♠ Victoria ♠

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Transcurría el otoño en Inglaterra. Las hojas secas adornaban las calles dándoles un toque melancólico a aquellos días grises. Pese a ello, Victoria se sentía muy a gusto con días así, era como un rasgo importante de su personalidad bohemia. Amaba aquella estación del año, adoraba ver las hojas caer para formar un alfombrado de tonalidades amarillas y marrones.

La joven caminaba por la plaza yendo por unos recados de su madre, también por algún vestido nuevo y novedoso para sumar a su lista. Iba ensimismada, perdida en sus propios pensamientos, por lo que no se percató que ojos tan profundos como el cielo observaban el delicado vaivén de sus caderas.

La noche comenzaba a abrazar las calles y las luces de las farolas trataban de atenuar aquella oscuridad. Victoria aceleraba el paso para que la tormenta que se aproximaba no la atrapara fuera de casa. Pero su intento fue en vano, un fuerte viento la envolvió, obligándola a detener su marcha para buscar refugio.

Un caballero pasó a su lado y se detuvo a un par de pasos de distancia, volteó a mirarla y le sonrió. Ella odió esa expresión en primera instancia —no le parecía que era causa de burla—, pero cuando el joven se acercó extendiendo su mano para ayudarla, cambió de opinión.

—¿Puedo ayudarla? —dijo con amabilidad, sonriendo ante la desconfianza de Victoria—. Sir Tadeus Virtanen —y depositó un suave beso en su mano.

—Victoria —respondió distante, retirando con delicadeza la mano y llevándola a sostener su alborotado cabello que se enredaba con el viento.

Se sentía incómoda ante la presencia de Tadeus. Sus mejillas tomaron un color rojizo ante la mirada penetrante de él. Debía admitir que contaba con una belleza singular: su rostro perfecto y bien pronunciado, sus labios dibujaban una sonrisa encantadora y sus ojos claros la invitaban a perderse por completo. Era el hombre de sus sueños, pero no dejaba de ser un completo desconocido que trataba de tomar ventaja de aquella situación.

—Tranquila, no voy a hacerte daño. Pero con este clima no creo que llegue muy lejos. Déjeme acompañarla hasta el final de la plaza y si se siente segura a mi lado, permítame llevarla hasta su casa en mi carruaje.

La joven estaba dubitativa ante la propuesta del joven. Le habían enseñado a rechazar con educación a los extraños que la cortejaban o que la atemorizaban. Pero no pudo explicarse por qué se sintió atrapada por aquel atractivo caballero que acababa de conocer. Sentía miles de mariposas revoloteando dentro de ella. La vergüenza la ruborizaba cada vez más y no era capaz de emitir ni una palabra. Se limitó a mirarlo y sonreírle con ternura y aprobación, después de todo, el joven esperaba una respuesta de parte de ella.

Tomó el brazo de Tadeus, buscando algún tipo de protección como consecuencia del viento, y emprendieron el camino hacia la tienda. En el trayecto él le contó que se encontraba en Inglaterra para su doctorado en medicina, lo cual le resultó interesante. Ella le reveló que se especializaba en canto lírico a escondidas de su padre, quien no aceptaba que trabajara de ello a causa de su elevada posición económica.

—Debes seguir a tu corazón —le aconsejó Tadeus.

Ella sonrió ante su consejo, pues no se veía respondiéndole así a su padre, él era un hombre muy conservado y estricto.

—Espero escucharla cantar alguna vez.

—Puede venir este viernes a la ópera —sugirió la joven—. Tengo el papel principal.

—Muero de ganas de escuchar su voz, ha de ser melodiosa y angelical.

—No conoce aún mis atributos líricos. Cuando lo haga, espero que opine del mismo modo y me lo haga saber en persona.

Alissa ✔️Where stories live. Discover now