Capítulo 62. ELLA ME PUEDE AGARRAR POR DONDE QUIERA.

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—¿Aló?—atendí dudosa el teléfono, no tenía registrado el número.

Rámses y Gabriel me miraban expectantes. Estábamos viendo una película cuando mi teléfono nos interrumpió.

—¡Amelia! Es Isaack—una música estruendosa lo hacía gritar para hacerse escuchar— Este es el número de Donovan, guárdalo, mi teléfono se quedó sin batería.

—¡Hola!—saludé con evidente cariño y los hermanos O'Pherer torcieron el gesto y arrugaron el ceño de una forma tan similar que me dio risa—Ya lo guardaré. ¿En dónde estás metido?

—¿Quién es?—le preguntó Gabriel a Rámses, y cuando éste negó siguieron observándome con detenimiento.

—Estoy en una fiesta en casa de Donovan, es nuestra despedida, ya mañana partimos para Boston, me preguntaba si querían venir.

Le había comentado a Isaack que desde el secuestro no salíamos mucho, porque terminábamos siempre siendo objeto de miradas y preguntas.

—¿En dónde es la fiesta?—pregunté y las cejas de Rámses se dispararon hasta el cielo. Gabriel lo vio sorprendido, cómo preguntándole si él no pensaba decir algo al respecto.

—Te enviaré la dirección. Pueden quedarse esta noche acá, para que no tengan que conducir de regreso.

—No sé si sea necesario una habitación—respondí y Gabriel se levantó del asiento y me señalaba con su mano extendida y miraba a Rámses, frustrado de que éste siguiese sin decir nada. Pero yo conocía a mi francés y no estaba todo lo tranquilo que intentaba disimular, si apretaba más la mandíbula se rompería algunos dientes.

—Claro que sí, quiero que disfruten la fiesta sin problemas. Así que los espero. Nos vemos.

—Muy bien, allí nos vemos.

Colgué la llamada tratando de no sonreír. Sentí la mirada de Rámses taladrándome pero me mantuve serena.

—¿Y bien?—preguntó Gabriel sin poder contenerse—¿Quién era?

—Un amigo, quería invitarme a una fiesta...

Gabriel se ahogó en un pequeño grito. Creo que acaba de descubrir que Gabriel era también bastante celoso.

—Era Isaack—dijo Rámses con cierta suficiencia en su voz, y su sonrisa torcida.

Se recostó en el mueble y extendió sus brazos por el espaldar, resaltando sus músculos. Se mordisqueó el piercing del labio retándome a contradecirlo.

Tragué grueso, me estaba provocando y sabía muy bien que cuando lo hacía no pensaba con claridad. Terminé rodando los ojos y confirmando que había sido Isaack.

Les conté de su invitación y subimos a alistarnos.

—¿Cuándo se te va el período?—preguntó mirándome con lascivia mientras terminaba de vestirme

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now