Capítulo 58. NO PUEDO NEGARLE NADA

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Nunca hablábamos de su mamá salvo algún que otro comentario, frases sueltas, recuerdos pasajeros. Fue un momento muy doloroso para la familia O'Pherer, del cual aún les costaba hablar a pesar del tiempo que había pasado. Así que nunca pregunté, nunca indagué y nunca curioseé más allá de las pequeñas piezas que me dieron; esperaría a que se sintieran cómodos para hablarlo, tendría toda la paciencia tanto como la tuvieron conmigo.

Por eso fue una terrible sorpresa para mí enterarme que en escasos días se cumplía un año más de la muerte de su mamá. Me sentí mala novia, mala amiga, mala hija adoptiva incluso, aunque sabía muy bien que no tenía forma de enterarme, pero quizás si debí tratar de obtener más información al respecto. Quizás así supiera como ayudarlos ahora, qué hacer, cómo comportarme. Pero no sé nada, así que aquí estoy, sentada en la sala, supuestamente viendo televisión, mientras Gabriel no deja de devorar lo que sea que se tope a su paso, Rámses hace ejercicios como si la vida se le fuese en ello y Fernando está encerrado en el despacho trabajando y bebiendo whisky.

Jamás, en todo el tiempo que tengo viviendo aquí me sentí incómoda, hasta este momento. Sé que no debería girar en torno a mí, pero no sé cómo ayudarlos y por primera vez veo lo que me dijo una vez Fernando, sobre como su familia se fraccionó con la muerte de Karen.

Apagué el televisor decidida a hacer algo, no podía quedarme de manos cruzadas, porque ellos nunca se quedaron de manos cruzadas conmigo. Busqué mi laptop y la instalé en la cocina, navegué buscando una receta sencilla, que mis pocas dotes culinarias me permitieran preparar y llamé a mi abuela para que me terminara de orientar.

Preparé la mesa del comedor lo mejor que pude, incluso prendí algunas velas aromáticas para crear un mejor ambiente. Cuando tuve todo listo para ser servido, me dispuse a la tarea más difícil: reunir a los O'Pherer.

Uno a uno los arrastré con mucho esfuerzo, algunas manipulaciones, pucheros, ojitos de cachorro y amenazas; pero finalmente logré sentarlos a todos en la mesa.

Sus caras eran de sorpresa cuando serví el pasticho que con ayuda de mi abuela logré preparar. Se veía delicioso y recé a todos los dioses culinarios para que supiera bien, de eso dependía el éxito de la cena.

Los O'Pherer miraron la comida pero no se movían, cada uno perdido en sus pensamientos.

—¡Faltó el pan!—exclamé mientras me levantaba apurada para buscarlo. También había preparado un pan con mantequilla de ajo, receta de mi abuela. Lo puse sobre la mesa y volví a sentarme—. Muy bien, coman— ordené ya que una simple invitación no bastaba.

Los vi tomar los cubiertos, cortar el primer pedazo y llevárselo a la boca, y no pude más que sonreír satisfecha, cuando se llevaron el segundo bocado, el tercero y el cuarto disfrutando su sabor. Solo entonces me permití comer y comprobar que realmente me había quedado muy bien mi primer pasticho.

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now