Alissa ✔️

By Deborah_Coria

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Alissa
DEDICATORIA
♠ Prólogo ♠
♠ Ocultos por la luna ♠
♠ Noticia inesperada ♠
♠ Pequeños secretos ♠
♠ Nostalgia ♠
♠ Secretos oscuros ♠
♠ Camino a la perdición ♠
♠ Último recurso ♠
♠ La boda ♠
♠ La historia de Narisa ♠
♠ Sin perdón ♠
♠ Sombras en la oscuridad ♠
♠ Revelaciones ♠
♠ Pérdida de la Inocencia ♠
♠ Bienvenida a la Oscuridad ♠
♠ Condenada por Amor ♠
SEGUNDA PARTE ♠ Bienvenida al nuevo mundo ♠
♠ De regreso al pasado del nuevo presente ♠
♠ El Primer amor de Narisa ♠
♠ De Regreso a la Oscuridad ♠
♠ En busca del amor♠
♠ Victoria ♠
♠ Rosas Negras ♠
♠ La Piedra de Luz ♠
♠ Sedienta de Maldad ♠
♠ La Profecía ♠
♠ La Semilla del Mal ♠
♠ La era Oscura ♠
♠ La Rebelión ♠
♠ Lealtades y Traiciones ♠
♠ Preludio en tinieblas ♠
♠ El infierno se desata ♠
♠ Ensueño ♠
♠ Epílogo ♠

♠ Prisionero del Deseo ♠

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By Deborah_Coria

Leonardo se hospedaba en una lujosa habitación. Estaba sentado en la cama leyendo un libro, preguntándose si Alissa aún esperaba por él o ya había olvidado su promesa de amor eterno. La manija de la puerta giró y por un instante imaginó que sería ella quien ingresaba. Pero fue Victoria quien lo hizo, un sensual vestido rojo acariciaba su piel. Por unos segundos el joven quedó obnubilado por la belleza de la pelirroja, pero en cuanto sus labios se separaron para hablar, él reaccionó.

—Tenemos novedades de Alissa.

—¿La hallaron? —preguntó esperanzado.

—Sí y no. Pero no quiero ser yo quien te dé las noticias. Permíteme llevarte con David, él te explicará todo mejor que yo.

—De acuerdo —respondió algo desesperanzado ante la noticia que estaba a punto de oír. Tenía la corazonada de que las cosas no irían bien.

Dejó a un lado el libro y se puso de pie. Siguió a la joven a través de un largo pasillo. Antes de entrar a la sala donde "David" lo esperaba, Victoria lo tomó con dulzura del brazo.

—No estás solo, Leonardo. Aquí tienes "amigos" que te apoyan. No dudes en buscarme en caso de que lo necesites.

—Gracias —respondió ante la amabilidad de Victoria. Ella había sido de gran apoyo desde la noche anterior, cuando llegó a la nueva morada, y estaba muy agradecido porque, además de David, recibía apoyo de alguien más.

Suspiró para calmar los nervios que lo consumían. Abrió la puerta que estaba frente a él. Al final de la gran habitación, una silla decorada con oro hacía de trono y "David" se encontraba sentado allí. Le resultó extraño, ya que él siempre había sido muy humilde, pero no cabían dudas de que era él. La habitación se estaba iluminada con velas que jugaban con la oscuridad, proyectando sombras alargadas y tenebrosas.

—David, me ha contado Victoria que han hallado a Alissa.

—Así es, Leonardo —dijo con arrogancia, algo que era muy raro en él—. Hemos encontrado a mi hermana y me siento muy feliz por ello. Pero no todo son buenas noticias.

—¿A qué te refieres?

"David" no era más que Tadeus bajo una ilusión óptica que había creado Victoria. Se puso de pie y caminó hasta el joven, puso su mano izquierda en el hombro de él y lo miró con pena.

—La he traído hasta aquí para que le veas, pero déjame advertirte de que no es la Alissa que recuerdas. Ha cambiado y pues, quiero que ella te dé la noticia.

"David" hizo señas a los demás vampiros para que abrieran una puerta lateral por donde ingresó Victoria fingiendo ser Alissa. La había retratado lo más parecido a la realidad para que Leonardo creyese todo lo que sucedería a continuación.

Leonardo sintió muchas ganas de ir a besarla. Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Sí, era verdad que su aspecto angelical había desaparecido, pero la modernidad le sentaba bien. No veía nada malo en ella... Aunque, observándola mejor, la frialdad presente en sus ojos lo estremeció. Todavía recordaba la calidez con la que solía mirarlo. El brillo había desaparecido de su mirada.

La sonrisa al verla se fue desdibujando ante la marcada indiferencia de la joven. Atónito ante la situación, miró a "David", quien le correspondió con una mirada de compasión. Le hizo señas para que se acercara a ella y eso fue lo que hizo. "David" los dejó solos en esa enorme y fría habitación, pues tenían mucho de qué hablar.

—Alissa —extendió su mano hacia ella.

—Leonardo —susurró, sin corresponderle el saludo con la mano—. Veo que has esperado por mí.

—Prometí amarte durante la eternidad. He contado los días y las noches para volver a verte —se acercó más a ella.

—Lo sé —dijo cabizbaja, mientras tomaba cierta distancia—. Pero las cosas han cambiado. Nosotros hemos cambiado, el mundo ha cambiado... los sentimientos han cambiado.

—Mis sentimientos por ti siguen intactos.

—Lo lamento, Leonardo. Pero siento que no puedo corresponder a tus sentimientos. Hace tiempo que he llegado hasta aquí, sin embargo, no fuiste al primero que he buscado.

—¿Cómo? —preguntó algo confuso.

—Durante tantos años alimenté mi sed de venganza hacia Tadeus y lo primero que hice al llegar fue ir a buscarlo con la finalidad de matarlo, pero...

—¿Pero? —preguntó impaciente ante el silencio de "Alissa".

—Pero mi encuentro con él fue algo... diferente. No era lo que esperaba y mucho menos lo que imaginaba.

—¿En qué sentido? —Leonardo no reconocía a la mujer con la que hablaba.

—Él ha cambiado. Ya no es aquel hombre malvado y egoísta que conocimos. Ha sido todo un caballero conmigo. Él... me ha conquistado.

—¿Estás enamorada de él? —preguntó el joven con cierta ironía—. No puedo creer lo que escucho. No puedes estar enamorada de un hombre tan perverso como él —vociferó iracundo.

—¿Qué sabes tú de él? —inquirió con sorna—. Soy yo la que lo conoce desde la infancia. Soy yo la que ha conversado con él en este último tiempo —estaba exaltada, por lo que trató de calmarse para continuar—. No te pido que me comprendas, solo te pido que hagas tu vida, así como yo reconstruí la mía.

—No puedo creer en ti —se alejó de ella, caminando hacia la salida. Sus ojos estaban brillosos a causa de las lágrimas que se acumulaban.

—Tú me dejaste anclada en 1800. Me dejaste sola después de que me convertiste en el monstruo que soy —reprochó con odio, llorando—. Si me hubieses amado me hubieses protegido. Me convertiste en un ser oscuro y despreciable. ¡Me abandonaste!

—Sabes que yo no quería abandonarte. Tadeus usó a una bruja para que me enviaran aquí. Pareciera que ya no recordaras cómo sucedieron las cosas.

—Sí, lo recuerdo muy bien. Placer y dolor se fundieron en mi cuerpo. Para ti lo que fueron meses, días, para mí han sido siglos. Todo cambia, Leonardo. Lo siento, pero debo ir a atender mis asuntos, estoy próxima a mi boda con Tadeus —caminó hacia la puerta por la que había ingresado.

—¡Alissa! —gritó Leonardo y corrió a besarla.

Había olvidado lo que era sentir sus labios, su piel. Esperaba experimentar lo mismo que hacía varios siglos atrás, pero no. Estaba confundido al principio. Se alejó de ella, observándola atónito por lo que acababa de suceder.

—Ya no es como antes —dijo bajando la mirada, desconcertado por ello.

Se retiró de allí dejando a "Alissa" atrás. El eco de sus pasos apresurados dejaba hondas huellas dentro de él. Se detuvo en la densa puerta y la miró por última vez. Sus ojos desbordaban de lágrimas ante la inminente frialdad de aquella mujer que una vez amó tanto. Abrió la puerta y se fue con una enorme tristeza que ahogaba su corazón.

Afuera lo esperaba "David", apoyado contra la pared con los brazos cruzados. En cuanto lo vio salir, caminó hacia él fingiendo preocupación.

—¿Qué sucedió, Leo?

—Ella ha cambiado más de lo que imaginé, por dentro y por fuera —respondió desconcertado.

—Te lo advertí. Pero dejé que lo vieras por tus propios ojos.

—Sé que tus intenciones fueron las mejores. Si me lo hubieras contado, me hubiera negado a creerlo.

—¿Necesitas algo?

—No. Quiero estar solo —dijo marchándose.

Una vez que Leonardo desapareció, Tadeus volvió a su aspecto original e ingresó al salón para reunirse con Victoria. Ella lo esperaba sentada en el trono con pose arrogante y una copa de sangre para cada uno. La felicidad por haber logrado su objetivo emanaba con naturaleza de Tadeus, convirtiéndolo en un ser más soberbio de lo que ya era. Ella nunca antes lo había visto así.

Victoria agitó la copa que era para él y se la extendió. Ambos brindaron y bebieron sellando el gran triunfo.

—¿Y cómo estuve? —preguntó Victoria.

—¡Genial! Eres muy buena en lo que haces.

—Lo sé. Pero me gusta escucharte decirlo —repuso orgullosa.

Tadeus se acercó a ella y le robó un apasionado beso al cual ella se entregó sin resistencia. Estaba enamorada de él y era capaz de hacer lo que fuese para complacerlo.

Pero había una espina que albergaba en su corazón desde el día en que lo conoció: Alissa. Si bien comprendía que ella era necesaria para que sir Thoumas Virtanen llevara a cabo sus planes, no le complacía saber que Tadeus estaba muy interesado en la joven. Parecía obsesionado con ella. Y, a decir verdad, Alissa poseía una belleza singular, cualquier hombre fijaría sus ojos en aquella joven. Victoria comprendía que era una gran amenaza para su felicidad y debía ver cómo sacarla pronto de sus vidas sin decepcionar o alejar a Tadeus.

—¿Y Alissa? —preguntó indiferente.

—Está en mi alcoba. Ahora iré por ella. No puedo dejarla sola por mucho tiempo —respondió Tadeus, y se produjo un gran silencio junto con la mirada fría de su amante.

—Bien. Iré por Leonardo —se levantó del trono y caminó hacia la salida.

—¿Estás molesta?

—¿Debería? —respondió con ironía y se retiró.

Estaba despechada ante la idea de que Tadeus corriera a los brazos de Alissa y no a los suyos. En otra ocasión hubieran celebrado la victoria enredando sus cuerpos en el placer. Pero ahora se trataba de Alissa y todo era diferente.

Llegó a la puerta del cuarto de Leonardo. Se dispuso a golpear, pero tan pronto como cerró su puño y elevó la mano, se detuvo. Apoyó su cabeza contra la puerta y contuvo sus ganas de llorar. No se sentía capaz de llamar a su puerta para seducirlo y saciar sus necesidades.

Se apartó de la puerta y se alejó lentamente. Prefería ahogar sus gritos en la soledad hasta que sus lágrimas se secaran y el dolor dejara una honda cicatriz en su alma desvanecida y en su muerto corazón.

—¿Victoria? —dijo una voz masculina que le resultó cálida y reconfortante.

Volteó y se encontró con Leonardo parado en el umbral de la puerta. Él notó su tristeza y le sonrió con dulzura. Victoria se acercó a él.

—Leonardo, yo... —y no pudo continuar. Leonardo había tomado su mano y la atraía hacia él, abrazándola con fuerza.

—¿Mal de amores?

—Algo así.

Leonardo la invitó a su habitación para beber algunos tragos para que ambos calmaran sus penas. A veces es necesario tener con quien hablar.

—Hago todo para complacerlo y él no me agradece en nada —decía entre sollozos y copas—. Se fue con otra, a la cual le dedicaba todo su tiempo desde hace varios siglos. Me juró amor eterno y yo le creí, dejé que me convirtiera. ¡Qué ingenua!

—Eres una mujer bella, Victoria. Podrías conseguir a quien tú quisieras.

—Pero no a él.

—¿No has pensado que estás obsesionada con él? —la mujer lo miró sorprendida ante tal teoría—. He llegado a la conclusión de que los sentimientos que albergaba por Alissa no era más que una obsesión. Ella tiene razón, ha pasado mucho tiempo y yo la abandoné en 1800. La esperé aquí por meses, pero para ella fueron siglos. Todos cambiamos. Ahora ella está enamorada de mi peor enemigo.

Victoria se sintió muy culpable al oír a Leonardo tan melancólico por su amada. No quería que pensara que Alissa había sido su obsesión, todo lo contrario, aquella era una obsesión para Tadeus y el gran amor para Leonardo. Pero enmudeció, por más que deseaba contarle la verdad, no podía. Tenía mucho por perder si lo hacía.

Simplemente se levantó del cómodo sillón antiguo y caminó hasta el balcón posando su copa en el mural que lo decoraba. Leonardo la siguió, apartando su copa.

—Tal vez él es una obsesión. Debo olvidarme de mis sentimientos, enterrar los buenos recuerdos y rehacer mi vida.

—Tal vez yo deba imitarte —concluyó el joven.

—¿De verdad crees que lo tuyo con Alissa es una obsesión?

—Tal vez sí, tal vez no. Pero dejó bien en claro sus planes a futuro. He comprendido que fui un capricho juvenil para ella. Yo fui su rebeldía contra sus padres. Y está claro que ya no le soy suficiente —hizo una breve pausa—. Quizás he vivido engañado toda mi vida creyendo que era importante para la historia. Maldita profecía con la que crecí.

—Todos tenemos creencias equivocadas —concluyó Victoria.

—Mi mundo, y todo en lo que creía, se desmoronó hoy.

Victoria tomó la mano de Leonardo y sus miradas se cruzaron centelleantes ante la mutua comprensión de sus sentimientos.

—No estás solo.

Permanecieron en silencio, sin quitar la vista el uno del otro. Leonardo tuvo un impulso que no pudo controlar y la besó. Ella se dejó llevar por aquel instante, donde la calidez de los besos que él le propiciaba se fundía con las caricias placenteras.

Parecía un mutuo pacto de silencio sellado por el acto más lujurioso inventado. Ambos cicatrizaban sus heridas en un acto erróneo de placer involuntario. Se preguntaban si eso ayudaría a aliviar el dolor. Pero de algo estaban seguros, por el tiempo que duró la acción, olvidaron el suplicio de un amor no correspondido. 

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