Capítulo 1. ES UNA CATASTROFE

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—¿Lo ves?

—No aún no. Espera. Si, allí está. ¡Oh Dios es tan bello! Tu turno— anunció mi mejor amiga Marypaz, o Pacita como me gustaba llamarla, bajándose del pupitre roto que precariamente usábamos para asomarnos por las ventanas altas del laboratorio sin uso de manualidades.

Como ya era rutina para nosotras, aprovechábamos cualquier hora libre que tuviésemos para irnos a ese salón abandonado a pasar el tiempo. Pero cuando descubrimos que las ventanas daban justo a la cancha donde los chicos practicaban voleibol, nos dedicábamos ahora a espiarlos y suspirar en secreto por ellos.

Malditas hormonas que nos hacen hacer cosas ridículas.

—¿Por qué tiene que ser tan sexy?. Virgen santísima, se quitó la camisa—exclamé aferrándome al marco de la ventana como si pudiese verlo más de cerca

—¿Qué? Déjame ver—dijo Pacita, subiéndose a mi lado en el pupitre maltrecho.

Un ruido sordo embargó la vacía aula cuando nos desplomamos en el piso en un revoltijo de manos, piernas y pedazos de madera. Por suerte no salimos lastimadas. Nos comenzamos a reír aun sobándonos y no paramos de hacerlo hasta que regresamos al salón para iniciar las clases.

—Necesitamos buscar otro pupitre—dijo sentándose con una pequeña mueca de dolor

—Necesitamos una vida—la corregí, mientras me sentaba de lado en mi asiento, mi nalga derecha había recibido todo el impacto. Gracias a Dios que tenía nalgas suficientes para recibirlo.

—Buenos días alumnos—dijo nuestra profesora de historia universal, entrando al salón— Hoy teníamos un examen, pero lo tendré que suspender hasta la próxima semana.

La clase estalló en gritos de alegría, creo que fui la única que me lamenté en silencio. Había invertido el fin de semana estudiando.

—No se alegren mucho. Hoy se integrarán dos nuevos estudiantes que necesitaran ayuda para ponerse al día. Así que Maggio y Flores—dijo usando nuestros apellidos— quiero que los ayuden a ponerse al día.

Cualquier otra persona se hubiese sorprendido o quejado, pero en nuestro caso estábamos felices así que aceptamos complacidas. Las dos teníamos los promedios más altos del instituto y no era la primera vez que ayudábamos a algún compañero en una clase. Bueno en realidad si era la primera vez para Marypaz, ella era muy tímida y le costaba interactuar con cualquier persona, más con el sexo opuesto, le gustase o no, fuese atractivo o no. Yo en cambio era tan solo un poco menos tímida y aunque me llevaba bien con la mayoría, tampoco era monedita de oro para caerle bien a todos y todos tampoco me caían bien a mí.

—Oh, aquí están—dijo la profesora—. Él es Gabriel—dijo la profesora señalando a chico de piel pálida con cabello castaño claro peinado con perfección hacia un lado, ojos caramelos y una amplia sonrisa que entró al salón con paso seguro. Fue inevitable que todas las féminas del salón sonriéramos como idiotas—. Y él es Ramsés—. El cuchicheo que había empezado en cuanto vieron a Gabriel, frenaron de forma brusca.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora