Capítulo 6 . ¡TÚ NO TIENES NI IDEA!

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Cerré con tanta fuerza la puerta que pude resquebrajar la madera. Furibunda como estaba lancé todo a mi paso.

¿Cómo mi mamá podía hacernos esto? ¿En qué estaba pensando? Lancé algunos cuadernos al piso y pisoteé los lápices que cayeron por accidente. Empujé la silla del escritorio y la escuché estrellarse contra la pared. Mis lágrimas remplazaron las ganas de vomitar que había tenido. Lloraba de rabia y de tristeza. Me sentía tan traicionada por mi propia madre que no estaba ni siquiera segura de como volver verla. No quería mirarla a ella ni al idiota de Stuart.

¿Qué iba a hacer ahora?. No quería vivir con él después de lo que hizo. Lo odiaba y no desea tenerlo ni siquiera remotamente cerca de mí, y se lo había dicho a mi mamá mil veces. Se lo dije llorando furiosa, se lo dije llorando de tristeza, se lo dije calmada. Lo habíamos hablado tantas veces que no pensé que llegaría el día donde estuviese en esta posición. ¿De qué me sirvió decirle? Me hubiese quedado callada la boca y por lo menos no tendría que soportar esta situación sabiendo que ella lo escogió a él por encima de mis sentimientos. Que me había traicionado en todos los niveles en que pudo hacerlo.

Cuando no tuve más nada que lanzar al piso, me dejé caer a un costado de la cama y comencé a llorar como hacía muchos meses que no lo hacía. Un recuerdo de Daniel consolándome con sus dulces palabras me embargó y solo acrecentó mi llanto. ¿Cuántas veces me había consolado? Las mismas veces que desee que estuviese a mi lado para acurrucarme entre sus brazos como me decía que moría por hacer.

Unos golpes en la puerta me sacaron del recuerdo doloroso donde comenzaba a sumergirme.

—Hija por favor—dijo mi madre a través de la puerta, sin atreverse a entrar, aunque no podría, había cerrado la puerta con seguro—. Vamos a hablarlo. Podemos arreglar esto por favor.

—Vete—le grité como nunca lo había hecho. Escuché la sorpresa y el dolor en su voz cuando siguió hablando—. Podemos ir a terapia familiar. Stuart dice que....

—No quiero escuchar nada de lo que él quiera decir, creer o que piense esa basura—espeté iracunda—, y tú tampoco deberías escucharlo a él. Te dije que seguía haciéndolo, te lo dije y no te importó.

Mis sollozos no me dejaron escuchar lo que mi mamá había contestado, pero la verdad era que poco me importaba lo que ella tuviese que decir.

—Lo amo— susurró y sus palabras me atravesaron como un puñal, partiéndome el corazón en dos pedazos—, tú más que nadie deberías saber lo que se siente.

Me quedé estupefacta, viendo hacia la puerta como si pudiese ver a través de ella. No podía creer lo que mi mamá acaba de decirme. Me había echado en cara mi enamoramiento, pretendiendo que entendiese lo que ella estaba sintiendo. Ni siquiera sabía cómo responderle a eso.

Cuando mis piernas se acalambraron me atreví a levantarme y subirme a la cama, me arrinconé en un lado abrazando mis piernas. Pacita me escribió para avisarme de que había llegado de su cita y que me llamaría si estaba despierta, pero no podía hablar con ella de esto. ¿Cómo explicarle lo que había pasado con Stuart cuando para mi aún era todo tan confuso y doloroso?. Ignoré sus siguientes mensajes sin ni siquiera abrirlos. Me sentía atrapada y condenada a esa casa y esa familia disfuncional que mi mamá se empeñaba en tener. Encerrada en cuatro paredes que no me permitirían un momento de tranquilidad ni de paz, siempre expuesta al dolor constante. El día que descubrí el engaño de Stuart repitiéndose una y otra vez en mi cabeza.

El aire comenzó a hacerse más denso a mi alrededor, dificultándome respirarlo. Traté dando grandes bocanadas pero se me hacía imposible. Y en mi mal humorada desgracia hasta fantaseé con la posibilidad de caer desmayada hasta el día siguiente, porque sería la única forma de descansar que podría tener, porque mientras él estuviese en la misma casa que yo no podría dormir.

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now