Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...

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Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día…

 

Sonó la alarma y tuve que despertarme bruscamente. Eran las 8:00 de la mañana y no había pegado ojo desde que tuve la pesadilla, seguro que tendría unas ojeras impresionantes, y lo peor de todo, me preocupaba que Daniel me viera en este estado…

Como cada mañana, me fui al baño y me duché, fue una ducha relajante, me tomé todo el tiempo del mundo y disfruté de, al menos, ese momento íntimo, ya que últimamente escaseaban. Y ahora que vamos al caso, creo recordar que Daniel se mostró muy dulce conmigo esta madrugada, y no solo eso, sino que sentí cómo me transmitía calor y fuerza. Era una sensación extrañamente placentera y quería repetir ese momento… ¡No sé qué demonios me pasaba pero no es normal que sienta esto! No, y creo que se debe a la falta de sueño…

Echa un lío, salí del baño envuelta en una toalla y me miré al espejo. Tenía unas ojeras de campeonato y no hacía más que bostezar. Lo único mono que tenía era mi melena castaña, la cual caía mojada por mis hombros. Daba pena. 

Me sequé el pelo aun sin vestir –es una manía que tengo desde siempre –, y, cuando lo hube hecho, me empecé a vestir. Para hoy había elegido un conjunto sencillo, de todas formas, no iba a salir de casa, tenía que ensayar de una buena vez la canción, ¡me quedaban dos días y no me la sabía del todo!

Con ese pensamiento, me puse unos pantalones vaqueros y una camisa de cuello vuelto azul, me até el pelo en una coleta alta y me calcé unos botines marrones, sin tacón. Había caído en la conclusión de que tenía más pares de zapatos que la propia reina de Inglaterra. De tacón, de deporte, de casa, casuales… ¡No sabía que había tantas clases de calzados! Pero bueno, a lo que íbamos, salí de la habitación y bajé las escaleras hasta la cocina, saludé a Rosa, quien no se dio cuenta de que había entrado.

   –Buenos días. –saludé intentando sonreír un poco. Ella se dio la vuelta y me respondió.

   –Buenos días, ¿qué te apetece desayunar? –hoy estaba más seria de lo habitual.

   –Unas tostadas con tomate y aceite. –respondí con hambre. Ella asintió desganada.

   –Vale…

La miré mejor, llevaba la camisa del revés y su delantal estaba mal puesto. Su melena negra y lisa no tenía el mismo aspecto pulcro de otras veces… algo malo le sucedía. Me preocupé por ella, así que, como buena chica que era, pregunté.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora