El corazón de un profesor

By IolantMoon9

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Álvaro, es un profesor de literatura que lleva casi toda la vida dando clases en el mismo colegio. Tiene una... More

capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72 (FINAL)

Captítulo 21

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By IolantMoon9

_¿Por qué no te quedas hoy aquí? – Preguntó el profesor sin dejar de acariciar el pelo de la joven. – No tienes que ir a trabajar. Hoy es fiesta. Después de lo que me has contado, no me gustaría dejarte sola.

_Debería darme una ducha y cambiarme. Tengo que volver a casa.

Arturo se levantó y fue al cuarto.

Llamó a Melisa.

_Pruébate esta camisa y estos pantalones. – Señaló la ropa que había dejado en la cama. De su mesilla sacó un paquete de ropa interior masculina sin estrenar. – Pruébate esto también. Te dejaré una toalla y te duchas aquí.

_Arturo, ¿no crees que estás yendo demasiado rápido?

El profesor se estaba perplejo. No sabía a qué se refería.

"Simplemente quiero estar hoy contigo. No quiero dejarte sola tras recordar esos malos momentos."

_Te he dicho que no voy a intentar tener nada contigo por muchas ganas que tenga. No puedo casarme contigo, no puedo formar una familia a tu lado. Si consiguiera tu amor solo te podría hacerte sufrir y eso no me gustaría. Solo quiero hacer que hoy te sientas bien, de verdad.

Melisa titubeó. No estaba segura de si debía quedarse aquel día allí o no. Estaba segura de que los sentimientos de aquel hombre eran buenos, pero no sabía si era conveniente aceptar su plan.

Terminó cediendo.

Cogió la ropa que le ofrecía sin decir nada.

El profesor enseguida le sacó unas toallas y se las dio a la joven, que no tardó mucho en darse una ducha.

Después se duchó él. Salió solo con los pantalones, sin camiseta.

Melisa le esperaba sentada en el sofá. No quería tocar nada sin el consentimiento del dueño de la casa.

Arturo se quedó mirándola sin que esta se diera cuenta. Estaba preciosa vestida con su ropa.

Se sentó a su lado.

Ella se sonrojó. Sonrió.

"¿Por qué me siento tan cómoda sentada al lado de Arturo cuando él está medio desnudo?

Me gusta que tenga estas confianzas conmigo."

_¿No tienes frío?

Arturo negó con la cabeza.

_¿Qué te apetece hacer hoy? – Preguntó el profesor.

_No lo sé.

_¿Sigues teniendo hambre?

Ella negó con la cabeza.

Melisa le abrazó.

Arturo disfrutaba del tacto de la piel de la escritora. La abrazaba y sonreía sin darse cuenta.

"Moriría por que las cosas fueran distintas.

Me encantaría poder besarla ahora mismo, acariciar esa carita de muñeca que tiene.

Verla despertar hoy a mi lado ha sido como entrar en el paraíso. Abrir los ojos y ser ella lo primero que se ve es algo perfecto."

Arturo se volvió a alejar de Melisa. Las cosas, teniéndola cerca, no iban como debería. Todo era una tentación.

_Me... Me está encantando el libro que me regalaste. – Dijo titubeando. – Has mejorado mucho en estos años.

_Gracias. – Sonrió la escritora. – Me alegro que a alguien le gusten mis cuentos. – Se quedó pensativa. - ¿Quieres que te lea un rato?

El profesor sonrió. Le encantaba escuchar a la gente leer; le encantaba que alguien le leyera a él, solamente a él.

Asintió con la cabeza sin dudar.

Arturo le dio el libro que ella le había regalado.

Melisa se sentó en el sofá poniendo las piernas en alto. Le hizo una señal para que se tumbara entre sus dos piernas, apoyando la cabeza en su estómago.

Empezó a leerle.

Pasó toda la mañana y ninguno de los dos se movió de aquel lugar.

La lectura paró a la hora de la comida.

_Señorita García ¿Qué le apetecería comer? Sabes bien que no hay demasiadas cosas en la nevera.

_Te invito a comer fuera. O, si lo prefieres, encargamos comida a domicilio. ¿Te apetecería comida mexicana?

Arturo asintió. Lo que ella eligiera estaba bien.

_Eso sí, quien paga soy yo. – Señaló Arturo.

_No, no, no. De eso nada. Tú ya has pagado demasiadas veces. Ahora me toca a mí.

Arturo negó con la cabeza. No iba a permitir que ella corriera con los gastos de la comida cuando le ha ayudado tanto.

_No me hagas esto. – Replicó él. – No me sentiría bien si te permitiría hacer eso.

_Bien, si no quieres que pague yo, cocinemos algo. Salgamos a la multitienda y compremos algo. No sé, unos espaguetis o algo así. Es algo fácil y rápido. Tienes cebollas y pimientos. Con eso podemos hacer un gran plato.

El profesor asintió.

Salieron a comprar los espaguetis y empezaron a cocinar.

Además de preparar la pasta, los dos e hicieron tomate frito casero.

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