La sombra entre la luz

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—Esto es increíble —murmura Adriana mientras avanza a lo largo del borrador, leyendo los últimos capítulos del cuarto libro.

—Gracias —sonrío, ligeramente avergonzada. Menea la cabeza, sin despegar sus ojos de la pantalla de su computadora.

—Maravilloso —susurra—, simplemente maravilloso.

No parece estar prestándome mucha atención. Como hacerlo, si le he enviado casi doscientas páginas, cuando se supone que el libro estaba terminando y solo me bastaba escribir un par de capítulos.

Adriana suspira, complacida, y voltea a mirarme. Levanta las manos y se encoge de hombros.

—No sé cómo lo has hecho, ni que hiciste exactamente para inspirarte, pero esto es fantástico —me felicita.

Mis mejillas se sonrojan, e inmediatamente mi mente viaja al pasado cercano.

*

—¿Puedes prestar atención? —le digo, ya molesta. Me mira por un segundo y luego vuelve su atención a su estúpido teléfono.

—Sí, si —afirma, sin siquiera fingir que está mirando la serie. Gruño frustrada—. Un segundo, solo un segundo.

—Eso dijiste al inicio del capítulo, y ya está terminando —reclamo.

—Lo sé, pero es que esto es importante —replica. Arqueo una ceja, cruzándome de brazos.

—¿Un partido de golf? —pregunto, soltando un bufido. Levanta la cabeza y me mira serio.

—No es un partido de golf. Es el partido de golf —recalca. Ruedo los ojos.

—Si querías ver eso podrías habérmelo dicho, hubiese visto otra cosa.

—No, porque te hubieses adelantado con la serie, como la vez anterior —responde, dejando entrever la molestia que aquello le provocaba. Entrecierro los ojos.

—Solo fue un capitulo...

—Tres —me interrumpe.

—...Y no hubiese pasado de no ser por ese otro partido de golf —continúo.

—Basquetbol —gruñe. Pongo los ojos en blanco.

—¿Qué diferencia tiene?

—Bastante.

—Era una pregunta retórica —respondo molesta—. Además, no es como que ahora hayamos visto el capítulo junto, estas mirando tu estúpido partido.

—Oh, mi partido es estúpido, pero tu serie que has visto unas ochocientas veces es muy interesante, tanto como para obligarme a ir a la sala y ver en ese televisor mis partidos —dice, con un tono que de inmediato me engrifa y me hace enojar.

—No he visto Gossip girl ochocientas veces —recalco.

—Perdón, setecientas noventa y nueve —bufa.

—Es interesante —me defiendo.

—¿Qué puede tener de interesante volver a ver algo si ya sabes qué ocurre?

—¿Me lo dices tú? El golf consta, literalmente, de lanzar una pelota a un agujero.

—Si ¿y?

—Y que un perro se divierte con ese mismo concepto —replico. Levanta las cejas, ofendido. Touché.

—Al igual que una niña de doce años viendo Gossip girl —contraataca. Abro la boca, no puedo creer que diga algo así.

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Where stories live. Discover now