Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.

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Autora: ¡Buenas! Siento de verdad haber tardado tanto, pero he estado ocupada y además, el verano es lo que tiene, jeje. Bueno, ya tenéis nuevo capítulo. Esta vez narrará Daniel y volverá la pareja principal. Seguro que la echábais de menos ^-^  En fin, es un capítulo más corto que el anterior, pero espero que os guste. ¡Ah! Recuerdo que esta historia es "R" porque hay ciertas escenas de sexo, pues bien, atended la advertencia vaya a ser que no os gusten dichas partes...

Sin más, ¡disfrutad! =)

Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.

Un mes después… 19:00 h.

Daniel

Separé las piernas de mi novia y acaricié la cosita peluda que albergaba entre ellas. Miriam profirió un gemido de frustración, quizá no le había gustado lo que hacía. En cualquier caso, sus labios permanecieron cerrados formando una fina línea. La observé y sonreí de medio lado. No podía estar más guapa, incluso a medio vestir.

—¡Daniel! En vez de acariciar al gato podrías ayudarme a levantarme. —me reí un poco y luego le tendí mi mano. Cuando estuvo de pie, regañé al pobre gato, el cual se coló por debajo de los pies de Miriam y esta resbaló hasta caer. El gato quedó atrapado entre sus piernas.

—Gato malo. —observé a mi novia —. No vuelvas a hacer eso o te echaré de esta casa. —solté a Diego mientras Miriam me miró entrecerrando los ojos. Diego era un gato que Miriam encontró por la calle, y como no llevaba collar se lo quedó de inmediato. Como consecuencia yo también debía aceptarlo aunque no me agradaran esos animales interesados…

—Sé que te estás burlando de mí. —carraspeó —. Bueno, ¿me podrías ayudar a subir la cremallera del vestido? Es que se traba y no sé porque…—me mordí la lengua para no decir que sin ropa estaba mejor. Así que me acerqué a ella y puse mis manos sobre su desnuda espalda. Al hacerlo, comprobé cuan suave era su piel y me encendí. Desde que comenzamos a salir he estado queriendo tenerla debajo de mí y hacerle el amor miles de veces, pero entre unas cosas u otras, nunca tenía suerte, y Miriam no parecía notar mi frustración.

Después de que mi madre y Luis regresaran juntos, él y Miriam volvieron a la mansión, pero claro, el cuarto de mi novia pasó de estar a mi lado, para instalarse en la otra punta de la casa. Cortesía de Luis. Bueno, por lo menos vivía conmigo, de una forma u otra. En cualquier caso, esta mansión no había estado tan llena de amor como hasta ahora, y eso se notaba. Mi madre no dejaba de estar junto a Luis en todos los ratos libres que ambos tenían. Y por mi parte hacía lo mismo con Miriam, salvo cuando debía rodar o ir a estudiar que, desgraciadamente, ocupaban mucho de mi tiempo. Al final, y para frustración de Alex, Miriam regresó a las clases de canto pues mi tío Francisco así lo había querido. Al parecer mi madre le contó a mi tía Almudena que Miriam quería seguir en clases de canto y al día siguiente todo quedó resuelto. Miriam estaba yendo a esas clases desde hacía dos semanas. Como consecuencia, su ánimo creció y se veía espléndida, aunque claro, la sombra de Alex todavía nos perseguía. El muy tonto no aparecía ni para saludar, lo cual no era del todo agradable. Mi tía estaba de los nervios y mi tío de mal humor. Despotricaban de lo insensato que era su hijo por dejarlos así, sin aparentes explicaciones. Aunque más o menos lo entendía. Si yo estuviera en su lugar, pensaría muy bien las cosas. Seguramente habría hecho lo mismo. Alejarse del lugar por un tiempo y meditar bien. Aun así…

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora