Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...

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Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo…


Después del incidente en el cual Daniel y Elisa me vieron con Pablo, fui a casa derechita y sin interrupciones. Lo que menos quería ahora era encontrarme con más gente… No sé como reaccionará Daniel cuando venga a casa, si es que viene temprano, pero no quiero saberlo. Por otro lado, hoy he sacado en claro dos cosas: que Pablo sabe cosas sobre Elisa y me puede ayudar, y que la idiota había hecho algo a Ariadna en el pasado. Cuando Ariadna se ponía así era por algo, y debía averiguarlo.

Lo que me choca de Pablo es que parece simpático, pero es muy enigmático y no sé como actuar con él. En cambio, Ariadna es muy predecible, cosa que me encanta porque sé como debo actuar con ella. Además, y pensando en otra cosa, Alberto me salvaría en cualquier situación. Eso es lo único que me gusta de todo esto… Pero el fin de semana no estaría conmigo, con lo que debería tener cuidado… —Y si, estoy siendo paranoica—. ¿Quién me querría hacer daño? Bueno, pues ahora mismo, Juan, Elisa y sus sicarios —nótese el sarcasmo—, y no sé quien más pero ya no estoy segura.

Ya en casa, me recibe Carmelo con su sonrisa de siempre y me indica que no hay nadie en casa. Lidia se había ido con mi padre a cenar por ahí… Suspiré, por lo menos hay alguien en esta “familia” que se lo pasa bien. Yo estoy exhausta y deseo irme a la cama… El día de hoy ha sido agotador, además, mañana he quedado con Pablo a las doce y luego por la tarde iría con Sandra a dar una vuelta. La verdad es que no soporto mentir a mi mejor amiga, es más, estoy por decirle toda la verdad, a ver qué me puede aconsejar… Aunque claro, a lo mejor la meto en un lío, y cuanta menos gente sepa lo mío más tranquilidad.

En fin, subo a mi cuarto y me cambio de ropa —me pongo un chándal azul cielo—, y bajo a ver a Rosa. Hace tiempo que no le hablo como se debe… Me la encuentro en la cocina, preparándome la cena. Y preguntaréis: ¿cómo sabe cuando he venido? Fácil, porque el mayordomo lo cuenta todo… Es un chismoso de primera.

En cuanto Rosa me ve, me abraza y me sonríe. Parece más contenta de lo habitual…

—¿Qué tal el día, cariño? —me pregunta troceando unas verduras. Yo me apoyo en la pared y suspiro —.Veo que por tu cara, no ha sido el mejor día de la semana, ¿verdad?

—Y que lo digas. Quiero dormir y olvidarme de todo. ¿Sabes? A veces deseo no haber venido a esta familia. Es como si todo mi mundo hubiera cambiado. Ya no soy la misma de antes y estoy asustada. —revelo a mi gran confidente Rosa. La quiero como una hermana mayor… ¡Cuánto he deseado tener una hermana mayor! Y más cuando se fue mi madre, me sentí tremendamente sola. Mi padre no es que fuera malo —ya sabéis su horrible historia—, pero nunca será una madre para mí. En cualquier caso, Rosa paró de trocear y me miró con tristeza.

—Yo que ando contenta, y tú me pones triste. —opinó dramáticamente. Sonreí un poco.

—Lo siento, es que no sé en qué líos me estoy metiendo…

—Adivino que tiene que ver con el señorito Daniel. O Ren… ya no estoy segura de cómo llamarle. —puso una mueca rara y carcajeé muy alto.

—Si Rosa, tiene que ver con él. Aunque esta vez no es su culpa… sino de su novia. La muy tonta nos está chantajeando para que no salgamos y él finja que ella es su novia. ¡No la soporto! Y lo peor es que no podemos hacer nada porque… —Rosa me mira con ganas de saber más pero… ¿cómo le digo que tiene unas fotos MUY comprometidas de nosotros?

Conviviendo con la Mentira © [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora