Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?

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Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?

Media hora después de que Miriam supiera lo del periodista, me encontraba encerrado en el despacho más serio de lo normal. Acababa de llamar a Alex para quedar en uno de sus departamentos, el más cercano. Ese en concreto quedaba a media hora en coche, lo que no era muy genial, pero tampoco me quejaba. Aclaro que a Alex le compraron sus padres dos apartamentos. Uno en el centro y otro a las afueras de la ciudad. El muy cabrón lo tenía todo, aunque prefería vivir en la mansión de sus padres, como estudiaba y la universidad estaba más cerca de la casa de sus padres, esto le venía mejor. Por otro lado, usaba esas casas suyas para meter a infinidad de chicas a las que utilizaba y luego las dejaba tiradas. Es por eso que odio que se acerque a Miriam…

Salgo de mis pensamientos al comprobar qué hora es. Quedaba justamente media hora para la cita. Me mesé los cabellos hacia atrás y suspiré, no sabía si hacía bien al contarle todo lo de Elisa, pero con alguien me tenía que desahogar, así que…

*~*~*~*

Aparco en frente del bloque de departamentos totalmente impaciente. Deseaba poder contarle todo, hasta lo de Miriam. Tenía que dejarle claro que él debía alejarse de ella. Quería quitar de en medio a mi primo, dejarlo fuera del juego y poder respirar tranquilo. Si él se rendía, ya no tendría que preocuparme de que a Miriam le molestaran más idiotas. Por otra parte, arriesgaba mucho al contarle a alguien lo sucedido porque, si Elisa se enteraba, podría dar por perdida mi doble vida… y no solo eso, podría poner en peligro a Miriam para el resto de su vida. Ni siquiera tendría oportunidad de ejercer como cantante por las interminables acusaciones contra la infidelidad de Ren.

Me llevé la mano a la cara y medité la jugada. Debía ser discreto y, el departamento de Alex pasaba desapercibido porque no tenía mucho lujo, más bien parecía un piso normal. La avenida en la cual se encontraba no era muy popular ni tampoco nadie había oído hablar de la vivienda de Alex, es por eso que me sentía relativamente seguro, aunque, por si acaso, al apearme de mi coche, miré alrededor para verificar que nadie me siguiera.

Dudaba que Elisa hubiera contratado a alguien más en tan poco tiempo como para darme problemas, por lo que me ajusté las gafas de pardillo y caminé hasta alcanzar la puerta de entrada al bloque. Pulsé el número 7-B y esperé a que alguien contestara…

   —¿Daniel? —preguntó Alex a través del telefonillo.

   —Abre. —ordené sin apartar los ojos de la carretera, la acera del frente y las diversas tiendas que había a mi alrededor. Toda precaución era poca.

Alex me abrió la puerta por medio del timbre y pasé de inmediato. Caminé delante de un espejo, un montón de buzones y, finalmente, por el ascensor. Marqué y me crucé de brazos hasta que el mismo acabó bajando y abrió sus puertas con una odiosa lentitud. Pasé al interior y pulsé el botón 7.

Por fin estuve allí y fui directamente a la puerta marrón con dos jarrones griegos instalados en los laterales de la misma. Llamé al timbre y, casi al mismo tiempo, Alex me abrió. Entré y nos saludamos.

   —Hola, primo, ¿Por qué tanta prisa en verme y aquí? —inquirió dejándome espacio para pasar al inmenso salón. Me tiré sin cuidado en uno de sus sillones de cuero y suspiré tratando de explicarle todo lo más claro posible…

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora