Capítulo 55. NO HAY NADIE MÁS CALIFICADO QUE YO

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—¿Por qué no puedo verla antes de que ingrese a pabellón?—insistí comenzando a molestarme—

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—¿Por qué no puedo verla antes de que ingrese a pabellón?—insistí comenzando a molestarme—. Ya he estado en pabellón antes. Puedo incluso estar allí, lo sabes.

Intenté razones, intenté rogar, incluso intenté dar lastima y Hayden seguía diciendo que no. No podía ver a Amelia sino hasta después de la operación y la recuperación de 24 horas que tendría en cuidados intensivos.

Una putada, tal como se lo dije.

—Normalmente accedo a lo que me pides ahijado, pero no hoy. No entrarás, no estarás en galería, nada. Te quedarás aquí y esperarás. Y es definitivo.

Quería verla, necesitaba verla, que supiera que no estaba sola. Lo primero que agarré fue una almohada y la lancé al otro extremo de la habitación, le siguieron las sabanas, la cobija, una jarra con agua, los vasos, un bolso, todo lo hice volar por la habitación.

—Oh no, está en modo melocotón—Mike se apartó de mi camino.

—Vamos Rámses, cálmate—mi papá quitó de mi mano el control del televisor antes de que terminara estrellado en alguna pared.

Acabaría con esa habitación. Amelia me necesitaba con ella y ellos no me dejaban ir a su lado.

—Tú dices melocotón, nosotros huracán—murmuró Gabriel.

Volteé a mirarlo, necesitaba ayuda. Mi hermano me entendió a la perfección, me guiñó el ojo y luego se quejó de un repentino dolor de cabeza.

Mi papá acudió a su lado tan rápido como Hayden, éste último sacó una pequeña linterna y apuntó a sus retinas. Mike sujetaba a Gabriel cuando sus piernas no quisieron aguantar el peso. Terminó en el piso rodeado de los tres adultos y fue cuando aproveché para salir de la habitación.

Entré por la misma puerta donde ayer me colé. Caminé con rapidez entre los pasillos siguiendo las instrucciones que me llevarían hasta cuidados intensivos. Afuera estaba un pack de ropa de pabellón y me lo coloqué.

Una enfermera revisaba su historia médica y anotaba algunas cosas. Volteó a mirarme confundida.

—Mi papá me dejó venir—le mentí sin verla, con mi mirada fija en mi Amelia que yacía en esa cama, inmóvil.

La enfermera solo asintió. Para los efectos del personal del hospital Gabriel, Amelia y yo éramos hijos de Fernando, Hayden y Mike. En el enredo que fue el día de ayer cuando ingresamos los tres se refirieron a nosotros como hijos y nadie se atrevió a preguntar. Quizás creían que mi papá tenía alguna clase de relación unicornio con Mike y Hayden, pero poco nos importaba lo que nadie pudiera pensar. Pero una noticia así se esparció demasiado rápido y los hizo bastante más populares entre las féminas.

¿Quién las entiende?.

Me acerqué hasta ella y acaricié su mano con delicadeza, me daba miedo lastimarla, toda su piel estaba violácea, ni un espacio donde pudiese tocarla con la seguridad de que no sintiese dolor. Me doblé para hablarle al oído con la esperanza de que pudiese escucharme.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora