Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.

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Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.

 

Domingo 21:30 h.

 

Daniel

 

La habitación cada vez se me hacía más pequeña. A medida que abría y cerraba los ojos, me imaginaba que cada cosa estaba en diferentes lugares y me mareaba. El ordenador, el lapicero, la ventana, los libros. Obviamente era mi imaginación, que me jugaba malas pasadas. Suspiré, estaba tendido sobre mi cama cansado hasta la extenuación. Hoy no había sido mi mejor día, así como estas últimas semanas tampoco. Tenía tal magnitud de cosas en la cabeza que era insoportable estar en mi mente. Me toqué la frente y noté nuevas arrugas en ella. Genial, esto me pasa por estar continuamente frustrado y preocupado por todo.

Me siento en la cama y miro mis manos, las cuales tenía apretadas tan fuerte, que se me marcaban los nudillos. El anillo que Miriam me regaló para darme buena suerte reposaba en mi dedo pulgar. Era un poco feo, pero a mi no me importaba, solo quería tener un recuerdo de ella. Me quité el anillo y lo observé unos segundos. Luego, me lo puse de nuevo levantándome. Estaba tan cansado de todo que quería dormir, pero mi estómago gruñó y, como consecuencia, tuve que bajar a cenar algo.

Por el camino, pensé en todo lo que había pasado en tan solo unas semanas… Y, específicamente, me concentré en lo que había ocurrido con Alex el primer día del año…

Flash back.

 

Alex y yo estábamos en la casita, mirándonos, examinándonos como dos contrincantes, entonces, cuando supe que Miriam se había marchado, me acerqué a él y lo alcé unos centímetros del suelo. Intentó soltarse, pero yo estaba muy furioso, por lo que tenía más fuerza que de costumbre. Alex me miraba entre enfadado y preocupado,  lo solté de golpe y este acabó cayendo al suelo sin delicadeza. Lo miré desde arriba con desprecio.

 

   —No eres un hombre, eres un traidor y violador. —escupí cuan duro podía pronunciar en ese momento. Él se levantó y se llevó las manos al estómago por el daño que le causó mi patada.

 

   —¿Por qué te pones así? Vamos, ¡solo es una chica más! ¿Qué importancia tiene? ¿Eh? —espetó gritando. Jamás lo había visto tan pasional, y eso me consternó, pero no me amilané, sino que aumenté el volumen de mi voz.

 

   —¡¡Es Miriam, joder!! Estoy enamorado de ella y te lo dije, ¿por qué no dejas de hacerle daño? ¡Si la quieres, déjala ser feliz! —entrecerró los ojos y se abalanzó contra mí.

 

Comenzamos a pegarnos hasta que nos cansamos y decidí hacer algo que normalmente no haría. Quería hacerle sufrir como seguramente lo ha hecho con Miriam, así que lo até a una silla a la fuerza y se tiró así toda la noche. Yo, como estaba tan cansado por el esfuerzo, me tumbé en la cama.

 

   —Daniel… lo siento, yo no pensaba con la cabeza. —dijo Alex después de un rato.

 

   —Desde luego, pensaste con otra parte de tu cuerpo… —susurré harto de estar con él en la misma habitación. Pero estaba tan agotado que no podía moverme.

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora