Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!

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Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!

Eran las 3:30 de la madrugada y no había vuelto a ver a Miriam. Quizá se hubieran ido, quizá se habían quedado, y la incertidumbre me estaba matando. Elisa ya se había bebido cuatro mojitos y tres cubatas y todavía se mantenía en pie. ¿Cómo lo hacía? La muy tonta tenía aguante…

Como decía, ya estaba harto de estar a su lado y, obviamente, quise salir de tanto agobio y fui a la azotea de la discoteca, la cual estaba al aire libre y podría respirar aire puro. Le dije a Elisa que me iba fuera —aunque creo que ni se enteró de lo pedo que iba —, y me alejé de ella hasta subir las escalerillas y salir al exterior. Cuando lo hice, respiré hondo e intenté mantenerme despejado. No había caído en que ya no tenía chófer y tendría que conducir hasta el departamento… ebrio. Madre mía, no es que estuviera borracho, pero sobrio…  que digamos sobrio no estaba. Suspirando, me acerqué a la barandilla y fue cuando me di cuenta de que no estaba solo. A mi izquierda, permanecía una mujer abrigada con una chaqueta de hombre de pie que miraba la ciudad con tranquilidad. Cuando me fijé mejor, no podía creerlo, se trataba de Miriam. Ella no se había dado cuenta de mi y eso hizo que me tranquilizara. Pensé en la manera de abordarla… Estaba sola, por lo que, o se había escapado de Alex, o él había ido a otro sitio por urgencia…

La oscuridad nos hacía invisibles y noté como ella se estremecía por el viento que recorría el lugar, se colocó mejor la chaqueta y se puso un mechón de pelo detrás de la oreja. ¿Qué podía decirle? Me tragué la inseguridad y hablé eliminando el pesado silencio de la noche.

   —¿Qué haces aquí sola? —inquirí y ella se volvió sobresaltada. Al comprobar que era yo, relajó la expresión, aunque mantuvo su espalda rígida.

   —Me estaba agobiando. —explicó sin dejar de mirar las luces de las calles y las de las casas que todavía estaban celebrando el comienzo del año 2013…

   —Yo también. Necesitaba respirar aire fresco… aunque haga tanto frío. —me froté las manos y la observé con expectación. Era tan hermosa… La luna reflejaba destellos en su rostro y la hacían aun más guapa que de costumbre. Al sentir mi mirada posada en ella, volteó y me miró, inquieta.

   —Si… hace frío. —se hizo el silencio…

   —¡Feliz año nuevo! —dijimos los dos a la vez. Ella me sonrió y yo también.

   —¿Sabes? Lo de tu madre es cierto. No sé como lo verás, pero tenéis que hacer las paces de una vez. —me fulminó con la mirada y yo miré el cielo estrellado.  

Extrañamente, ahora estaba despejado tras haber descargado una buena cantidad de lluvia. Quisiera ser como las nubes, poder descargar cuando estuviera lleno de emociones incontrolables y olvidarme de ellas por un tiempo. Pero, lastimosamente, eso era imposible. El recuerdo de la ausencia de mi madre pesaba en mi corazón como un martillo sobre un clavo.  

   —Miriam, no quiero hablar de ello ahora. ¿No es que habías venido para disfrutar del año nuevo? —cambié de tema y ella bufó.

   —Claro, y lo estoy haciendo… Pero, en serio, me preocupas. —crispé los puños. Odiaba que sintiera lástima por mi.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora