Capítulo 12. HAY SOLO DOS TIPOS DE PERSONAS, LOS QUE SE TATÚAN Y LOS QUE NO

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Maratón 4/4

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Maratón 4/4

La luz que entraba por la ventana me sacó del sueño que estaba teniendo. Por primera vez en varios días mis sueños no involucraban a Daniel o a Stuart. Era un sueño sin sentido, como los que tenía antes de todo, que eran tan absurdos que nunca les encontraba inicio ni fin. Me volteé en la cama con un pequeño quejido huyendo de los rayos del sol. Seguía aún adormilada cuando unas manos fuertes me abrazaron por la cintura y el calor del cuerpo de Rámses contra el mío se sintió agradable. Su respiración chocó contra mi cuello descubierto contrarrestando con el aire frio que había en la habitación. Sentía su pecho contra mi espalda subir y bajar con la lentitud de sus respiraciones, sus piernas enredadas con las mías y su erección matutina en mi trasero...

¡¿Qué?!

Me levanté con tanta rapidez que quedé enredada en las sabanas. Creo que Rámses había seguido la misma línea de pensamiento porque también pataleaba para quitarse las sabanas de encima y cuando por fin yo pude levantarme, él cayó en el piso de cabeza, con sus pies aun enredados entre la cobijas encima de la cama. Cuando por fin se levantó utilizó unas de las almohadas para taparse su prominente bulto, con sus mejillas tan rojas como de seguro estaban las mías.

Esquivé su mirada sin poder decir nada, tratando de estirar mi pijama por debajo de mis muslos, queriendo cubrir mi ropa interior. Cuando me atreví a mirarlo, sus ojos me escrutaban con descaro y lujuria, tenía su cabeza ladeada y jugueteaba con el piercing de su boca entre sus dientes. Mi rubor se extendió a todo mi cuerpo y anudó en mi vientre.

-Tú...-comencé a decir mientras señalaba su paquete oculto detrás de la almohada-ehm...

Él no lucía ya ni una pizca de apenado, por el contrario, soltó la almohada y se agachó a levantar las cobijas del piso. Su bulto seguía allí y tuve que esquivar la mirada para no ser descubierta en mi indiscreción.

-¿Qué? Es algo perfectamente normal, despertarme así- dijo señalando con su mirada a su entrepierna-, sobre todo si tu luces así-finalizó señalándome con su índice de arriba hasta abajo

-¿Entonces es mi culpa?-pregunté incrédula cruzando los brazos sobre mi pecho. Recordé que tampoco llevaba sostén y mi rubor regresó, creo que después de todo si había sido mi culpa.

-Yo no me estoy quejando y tomaré nota que tú, aunque sorprendida, tampoco lo haces.

Se dirigió hasta el closet, buscando algunas ropas para él y no pude correr la mirada de su trasero firme y redondo, y de los músculos de su espalda tonificada.

-No sé si sea buena idea que sigamos compartiendo la cama-hablé cabizbaja, me sentía apenada y contra todo pronóstico, un poco entristecida por mi decisión. Una carcajada seca salió de sus labios-. ¿De qué te ries?

-Lo que acabas de decir debe ser un chiste, uno no muy bueno, debo agregar.

-No fue un chiste. Creo que...-pero no pude terminar la idea, porque Rámses se giró hacía mí y acortó los pasos que nos separaban.

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now