♠ Epílogo ♠

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—¿Crees en el amor eterno? —preguntaba Leonardo acurrucado junto a Alissa, bajo la copa del árbol al cual solían visitar cada noche para regalarse besos y caricias.

—Te amaré hasta el día en que muera. Y en nuestra próxima vida juntos.

—¿No crees que seremos eternos? —Leonardo enarcó una ceja.

Alissa lo miró con suspicacia y permaneció en silencio admirando el firmamento. Al cabo de unos segundos, clavaba su mirada en la de él y le sonreía con dulzura.

—Claro que creo que nuestras almas serán eternas y que se encontrarán otra vez a lo largo del tiempo.

Leonardo le dedicó una media sonrisa. Él no se refería a la reencarnación, pero tampoco podía revelarle su secreto.

—¿Es a eso a lo que te refieres? ¿O ahora me dirás que crees en los seres inmortales que habitan en el inframundo? —su carcajada resonó en el silencio de la noche. Él se limitó a mirarla por el rabillo del ojo.

Los recuerdos invadían los sueños de Alissa, quien un milenio después de haber perdido al amor de su vida lo recordaba día tras día, culpándose por la tragedia que los separó. Esa noche en particular, donde recordó su plática del amor eterno, despertó angustiada. Miró a su alrededor sintiéndose vacía. Se levantó y tomó su cuaderno, aquel que continuaba escribiendo día a día desde 1800.

He buscado tu rostro entre las sombras de este mundo que con crueldad me recuerda el haberte perdido. Si las heridas pudieran cicatrizar dejaría de culparme. Hasta en la inmortalidad las pérdidas son inevitables.

Alissa había reconstruido el viejo castillo que había sido consumido por las llamas hacía mucho tiempo atrás. Trató de que el hogar donde ella había sido reconfortada y feliz aún existiera.

Se levantó al notar que el firmamento oscuro dejaba al descubierto sus brillantes estrellas y su fría luna. Avanzó por el extenso jardín, arrastrando su tapado por el verde césped. La brisa revoloteaba su pelo y lo despeinaba con dulzura, como una caricia invisible. Ella intentaba acomodarlo sin resultado.

Después de cada tormenta sale el sol. Así es como me he sentido desde hace varios años mientras intento ocultar las heridas que sangran todo el tiempo. Pero mi amado Leonardo, tú eres el motor de mi vivir.

—¡Mami! —la pequeña Melany corría hasta Alissa con la mirada traviesa. Llevaba un hermoso vestido blanco y jugaba con burbujas.

Alissa la tomaba en sus brazos para besarla y dejar que continuara jugando. Unas manos rodearon su vientre de treinta semanas de gestación y unos carnosos labios se posaban en su cuello.

—Este niño patea fuerte —le susurró un hombre al oído.

Alissa volteó a abrazar a Lucca. Permanecieron en silencio mientras él observaba a lo lejos el árbol donde Alissa y Leonardo se fugaban cada noche.

Dicen que las almas se reconocen y eso es lo que siento cada vez que tus ojos buscan los míos en la oscuridad de la noche. Puedo reconocer esa mirada desafiante y llena de amor, esperanza y sueños.

—Cada mañana sueño que estamos allí sentados, observando las estrellas, compartiendo un gran secreto: nuestro amor. Es como si me remontara hacia otra época —Alissa lo miró intentando descifrar lo que Lucca le contaba—. Nuestro ropaje es antiguo, pero suelo pensar lo bella que te ves en tu vestido blanco.

Alissa sonrió y tomó la mano de su esposo. No necesitaba más para saber que aquel amor eterno que Leonardo y ella se juraron una vez era real. Caminaron hacia donde su hija jugaba y una brisa los envolvió, susurrando en el oído de la joven.

—Alissa... —la cálida voz de Leonardo se colaba entre la brisa, regalándole la paz y tranquilidad que por años había esperado. 

N/A: Si llegaste hasta el final de la historia, te lo agradezco

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N/A: Si llegaste hasta el final de la historia, te lo agradezco. Espero que hayas disfrutado de la historia!!!!!!

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