Capítulo 41. MI CASA, TU CASA.

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Su mirada se volvió a trabar con la mía, Gabriel no abría la puerta y todo mi plan se vendría abajo si no lo hacía. La sonrisa de victoria bailó en la comisura de su boca pero desapareció tan rápido como llegó cuando Gabriel abrió la puerta.

Se restregó los ojos cuando haciéndolo lucir un tanto infantil y adorable con su cabello enmarañado. Vio primero a Rámses y luego a mí. Con descaro absoluto me recorrió con su mirada desde la cabeza hasta los pies y luego de regreso. Se recostó con sus brazos cruzados sobre el pecho del umbral de la puerta y alzó una ceja. Ni siquiera sabía que podía hacer eso, pero lo hizo y lució sexy. Rámses lo odió.

—¿A qué debo está muy grata sorpresa?

—Nada—dijo Rámses interponiéndose entre su hermano y yo, tratando de taparme de la mirada de Gabriel.

—En realidad—dije haciéndolo a un lado—venía a darte las gracias por hacer el trabajo de Psicología y preguntarte algunas cosas que me quedaron confusas.

—Amelia—me advirtió Rámses en un siseo.

—Rámses—respondí con inocencia.

—No sé qué se traen en manos, pero si me propondrán un trio, acepto—Gabriel estaba divirtiéndose mucho con esta situación.

Retour à votre chambre, mon frère- vuelve a tu cuarto hermano—habló Rámses por encima de su hombro.

Tecnicamente, eu estou no meu quarto, irmão- Técnicamente, estoy en mi cuarto, hermano—respondió Gabriel con sus ojos clavados en mí.

—¡Cierra la puta puerta entonces!—bramó.

—¿Y ser descortés con Mia Beleza que solo vino a ser agradecida?.

De verdad que adoraba a Gabriel, porque no tenía ni idea de mi plan pero se estaba acoplando a él de maravillas. Sonreí aunque lo que quería era reírme.

—¡Amelia!—insistió el francés al borde de la histeria.

—¡Rámses! Solo quiero agradecerle, no tengo malas intenciones.

—Relájate hermano, yo no creo que esté haciendo nada... malo—me recorrió otra vez con su mirada. Él se estaba aprovechando, pero también sabía por su mirada que me estaba siguiendo el juego.

—Amelia, regresa al cuarto ahora—me ordenó Rámses en casi modo huracán, pero no me moví.

—No a menos de que lo reconozcas—crucé los brazos sobre mi pecho y recordé que no llevaba puesto sujetador. Los hermanos también lo notaron porque sus ojos se agrandaron.

Gabriel sonrió más si es que eso era posible a Rámses le comenzó a vibrar una vena de forma extraña en el cuello.

—Si ella quiere quedarse no la puedes obligar hermano. Pasa Beleza, hablemos sobre ese trabajo de Psicología, que sigan los agradecimientos.

No Juzgues La PortadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora