♠ Rosas Negras ♠

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Alissa estaba encerrada en la habitación de Tadeus aguardando por él, ansiosa por estar entre sus brazos y perderse entre sus besos. Estaba bajo el completo embrujo de la piedra de fuego. No era consciente de las cosas que sucedían a su alrededor. Parecía haberse olvidado de Leonardo y de su madre.

Sentada a los pies de la cama, con la mirada perdida en la ondulante llama del fuego de la chimenea, un borroso recuerdo vino a su mente perturbando su estado de tranquilidad absoluta. Una tumba en las penumbras de su antiguo hogar. ¿Acaso había recordado a su padre?

Un gran pesar invadió su adormilada conciencia. Su corazón se tiñó de una oscura sensación de soledad. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Tadeus entró en la habitación. Ella se limitó a sonreír con timidez y él le correspondió besándola en la frente.

—Debemos hablar de la boda —anunció Tadeus.

—He dejado todo en tus manos, amado mío —susurró la joven.

—Lo sé, pero hay ciertos detalles que debemos revisar juntos.

—De acuerdo.

Tadeus hizo aparecer en sus manos una lista de invitados y todas aquellas anotaciones relacionadas con la boda. Así pasaron tres largas horas en que la joven permaneció junto a Tadeus revisando minuciosamente cada detalle de la fiesta. Sin embargo, no podía evitar sentirse rara y confusa. Disuadía su estado con sonrisas y halagos hacia Tadeus. Pese a que estaba bajo el hechizo que éste le propició, comenzaba a dudar de querer llevar a cabo el compromiso.

Luego de un rato, él abandonó la habitación, dejándola nuevamente sola. Fue en busca de Victoria para saciar sus necesidades carnales, no la encontró en su habitación. Se sintió molesto, supuso que estaría con Leonardo. Aquel hombre sabía cómo arrebatarle sus dos mujeres.

Alissa aprovechó la ausencia de su prometido para abandonar la habitación. Caminó por el largo pasillo, arrastrando su capa. No reconocía aquel lugar, pero eso no impedía que continuara avanzando. Admiraba los retratos colgados en las paredes. Estaba embelesada por cada obra de arte que aparecía en su recorrido.

Salió al jardín de la lujosa mansión. Pese al frío que la envolvió, deambuló sin rumbo fijo. Cerró sus ojos y caminó guiada por su corazón. Un aroma distinto le resultó familiar, obligándola a detenerse al sentir cómo su corazón se aceleraba ante la deliciosa fragancia y las mariposas no tardaron en revolotear en su estómago.

La curiosidad la había atrapado por completo, así que se dirigió hacia el lugar de donde provenía tan dulce perfume. Se encontró de pie frente a una columna de ventanas, la del tercer piso captó su atención. De un salto llegó al balcón y se detuvo al observar las enredaderas que lo bordeaban.

Un rotundo dolor de cabeza la obligó a detenerse. Sintió cómo su corazón le reclamaba algo que su cabeza le impedía recordar. Se paralizó al notar que Tadeus salía al exterior acompañado de otros hombres. Alissa se escondió tras las gruesas columnas del balcón.

—Tienen que encontrarla antes de que lo hagan los otros —les ordenaba.

Continuaron conversando en voz baja y por más que Alissa intentó escuchar, no lo consiguió. Una vez que aquellos hombres abandonaron el jardín, perdiéndose en el horizonte, Alissa salió detrás de la columna decidida a ingresar a la habitación. Pero el temor creció inesperadamente dentro de ella, deteniéndola en los amplios ventanales de la puerta francesa. Posó su mano en el vidrio sin saber que, del otro lado, tras la oscuridad de las cortinas rojas, otra mano correspondía a la de ella. Sin saberlo, Alissa y Leonardo juntaban sus miedos, desesperanzas, sueños y deseos a cada lado de la puerta vidriada. Era como si miles de años se entrelazaran tras aquel débil cristal. Sin embargo, la piedra de fuego no permitía que Alissa recordase al hombre que por tantos años había deseado encontrar.

Abandonó el balcón dejando atrás la emoción que intentaba obligarla a permanecer allí. En cuanto su sombra desapareció en la oscuridad lindante, Leonardo salió para aclarar su mente mientras Victoria descansaba en la cama. Una vez más el cruel destino se burlaba del amor.

Alissa se dirigió hacia el lugar que había recordado como el que una vez fue su hogar. Se ocultó en el bosque, recordando "falsamente" cómo sus padres habían sido asesinados por un hombre al cual no recordaba con claridad, era un cuerpo sin rostro. Tadeus se había asegurado de que no recordara ni que su madre estaba viva ni que pertenecía al clan enemigo.

Llegó hasta la tumba de sir Patrick van der Vaart, escabulléndose entre la oscuridad. Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas. Un inmenso dolor le invadió el pecho y la obligó a llorar sin consuelo alguno. Se estremeció al notar que no estaba la tumba de su madre.

—Saqueadores —masculló entre dientes, apretando con fuerza la mandíbula.

Hizo aparecer una rosa negra entre sus manos y la depositó sobre la tumba de su padre. La nieve comenzaba a caer en grandes copos, cubriendo parte de su larga capa. La luna desaparecía, ocultando su luz tras grises nubes.

—Vengaré sus muertes, lo prometo —deseaba acabar con la vida de quien le había arrebatado a sus padres. Sabía que lo reconocería a través de su silueta.

Alissa se puso de pie y poco a poco fue abandonando el viejo castillo que alguna vez le perteneció. Pronto se encontraba en los brazos reconfortantes de Tadeus, regalándose mutuamente un momento íntimo entre besos y caricias, enredando sus cuerpos, oscureciendo sus almas, obligándola a cometer su peor error. 

 

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Alissa ✔️Where stories live. Discover now