Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!

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Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!


El resto del día lo pasé más o menos igual. Estuve encerrada en mi habitación eligiendo una canción para cantar el viernes, y, como no, quise una que mostrara casi todo mi registro, casi porque no deseaba mostrar todos mis “trucos”. Así que elegí “Run” de Leona Lewis. Me llevó unas horas escogerla, por lo que cuando miré el reloj, eran las ocho y media. No había visto a Daniel ni una vez en todo el día, aunque sabía que le había salido bien el examen —porque a Lidia se lo dijo—, estaba preocupada por él. ¡Si, lo sé! No debería pensar en él, pero… pero me es inevitable. Es como si intentara pensar en cualquier cosa pero, cuando ya te confías, vuelves a recordar su rostro, su voz, su tacto… ¡¡Ah!! Me estoy volviendo loca…

Bueno, para esta hora debe de estar ya aquí, así que voy a dar una vuelta por la mansión para ver si me encuentro “accidentalmente” con él.

Aunque sabía que era mejor tratar de evitarle, no por nada, sino por mi salud mental, no podía evitar querer verle. Verle no es malo, ¿verdad? Bueno, mejor me apresuro e inspecciono su cuarto, por si acaso ha vuelto —pero no lo creo porque he estado pendiente de todos los sonidos cercanos —.

Con sigilo, llamo a la puerta, tres toques y nada. La abro y no lo encuentro. Es entonces cuando veo al mayordomo Carmelo mirándome con ojos entrecerrados y una sonrisa que me da escalofríos. Doy un respingo y cierro la puerta de inmediato. ¡No lo había oído! Le sonrío fingiendo tranquilidad y él dice:

—¿Quiere algo del señorito Daniel? —su voz suena más interesada que de costumbre… ¿o serán imaginaciones mías?

—Solo deseaba decirle algo, ¿por casualidad le habrás visto? —inquirí con autoridad. No suelo tratar así a los empleados, pero este hombrecillo me pone los pelos de punta.

—Si, está en su despacho, ¿quiere que le avise? —niego rápidamente con la cabeza.

—No, gracias. Ya voy yo.

Sin más, me apresuro a alejarme de él y desciendo las escaleras. Justo veo a una de las empleadas cuchichear con otra, se trata de Sarita, quien habla con Laura —otra empleada—. Oigo a escondidas la conversación…

—¡¡Todavía no me creo que Ren viva con nosotras!! —susurra entusiasmada Sarita. Laura la secunda.

—¡Ni yo! Pero es genial. Esta mañana he entrado a su dormitorio con el pretexto de dejar ropa limpia, ¡y lo he visto sin camiseta! ¡Dios! Y yo que pensaba que Daniel era un pardillo… ¿cómo no me he dado cuenta antes? —se toca la cara y está toda sonrojada.

¿Qué cómo me siento ahora mismo? ¡Puff! Quiero estrujarle el cuello a Laura por entrar al cuarto de MI Daniel y verle así… ¡No lo soporto!

Acabo por intervenir entre las dos. Cuando me vieron aparecer callaron de inmediato y siguieron con sus labores. Yo las miré con enfado pero me ignoraron como buenamente pudieron. Una vez que pasé de largo, suspiré. ¡Tontas! Yo lo he visto desnudo, ¡entero para mí! ¡Ja!

¿Y de qué te ha servido? ¿Eh? Si no puedes volver a tenerle no importa lo que hayas hecho antes, ahora es de Elisa…

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora