♠ Sin perdón ♠

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Patrick había quedado atónito ante el relato de su mujer. Ahora sentía que se encontraba ante la presencia de una extraña. Y no era para menos, la mujer que tanto amaba había estado mintiéndole por años, mientras algo macabro tejía entre sus manos, perjudicando el futuro de todos.

—Soy hibrida, mi parte humana me ayuda a mantener controlada mi sed de sangre y, a diferencia de todos los vampiros, soy inmune al sol. Es un modo de camuflaje para pasar desapercibida. Lo único bueno que sir Thoumas Virtanen dejó en mí es el milagro de procrear. Aunque he pasado años deseando no hacerlo, para evitar traer desgracias y sufrimiento a la humanidad. Pero entonces te conocí y te he amado desde el primer día y no podía quitar de mi cabeza la idea de ser quien te diera un hijo.

Patrick continuaba sin decir ni una sola palabra. ¿Cómo era posible que nunca hubiera notado lo que sucedía? Ahora entendía por qué su joven hija había escapado. Tal vez ella había descubierto la verdad tras este matrimonio y sabía que permanecer allí era una amenaza para ella.

—Al menos di algo —suplicó la mujer en peno desconsuelo.

—¿Qué decir? —la frustración invadía a Patrick—. ¿Qué hay de Alissa? ¿Ella es...? —no pudo terminar la frase con una palabra tan demoníaca.

—No. Fue mi parte humana la que heredó. Patrick, de verdad lo siento mucho. Jamás pensé que sir Thoumas cumpliera después de tantas décadas cada una de sus palabras, cada uno de sus planes. Ahora nuestra niña corre peligro —Narisa estaba realmente angustiada por la ida de su hija y por la parte que les tocaría una vez que los Virtanen descubrieran que la joven había escapado con otro hombre.

—Leonardo no sabe el peligro que los acecha. Y yo que lo he odiado en vano, siendo que él no era una amenaza para Alissa.

—Con respecto a Leonardo... él también es un vampiro.

El rostro de Patrick adoptó un color rojizo ante el odio inminente que comenzó a invadirlo, un sentimiento que crecía contra la mujer que tanto amaba y que tantas cosas le ocultaba. ¿Cómo era posible que lo engañara de esa forma? ¿Cómo era posible que pusiera en peligro la vida de su hija?

—¿Cómo te atreves? —vociferó colérico—. No has hecho nada para impedir que nuestra hija esté fuera de peligro. ¿Cómo has permitido que ese Leonardo se acercara a ella, siendo él un vampiro también?

—Él es diferente. Ni siquiera tendría que haberse enamorado de ella. En especial porque los vampiros jamás se enamoran.

—¿Qué quieres decir con eso?

—En cuanto reconocí todo el trastorno que ocasionaría en mis herederos, reuní un grupo de vampiros desertores que estaban en contra de los ideales de sir Thoumas Virtanen. Ellos habían sido expulsados de sus tierras y vagaban por el mundo sin hacerle mayor daño a los humanos. Me reuní con ellos y formamos un grupo para proteger a la humanidad. Mantenemos el equilibrio. Claro que sir Thoumas no sabe nada acerca de quién es su líder.

—Entonces... ¿Leonardo es uno de ellos?

—Así es.

—Eso me tranquiliza un poco. Él la protegerá, están enamorados.

—Sí, pero debemos ayudarlos a que se alejen lo suficiente para que no los puedan rastrear.

En ese momento, sir Thoumas irrumpió en la habitación, como acostumbraba a hacerlo, inculcando terror tan solo con su mirada. Patrick y Narisa no sabían cuánto había alcanzado a escuchar. Debían medir sus palabras para averiguar qué era lo que sabía.

—Sir Virtanen... —dijo Patrick algo incómodo, pero aquel no lo dejó continuar.

—No hay que fingir. Narisa, me robaste lo que he deseado desde hace tiempo.

—Thoumas... —se aventuró a decir.

—No hay palabras para describir lo que siento —la interrumpió con voz calma, pero el odio irradiaba en sus ojos—. Esto lo tomo como una traición. Afortunadamente, mi hijo se adelantó a esto y ha ido a buscar a tu primogénita.

En ese momento, los corazones de Patrick y Narisa se estrujaron, como una hoja de papel que se desecha a la basura. Por lo menos sabían que él no había escuchado que Narisa era la líder del grupo que protegía a la humanidad.

—Me siento traicionado —prosiguió.

—No es así. Con Patrick estamos tan desconcertados como usted. Pero estamos dispuestos a ayudar con la búsqueda.

—No es necesario. Como ya les dije, mi hijo y mis hombres ya están en la ardua tarea de rastrear a su hija.

—Thoumas, ya tienes un hijo que puede aspirar a cualquier trono si se lo propone. Deja a mi hija fuera de tus planes, te lo suplico —Narisa se arrodilló ante él mientras lloraba presa de la angustia y el miedo—. Me quitaste a mi familia, no me quites lo que me queda. No me quites a las únicas dos personas que he amado después de tanto tiempo carente de emociones.

—¡Te di una vida! —vociferó iracundo—. ¡Has roto nuestro pacto! Acordamos tu futuro primogénito a cambio de tu vida y eso es lo que me llevaré.

—¡No, por favor! —intentó una vez más la mujer, aferrándose a su pierna.

—No hay vuelta atrás. Siempre cumplo mis promesas. Has tenido todo lo que tus padres nunca te dieron. ¡Y tú me quitaste mi futuro! —sus gritos hacían eco en la habitación, estremeciendo las paredes y perturbando la oscuridad—. Yo te quitaré lo poco que te queda.

En ese momento, se zafó del agarre de la mujer y desenvainó su espada para atravesar el corazón de Patrick. Narisa corrió con desespero hacia él y lo sostuvo moribundo entre sus brazos, conteniendo la ira que crecía en su pecho.

—¡No! —gritaba una y otra vez hacia la muerte que amenazaba con robarle el hombre que tanto amaba. Con su mano temblorosa intentaba detener el sangrado—. Lo siento tanto. Te amo —susurró entre sollozos y besando con dulzura a su amado. Su cuerpo cubrió el de él, quien intentaba decir sus últimas palabras.

—Cuida a Alissa —ese fue el último suspiro de Patrick.

Sir Thoumas abandonó la habitación. Narisa lloraba desconsolada sobre el cadáver de su esposo. Era el único hombre al que había amado en su larga vida y ahora le era arrebatado como si jamás hubiese existido. Fue él quien la hizo sentir humana después de tanto tiempo y, sobre todo, la hizo sentir mujer.

Pero los pocos secretos que le había revelado lo habían llevado a tal fatídico desenlace. Aun así, quedaba un único secreto que no había revelado a nadie. El único secreto que podía salvar su alma: David.

Narisa no encontraba consuelo alguno ante el deceso de su esposo. Sir Thoumas era su perdición. No tenía nada que agradecerle, jamás lo perdonaría y jamás se perdonaría. Le había fallado a los seres humanos. Se había fallado a sí misma.

—Se lo debo a Patrick —se puso de pie y abandonó la habitación, a la vez que secaba las lágrimas de sus ojos y adoptaba el luto eterno.  

  

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