no reparamos en las expectativas (que no tenemos por qué cumplir, claro) y el futuro que nos deparaba.

Veo la hoja con las preguntas. Niego con la cabeza. Dejo mi bolso y la hoja en el asiento del copiloto y pongo el auto en marcha. No pienso romper la burbuja. Eso pasará paulatinamente. Tocaremos ese tema cuando se toque y ya, no me calentare la cabeza, no hare conjeturas, nada. Simplemente, viviré.

***

Dato: la editorial L&I se llama así por sus siglas: Lectores Isaciables ❤

Les leo, lectores insaciables <3

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora