Amenazas del pasado

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Cierro mi candado y resoplo. Ha sido un turno extenuante, tres pacientes graves al hilo. Uno murió, los otros dos... bueno, se mantienen vivos. Cojo mi bolso y me lo cuelgo al hombro, derecho por supuesto, mi hombro izquierdo nunca debe cargar peso.

—Tu atraes la mala suerte —me recrimina Leo a la salida del vestuario. Me rio.

—Hace tiempo no teníamos un turno así de ajetreado, no puedes echarme la culpa —replico.

—¿Y entonces de quién? —pregunta. Observo delante de mí la cabellera rizada oscura de Marina, la nueva enfermera.

—Pues de la nueva, por supuesto.

Marina se voltea, con las mejillas sonrosadas. Nos reímos en su cara.

—Es broma, tranquila —la calmo, me sonríe avergonzada.

—Mira, ni tan broma —dice Leo. Ruedo los ojos.

—Vamos que tenemos que entregar el ultimo paciente —le apresuro.

—¿A tu doctorcito irlandés? Voy volando —suelta Leo.

—Leo que no le hace a los chicos, ya te lo he dicho —repito por millonésima vez. Miro a Marina, la hemos alcanzado—. ¿Vienes? También es tu paciente ¿no?

—Claro.

—Y, chica nueva, ¿de donde vienes que tienes tanta mala suerte? —pregunta Leo. Le doy un codazo, no puede tener tan poco tacto. Marina ríe.

—Les juro que no he sido yo, generalmente mis turnos no tienen nada de especial —le responde.

—No lo digo por el turno de hoy —explica Leo—, sino para tener tanta mala suerte de que te toque con la doctora salada. Es como un para rayos para los turnos malos.

—¡Oye! —le recrimino. Marina se ríe.

—No creo que sea tan terrible —me defiende Marina.

—Ya verás, ya verás —asevera Leo.

—______, ¿Qué rayos pasó anoche? ¿Cómo puedes tener tan mala suerte? —me pregunta Aidan al verme. Gruño por lo bajo.

—Hola, Conde, ¿Cómo está su majestad? Oh, perdón. Su alteza. —Hago una reverencia exagerada y Leo carcajea de lo lindo. Aidan me mira con cara de pocos amigos.

—Muy graciosa —dice, sus ojos se posan en Marina y luego en mí.

—Oh, es Marina, la nueva enfermera. Marina, él es el conde Aidan —le presento. Aidan gruñe y Leo vuelve a reírse.

—¿Conde? —pregunta. Suelto una carcajada y niego con la cabeza.

—Es una broma, no es un conde —le explico—, no exactamente.

—No escuches a esta loca, soy Aidan —se presenta él. Ella asiente y sonríe nerviosa—. Bueno, ¿me vas a decir que queda pendiente con el paciente del box diecinueve?

Le explico rápidamente a Aidan, Leo y Marina hablan con los enfermeros de este turno y se marchan. Me demoro un poco más porque con Aidan nos quedamos riéndonos de las fotos que Sara envió de Harrison cambiando a los niños, sin darse cuenta de que quedo con un poco de excremento en su mejilla. Definitivamente una colección guardada en favoritos.

Me despido y me marcho en dirección al estacionamiento, no estaba tan cansada, supongo que la adrenalina me mantenía aún en pie, pero definitivamente soñaba con llegar a mi cama y envolverme como un sushi entre las sabanas y el cobertor para dormir doce horas seguidas. Mi estómago gruñe. De acuerdo, podía primero comer algo y luego irme a dormir, era la hora del desayuno después de todo.

Bajo las escaleras mientras veo en mi teléfono a qué lugar podía pasar a comer algo, no tenía ánimos de cocinar. ¿Qué prefería? Los waffles eran tentadores, aunque unos huevos revueltos...

Me detengo para dejar pasar un coche. En estos horarios era donde más movimiento había en el hospital, y el aparcamiento no era la excepción.

Continúo mi búsqueda hasta que me decido por un local con una promoción de yogurt con cereal, tostadas con aguacate, té y jugo de elección. Camino en dirección a mi coche, en la esquina izquierda. Elijo mi té y el sabor de mi jugo a medida que me voy acercando, pido para retiro cuando el sonido del motor de un coche me hace levantar la vista.

El coche acelera, directo hacia mí. Sin pensarlo mucho me lanzo hacia mi izquierda, esquivándolo por los pelos. Caigo de lleno sobre mi hombro izquierdo, pero ignoro el dolor y me levanto como puedo. Escucho el chirrido de las ruedas al frenar. Corro entre los coches estacionados para acercarme a las escaleras, mientras rebusco en mi bolsillo el control del coche para hacer sonar la alarma.

Escucho voces de las escaleras, y varios guardias de seguridad aparecen, Emery tras ellos. Suspiro aliviada pero sin dejar de correr. Cuando llego junto a Emery, el coche se ha marchado, y los guardias hablan por sus radios. Jadeo, coloco una mano en mi pecho, sintiendo mi corazón palpitar como loco.

—¿Estás bien? —pregunta. Asiento—. ¿Te ha hecho daño?

—No, pero me he golpeado el hombro al esquivarle.

Aunque lo que ha pasado me ha tomado completamente desprevenida, ahora me preocupan los cables. Me he golpeado de lleno en el hombro, y ya sé que podría pasar si alguno se daña.

Emery me escolta hasta la urgencia mientras habla por teléfono con el resto de seguridad. Desde la última vez, ya no había puesto objeciones a un guardaespaldas o al sistema de seguridad, aunque no me gustara. Precisamente porque, mi acosadora, buscaba justamente periodos en los que yo bajara la guardia, dejando pasar gran cantidad de tiempo entre un ataque y otro.

Aidan me atiende preocupado de mi estado, me solicita exámenes de sangre y un electrocardiograma a fin de descartar cualquier posible complicación. Me parece algo exagerado, pero prefiero no poner objeciones a su criterio.

—¿Ya me vas a llevar a la radiografía? —pregunto cuando aparece un par de horas después—. Ya sé que tú eres el doctor ahora, pero si hubiese sido una luxación...

—No está luxado —afirma.

—Sí, lo sé —resoplo—, pero podría tener una disyunción acromio clavicular, aunque dolería más, quiero asegurarme con una. ¿Puede ser?

Aidan me mira serio.

—No, bueno, sí, puede ser, pero...

—¿Pero qué? —pregunto. Mira el papel entre sus manos.

—Son tus exámenes —replica. Me tiende la hoja.

—¿Es mi corazón? —pregunto en voz baja al notar la seriedad del asunto.

No dice nada. Tomo la hoja y observo. Sé muy bien lo mal que quedó mi enfermo corazón después del coronavirus. Y sé que todo puede empeorar, que mi ventrículo se puede dilatar, que la insuficiencia cardiaca sea insostenible.

Pero cuando leo, me doy cuenta de que esto es mucho, pero mucho peor.

***

No me odien, no me maten

Les leo, lectores insaciables <3

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Where stories live. Discover now