Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.

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Autora: ¡Hola! ¿Qué tal? Espero que os este gustando la historia. Por otro lado, este capítulo esta narrado por Luis. Así entendéis más cosillas ;) Por cierto, ¡muchas gracias por las numerosas visitas y los geniales comentarios y votos! Sin vosotros no podría seguir *-*

Sin más, ¡disfrutad!

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Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.

Martes, dos días atrás. 15:15 h

Luis

Saludé a Lidia al mismo tiempo que veía cómo mi hija huía de la escena. Suspiré y fruncí el ceño. No me gustaba nada lo que Daniel hacía con mi hija. ¡No lo soportaba! Ella era mi pequeña y, por muy mal padre que fuera, la quiero y la tengo que proteger. Debo mantener la promesa que le hice a su madre. Y jamás la dejaré en manos de ese muchacho que no sabía ni lo que quería. 

“Al principio creí en verdad que él era el típico pijo. Un pardillo. Pero de ahí a que fuera un actor famoso y que engañara hasta a su madre. Había límites para todo, y esta no era una excepción. Ya de por si no me caía bien ese chaval, era como demasiado rarito, y me incomodaba el estar cerca de él. Pero, para que Lidia creyera que podía confiar en mí, pasé algún que otro momento con Daniel. Aun así, eso fue antes de que me enamorara de ella.

“Lidia era una diosa. No, una divinidad… y un cielo de mujer. No podía haberme casado con otra mejor —claro está, después de mi esposa fallecida—. Y fui un idiota al fingir que no la quería porque en verdad sentía algo por ella desde el principio, cuando la conocí. Fue un flechado extraño pues no acostumbraba a enamorarme de nadie. Yo solía ser un don Juan, alguien que se acostaba con todas las mujeres deseables de la ciudad y ninguna se me resistía. Sin embargo, cuando vi a Lidia Saldivar pasear sola por un parque telefoneando a alguien, no pude apartar mis ojos de ella.

“En ese entonces ya conocía mi situación; debía dejar la casa dentro de dos meses. Pero no sabía cómo lo haría ni donde viviría a partir de ahora. Era un jodido perdedor que no supo cuidar a su única hija. Y de eso me arrepentiré toda la vida. Muchas veces, cuando falleció mi esposa, pensé en dejar a Miriam con su tía, la hermana de mi esposa. Para que así tuviera una vida mejor. Yo bebía a menudo, y casi nunca pasaba por casa más que para acostarme. Eso si, nunca metí a una extraña en mi hogar. Le debía respeto a mi hija. Por supuesto, cuando vi a Lidia ya tramaba un plan de caza. Quería a una mujer rica y poderosa para mantenernos a mi hija y a mí.

“No obstante, no esperé encapricharme de una mujer que no conocía de nada y que, casualmente, era millonaria. La suerte me sonreía, pero nunca acabé por enamorarme de ella. Tan solo me atraía físicamente. Porque, no nos engañemos, era una belleza de mujer. Con su cabellera negra, esos ojos azules eléctricos y esa mirada sensual… Si, justo el tipo de mujer que me gustaba.

“Al principio no lo dudé, ataqué. Y me salió bien la jugada. Cuando pasaron dos semanas —en las que salí con ella—, le conté que tenía una hija de diecisiete años. Ella se alegró mucho porque tenía un hijo de veinte que necesitaba una hermanita. En fin, a mí no me importaba eso, pero bueno. Luego, al mes de salir, me pidió ver a mi hija y le dije que no era buena idea. Yo quería aplazar al máximo el tiempo para dejar mi casa, y así era la única manera. Por otra parte, estaba pasando últimamente de Miriam y tenía la certeza de que no me perdonaría tan fácilmente. Y menos si traía una mujer conmigo…

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora