Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?

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Autora: ¡Hola queridos lectores! ^-^ Aquí os traigo otro capítulo recién salido del horno, je, je. Espero que os guste porque por fin se acaba la tortura (véase la del instituto :p) Pero pasa algo que os dejará desconcertados...

Bueno, muchas gracias por todas las visitas, los votos y los comentarios. ¡Os lo agradezco de verdad! *-*

En fin, ¡pasad y leed!

*~*~*~*~*

Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?

 

Martes. 7:10 h.

Miriam

No podía creer que estuviera en la entrada del instituto a estas horas de la mañana. ¡Si faltaba una hora y media para que abriera sus puertas! Pero no, mi amiga del alma quería que nos viéramos a esta maldita hora para… ¿para qué? Ni si quiera me dio pistas. Sabía que tenía un plan, pero ese plan podría ejecutarse a una hora más decente. En fin, me apeé de la limusina seguida por Alberto y me abrigué más aun. A estas horas —bueno, a todas horas—, hacía un frío de muerte y no lo soportaba. Pero, me dije, todo sea por librarme del estúpido rumor que Juan divulgó por todo el instituto. ¡Ah! De solo recordarlo me ponía enferma. Si tan solo el imbécil ese confesara que todo era una mentira, mi vida sería totalmente de cuento. Con un gran novio, un padre que enderezaba su vida —o eso creía—, y una lujosa y bonita mansión. Si, ¿quién puede pedir más? Obviamente algo malo debía de pasarme para que no fuera del todo feliz. Era como el dichoso karma, ¿habré hecho algo malo en mi vida pasada? ¿O alguien escribe el guión de mi vida y no quiere dejarme en paz? A lo mejor me estaban grabando con una cámara oculta y todo es una broma de la televisión. Si… eso era más que posible si tenemos en cuenta que a una adolescente normal como yo no podrían estar pasándole tantas cosas a la vez.

Salí de mis atolondrados pensamientos y caminé hasta llegar a las puertas del edificio. Cómo no, estaba cerrado. Sin embargo, divisé a una figura femenina sentada en un banco frente a la puerta. Pensé que era Sandra, por lo que fui directa a ella seguida por Alberto. Cuando me acerqué, Sandra se levantó y me fulminó con la mirada. Vaya recibimiento.

   —¡Has tardado diez minutos! Oye, esto no es una broma. —alcé mis manos en son de paz y sonreí tímidamente.

   —Lo siento, ya sabes que odio madrugar tanto. —mi amiga rodó los ojos y me asió del brazo con impaciencia. Me dejé arrastrar para ver a dónde me conducía pero, al ver que íbamos directas a la puerta principal, protesté.

   —¡Si está cerrada! ¿Es que no lo ves? —Sandra suspiró y me dejó libre.

   —Tú solo sígueme y mantén la boca cerrada. Esto es para expertas. —aseguró ella aferrándose a la manivela de la puerta. La giró y esta cedió dejándonos entrar. Yo no podía creérmelo. ¿Por qué estaría abierta a estas horas?

Cuando entramos, ella se volteó para mirarme con una sonrisa de listilla.

   —Lo tengo todo controlado, no te preocupes. —confió ella caminando.

   —¿Cómo sabías que estaría abierta? ¿Y por qué lo esta? —pregunté sin poder evitar mi curiosidad.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora