Capítulo 11. ODIO COMO LUCES

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Maratón 3/4

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Maratón 3/4

—Tengo miedo de preguntar—dijo Rámses cuando perdimos de vista a Stuart. Sin embargo su mandíbula tensa, el siseo de sus palabras y la fuerza con la que apretaba su puño en la palanca de cambio de la camioneta, no correspondía con el miedo que decía sentir.

—Entonces no preguntes—le respondí.

—Tienes el brazo enrojecido, me atrevo a apostar que mañana tendrás un hematoma. Tus nudillos también están rojos. Así que repito: Tengo. Miedo. De. Preguntar—siseó con sus dientes apretados—, por lo que preferiría que me contaras, y como me digas que te puso una mano encima...

Fue tanta la furia que desprendió de su boca, que no pudo terminar ni siquiera la amenaza. 

—No lo hizo—me apresuré a responder, una extraña vena en el cuello de Rámses amenazaba con explotar—, intentó retenerme por el brazo, pero estampé mi puño en su pecho. Corrí apenas me soltó.

Después de un largo suspiro donde sus músculos comenzaron a relajarse un poco se atrevió a hablar

—No tengo ningún problema en buscarte todas las veces que quieras Bombón, las necesites o no, solo no quiero estar empeorando la situación para ti.

—Las cosas empeorarán, pero no porque salgamos, sino porque me cuesta... no rebelarme ante la situación. Si tú no me buscases, igual saldría de la casa, aunque sea a terminar sentada en un parque en la madrugada.

Su rostro se contrajo con el recuerdo; me había repetido varias veces lo peligroso que eso había sido, y si se lo recordé no fue para manipularlo, sino porque era la verdad. Si Rámses no se hubiese ofrecido a buscarme, si él no hubiese estado esos días, probablemente hubiese vagado por las calles, porque para ser franca conmigo misma, el candado solo lo mantendría lejos de mi cuarto, pero sabía muy bien, que él podría pasar toda la noche atormentándome y rogándome.

—¿Salgamos?—su voz sonaba divertida y su ceja ladeada lo confirmaba, este chico cambiaba de humor como de ropa interior. El ambiente tenso de unos minutos había desaparecido tan solo por su coquetería fingida.

—Salgamos como amigos—aclaré

Él soltó una sonora carcajada: —Claro...

Llegamos al lugar del concierto. Era un local en el centro de la ciudad, no se me hacía el más seguro, pero tampoco el más peligroso. Rámses estacionó el auto y le dio una propina generosa al encargado de cuidar los carros estacionados, prometiendo darle una igual si lo conseguía en las mismas excelentes condiciones, sonó más a amenaza que a favor, pero al improvisado encargado de los autos no le importó. Cuando estuvo a mi lado me miró con descaro y gran lentitud desde mi cabeza hasta los pies, y de regreso.

—Odio como luces—me dijo y por mi cara confundida agregó— me costará mucho alejar a todos los tipos de ti.

—Si claro—bufé—, eres un exagerado.

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now