Unroyal - Socialité

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Aidan

—James Stuart —saluda mi abuela a un hombre un poco más bajo que ella, de cabello blanco, con varias arrugas surcando su rostro y una nariz aguileña muy grande.

—Mi condesa favorita, Moira Cavanagh, tanto tiempo —le saluda el hombre, dándose un abrazo y dos falsos besos en cada mejilla.

—Querido, este es el Duque de Berwick de Escocia. James, este es mi nieto, Aidan Cavanagh —me presenta mi abuela. Le sonrío cordialmente y le tiendo mi mano. James estrecha mi mano.

—Ya veo lo que estás haciendo, Moira, ya veo —dice el hombre. Suelta mi mano y mira a mi abuela—. Ya que tu hijo no quiso tener nada que ver con la nobleza, introduces a tu nieto. El futuro Conde de Limerick.

Sonrío incómodo. Mi abuela suelta una carcajada despreocupada.

—Querido James, Aidan no está interesado en la nobleza —dice mi abuela, con tono acusatorio—. He querido traerlo porque hace una semana ha vuelto de médicos sin frontera. Estuvo en Senegal, tenía mi alma en un hilo...

Me desconecto. Mi abuela gustaba de contar mis hazañas como médico. La única razón por la que acepté venir era porque me consiguió un hermoso departamento en Londres, cerca del hospital donde trabajaría.

Hay varias cosas que quiero hacer en mi vida, ninguna de ellas involucra un estúpido título nobiliario, ni menos aún, este tipo de fiestas.

Tengo una lista de cosas que ya he conseguido en mi vida, y que cuento como grandes logros:

1. Me gradué de medicina en Oxford.

2. Me enamoré de una chica increíble.

3. Me rompieron el corazón.

4. Serví en médicos sin frontera por dos años (casi ininterrumpidos).

Mi vida pareciera estar resuelta. Si lo quisiera, podría comprarme una gran casa, ser parte de la realeza. Casarme, tener hijos, y no tener que trabajar nunca más en mi vida.

Pero eso es lo que ve por fuera. Porque sigo sintiendo que falta algo en mi vida. He seguido una línea recta, y creo que quiero perder un poco el control dejarme llevar por la vida. Basta de planear, es hora de disfrutar. No es la adrenalina, ya que en África había tenido suficiente acción para toda una vida. Tampoco busco una relación. No, lo que a mí me hace falta es un propósito. He conseguido mucho, y ahora, tengo espacio para nuevos caminos, nuevas metas.

Mi abuela conversa animada con James. Aprovecha su falta de atención para escabullirme. Un mesero pasa con una bandeja llena de copas de espumante. Saco una y bebo un gran sorbo. Miro a los lados. No tengo ni la menor de quien es este palacio, ni tampoco quiero saberlo. Hice un pacto con el diablo, tal vez debí negarme y juntar el dinero por mí mismo.

—Aidan, querido —escucho a mi abuela a mis espaldas. Suspiro y volteo.

—¿Sí, abuela?

Junto a ella está una chica de cabello rubio oscuro, de tez clara. Sus ojos son azules, grandes, su nariz pequeña y respingada, sus labios finos. Es bonita, no lo niego. Su largo cabello está peinado con rizos que caen sobre sus hombros. Lleva un vestido largo que deja al descubierto sus hombros, de color azul oscuro.

—Esta es Rachael Howard, le estaba contando del maravilloso trabajo que hiciste en África —me presenta mi abuela.

Miro a Rachael y hago una pequeña reverencia.

—¿Por qué no se conocen mientras yo hablo con tu padre, Rachael? —le dice mi abuela. Dios, pobre chica. Rachael, que no ha dicho absolutamente una palabra, asiente y sonríe.

Mi abuela me guiña un ojo y se aleja. Tomo una gran bocanada de aire y miro a la chica.

—Señorita Howard —digo, levantando mi copa—. ¿A qué se dedica?

—Estudio ingeniería eléctrica —replica. Su voz es dulce, pero habla tan bajo que apenas puedo escucharla—. Tu abuela dice que fuiste a África, ¿cómo lo hiciste?

Bebo otro sorbo de mi copa. Humedezco mis labios y le sonrío lo más cordial posible.

—Simplemente me ofrecí voluntario —replico. ¿Mi abuela cree que no veré sus intenciones? Presentarme una chica linda y dejarme a solas con ella. Huele a matrimonio arreglado a kilómetros de distancia.

—Si sé cómo es el proceso —ríe ella con inocencia—. A lo que me refería era como habías logrado irte sin que tu abuela se opusiera.

—Ella no puede decidir por mí —sentencio.

—Y aun así, estás acá —comenta. Sonrío con ironía.

—Es cierto —afirmo. Bebo lo que me queda de mi copa. Miro la copa vacía—. ¿Cuántos años tienes?

—Eh, eso no se le pregunta a una señorita —replica con cierto recelo. La miro.

—Déjame adivinar. Tienes... veinticuatro.

—Veintitrés —me corrige. Asiento.

—Veintitrés. Estudias en la universidad, probablemente fuiste a una escuela de élite, y aunque quieres tener una carrera, tu padre, que es un...

—Conde de Carlisle —completa ella.

—Conde, claro. Aunque estudias, tu padre ni nadie de tu familia te dejarán realmente ejercer o trabajar. Es simplemente para tener un título universitario. Con tu edad, pongo mis manos al fuego porque ya han comenzado a ver pretendientes. Y estoy casi seguro que mi abuela se juntó contigo unos días atrás para hablar de mí. Y ahora estás aquí, en parte porque te obligaron, en parte porque quieres, porque sabes que esto es lo que debes hacer. Mantener la sangre "noble" dentro de estas cuatro paredes —termino. Ella me observa atenta—. ¿Me he equivocado en algo?

Rachael me mira. Sonríe.

—Solo una cosa —afirma. Un mesero pasa junto a nosotros y saca una copa de vino blanco.

—¿En qué? —Bebe todo el contenido de la copa de un sorbo.

—No quería venir a conocerte —admite. Me rio—. En realidad, al escuchar que te libraste de las ataduras de tu abuela, pensé que podría averiguar la forma en como lo hiciste. Y he de confesar que también tuve la leve esperanza de que fueras guapo y pudiese usarte de excusa para salir.

Levanto las cejas, sorprendido. No esperaba que fuese así.

—¿Y he cumplido las expectativas?

Rachael suspira hondo.

—Una de ellas. Pero las otras, no. no te has revelado contra nada, simplemente actuaste.

—¿Y tú no podrías hacer lo mismo? —pregunto. Ella niega con la cabeza.

—Ni siquiera se tomar el transporte público sola. ¿Qué crees tú? —bromea. Me rio con ella.

—Creo que podría enseñarte —afirmo. Sonríe, sus mejillas se sonrojan ligeramente.

Parece que no soy el único poco real de este lugar.

¿Cuánto dura un para siempre? (Tom Holland y tú)Where stories live. Discover now