Capítulo 70

422 32 2
                                    

A finales de octubre, cuando las cosas en casa de Melisa y Arturo y se había normalizado el día a día entre ellos.

El cumpleaños de la contable había pasado. Había sido el segundo miércoles de ese mes. No quiso hacer nada especial. El embarazo la estaba volviendo loca y no se sentía con ánimos de salir a celebrar. Aun así, su marido había preparado una cena romántica en casa.

Ya terminando el mes, el profesor recibió una llamada del hospital.

Él aún estaba en el instituto cuando recibió la llamada. Creía que a su esposa o al bebé les había sucedido algo.

_Buenos días le llamamos del hospital. ¿Es usted Arturo Pérez?

_Sí soy yo. ¿Le ha sucedido algo a mi mujer?

_Es por su exmujer, Miriam. Está ingresada. Ha tenido problemas durante la gestación. Puso su número como teléfono de contacto en caso de que las cosas salieran mal. Debería venir por aquí. Las cosas pintan mal, señor Pérez. Será mejor que venga lo antes posible.

_Está bien. Gracias.

Colgó el teléfono. Tras esto, llamó a Melisa para contárselo.

_Deberías ir al hospital. – Le dijo después de que le contara lo que le había dicho el chico que le había llamado. – No sabemos qué puede haberle pasado. En cuanto pueda iré yo también.

_Está bien. Me queda una clase por dar. En cuanto termine, voy a ver lo que ha sucedido.

Preguntó por Miriam en la recepción.

Subió a la tercera planta. Estaba ingresada en la habitación trescientos quince.

Se paró en la puerta. Miró a su interior. Estaba en la cama conectada a una máquina de oxígeno y a una máquina que mantenía su corazón latiendo con regularidad. A su lado, dos cunas.

Pasó a verla. No estaba consciente.

Pocos minutos después, llegó el médico. Una enfermera le había avisado de que ella tenía visita.

_Buenos días. ¿Es usted el exmarido de Miriam?

El asintió.

_¿Qué ha sucedido?

_El parto de esas dos criaturas. Ha sido un embarazo complicado y el parto no es que haya sido mejor.

_No lo sabía. ¿Qué pasó durante...?

_Una hemorragia. Fue imposible pararla. Además, ella les daba prioridad a los bebés. Estamos haciendo todo lo posible para reestablecer los niveles normales de sus constantes vitales, pero la cosa está difícil. Ha perdido muchísima sangre.

_¿No se le puede hacer transfusiones?

_Lo hemos intentado, pero no funciona. No mejora.

Arturo la cogió de la mano. Ni con esas despertaba.

Aunque habían pasado muchas cosas entre ellos, aunque le había mentido en muchísimas ocasiones e intentó de tantas malas formas que se quedara a su lado, no deseaba que le sucediera nada.

_Tenemos que hablar. – Le dijo el médico. – Vayamos a la consulta. No creo que sea conveniente contarte de esto delante de Miriam.

Antes de poder contestar, Arturo recibió un mensaje.

"Tengo media mañana libre. Carla tiene que ir a al Registro Mercantil, a Comercio y a Hacienda, justo lo que tenía que hacer durante casi todo el día y lo que más tiempo me llevaría arreglar.

Le he contado lo que le pasa a tu exmujer y se va a ocupar ella de llevar los documentos que yo tenía que entregar a estas oficinas.

Ya voy hacia el hospital."

­_¿Puede esperar a que mi esposa llegue? Por su tono de voz deduzco que aquí no saldrá nada bueno.

El medico aceptó.

Quince minutos después Melisa llegó al hospital. Aparcó el coche y subió a toda prisa a la consulta que le había dicho Arturo mediante mensaje de WhatsApp.

Los dos entraron en el despacho y se sentaron donde en las dos sillas que les había indicado el doctor. Él lo hizo en la suya. Entre ellos, el escritorio.

El médico sacó una carpeta de uno de los cajones de su mesa.

_Miriam sabía lo que estaba pasando. Como ya le he dicho, señor, Pérez, no ha tenido un buen embarazo. De hecho, los bebés han nacido con solo siete meses de gestación. Poniéndose en lo peor, se puso en contacto con unos abogados para redactar estos documentos.

Arturo miró a su esposa. No tenía ni idea de qué se trataba aquello.

Abrió la carpeta y empezó a leerlo.

_Es su testamento. Me pone a mí como su heredero. – Miró de nuevo a Melisa. – También dice que quiere que yo me haga cargo de los críos. Quiere que los dos seamos los tutores de los mellizos. Ha pensado en mí como padre, en nosotros como las personas adecuadas para cuidar de ellos.

Los dos se quedaron blancos. No se esperaban algo como aquello. Miriam tenía que saber que se había casado y con quién. No era propio de ella hacer algo así.

_Solo tiene que firmar estos documentos. – Dijo el doctor. – Si quiere, puedo hacer venir al abogado del hospital para resolver sus dudas.

_¿Podría hablar esto a solas con mi esposa durante un momento? Es algo que no me esperaba, que ninguno de los dos esperábamos.

El médico salió de la consulta.

_¿Qué opinas? Esos niños...

Melisa se frotó la cara. No se podía creer que, con veintitrés años cumplidos hacía pocos días, fuera a ser madre de un hijo biológico y de otros dos que no eran suyos.

_Haz que llame al abogado. Empecemos con los trámites legales para la adopción. Tu exmujer quería que tuviéramos la tutoría de esos niños y yo quiero adoptarlos. Por nada del mundo voy a permitir que los mellizos terminen en un orfanato.

_Oye, que no se está tan mal en uno. – Sonrió Arturo.

_Pero no es lo mismo que tener una familia. Nosotros podemos darle todo el amor del mundo.

El profesor acarició el vientre de Melisa.

_En mí hay amor suficiente y de sobra para estos tres niños. ¿En tu corazón caben todos nuestros hijos?

_Si no fuera así, no te diría que hiciéramos todo lo que esté en nuestra mano para que estén con nosotros.

El corazón de un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora