Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.

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Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.

 

Martes, 16 de enero.

 

Daniel

Recién salido de la ducha, envuelvo mi cintura con una toalla negra y me paso los dedos por el húmedo cabello negro y un poco largo… Pensé que debería ir a cortármelo, pero mejor me lo dejo así, después de todo, el protagonista de la serie que estoy haciendo tiene el cabello largo… Resoplo y me miro en el espejo: veo a un hombre preocupado y muy dolido. Aunque aliviado en cierto modo ya que Miriam y yo hemos llegado a una tregua… Por lo menos, sé que ella aun me ama… No me lo dijo así, mas lo intuía por cómo me miraba o me dirigía la palabra.

Debe saber que estoy cambiando, debe saberlo pero aun se hace la dura, y no la culpo. Después de haberla engañado con lo de las fotos y haberla dejado de lado en mis planes… Como consecuencia, ella buscó sus propios medios para ayudarme con Elisa. Alex había resultado ser de gran ayuda, ¡decisiva diría yo! Y precisamente este día iba a ir a verle. Pero primero, tendría que hacer el dichoso examen… No es que estuviera nervioso ni preocupado, pero era una obligación que en estos momentos, no me apetecía hacer nada.

Bajo la vista hasta mi pecho y sonrío. Aunque toda esta situación me ha dejado K.O, por lo menos aun tengo mi espléndida figura…

Salgo del baño y me cambio. Elijo la ropa hortera de siempre y me engomino el pelo… ¡Cómo odio llevar esto! Ahora no tenía sentido llevar tal cosa, todos sabían quien era en realidad, pero en la universidad era otra cosa… Todavía creían que era un pardillo buena gente, ¡ja! Y no sabían lo que en verdad era. Si tan solo esos falsos supieran que soy el actor que adoran…

Salí de mi cuarto, ya vestido y preparado, y miré el reloj de pulsera. Eran las nueve, tenía media hora para llegar a la universidad y hacer el maldito examen y, después, iría a ver a Alex.

Mientras bajaba al comedor, pensé en lo que ayer ocurrió en nuestra ausencia. Eso de que robaran y nadie viera al ladrón me resultaba muy sospechoso, y más aun el mayordomo. Ahora debía vigilarlo constantemente para averiguar si en verdad era un infiltrado o no. En cuanto Rosa me vio, me trajo el desayuno de siempre —tostadas con jamón —, y luego se fue para seguir en la cocina. Mi madre ya se había levantado temprano para ir a trabajar y Luis estaría con ella para empezar su empleo.

Luis… no me quito de la cabeza que ese hombre sabe algo relacionado conmigo, o que lo intuye. En cualquier caso, debería extremar las precauciones. No es que me preocupe a mí, pero Miriam era otra cosa. Aunque no lo supiera, yo sabía que este tema le traía a la angustia. Era solo mencionar a su padre y se ponía nerviosa, como que no quería decepcionarlo… Quizá solo sea mi imaginación, pero sabía que ella —aunque demostrara que le preocupaba el tema de él y mi madre —, no solo estaba así por él. A lo mejor me equivoco, pero quizá su padre sea el que más problemas daría a la hora de sincerar nuestro amor. Mi madre, al fin y al cabo, ahora estaba más pendiente de que yo me sintiera bien y no sería capaz de contradecir lo que siento por Miriam, pero Luis… No lo conocía lo suficiente como para dar mi opinión, mas no me gustaba como me miraba.

Cuando terminé de desayunar, fui a la entrada y me puse mi abrigo largo, miré de rojo al mayordomo y vi que no me quitaba el ojo de encima. Divisé a mi guardaespaldas fuera, debajo del porche, y fui junto a él. Ya a su lado, le comenté que si podía mandar a alguien para vigilar al mayordomo Carmelo durante todo el día, a lo que me respondió que sí de inmediato. Entró en la casa y lo esperé hasta que, después de cinco minutos, apareció poniéndose las gafas de sol oscuras.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora