Capítulo 47. Friendzone o Gayzone

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Arrastré los pies fuera del cuarto y escuché el televisor de la sala encendido. Suspiré profundo. Los chicos estaban abajo y ahora que no había adrenalina en mi cuerpo, solo vergüenza y humillación, estaba famélica. Bajé las escaleras tratando de hacer el menor ruido posible, sabía que era una tontería porque vivía en la misma casa que ellos, pero de verdad, no quería encontrármelos, la sola idea me llenaba de vergüenza.

—Vaya, aquí viene nuestra gatica fiera—anunció Gabriel y Rámses explotó en carcajadas a su lado mientras una ridícula canción sonaba de fondo. ¿Cuánto tiempo perdieron preparando esto?. Les saqué la lengua y seguí de largo hasta la cocina mientras escuché sus pasos y risas detrás de mí.

Mi cena estaba tapada sobre el mesón de la cocina. Esto solo hacía que me enamorará más de Rámses, son sus detalles los que me encantaban día a día. Me senté en frente al plato pero él lo retiró, lo calentó en el microondas y lo volvió a servir. Los hermanos permanecían en absoluto silencio lo cual solo aumentaba mi ansiedad.

Comencé a comer mientras el responsable de salvarme de la inanición me miraba con sus labios curvados en diversión, rodé los ojos pero no podía estar molesta con él, sobre todo cuando la pasta que me preparó sabía tan exquisitamente. Me dio un beso en la mejilla y me sirvió un poco de jugo. Incluso golpeó la mano de su hermano cuando Gabriel intentó robarme un poco de mi comida.

—Bueno Beleza, ya sabemos lo que te llevó a ese muy excitante ataque, pero queremos saber lo que pasó antes—dijo Gabriel en cuanto terminé de comer.

Suspiré profundo y obvié su comentario de "excitante"; terminé de tomarme el jugo y finalmente les conté todo lo ocurrido, desde la llegada de Cólton, la conversación con Pacita, los gritos y cuando me fui; el resto, ya ellos lo habían presenciado, así como también medio instituto.

—Con razón te pusiste así—razonó Rámses cuando terminé de contar.

—Ella insistió demasiado esa noche en que bebiera, se puso tan pesada que comencé a huirle, era parte de mi juego de hacerme el duro—explicó Gabriel, su voz era sombría, su ceño fruncido denotaba lo molesto que se encontraba, y eso era raro de ver en él—. No puedo creer que haya cambiado tanto en tan poco tiempo.

Su cara estaba enrojecida allí donde Marypaz hincó sus uñas, mi vergüenza ahora se mezcló con la rabia de verlo de esa forma.

—Quizás siempre fue así, pero nunca lo exteriorizó—reflexionó Rámses y yo asentí.

—¿Te duele?—le pregunté a mi cuñado.

—Nah, me gusta más cuando los tengo en la espalda, pero no me duelen.

—Lamento tanto haberlos metido en todo esto—hablé escondiendo mi rostro entre mis manos— el lunes todo el Instituto solo hablará de lo que pasó y de cómo estoy jugando un doble play con ustedes y de lo zorra que según soy.

No Juzgues La PortadaWhere stories live. Discover now