Capítulo 10

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A la mañana siguiente, Arturo recibió un mensaje de WhatsApp de Melisa. Aún no se había despertado cuando le sonó el teléfono.

Se frotó los ojos. Lo leyó sin levantarse de la cama.

"Espero que las cosas con tu mujer estén bien. Y espero que Nuria y yo no te hayamos causado problema alguno con ella."

El profesor sonrió. Le gustaba que a alguien le importara su tranquilidad, que no quisiera causarle disgustos. Hacía muchísimo tiempo que no sentía algo como aquello. Esa paz, la forma en la que alguien se preocupaba por él, no era comparable a ninguna otra sensación.

En cuanto salió ese día de casa, que fue un poco más tarde de su habitual hora, la llamó por teléfono.

_Buenos días, señorita García.

_Buenos días, profesor Pérez. ¿Deseaba usted algo?

_Nada en especial. Solo quería agradecerte tu mensaje de esta mañana. No estoy acostumbrado a que nadie se preocupe por mí. Por esto, me han resultado muy agradables tus palabras.

_No hay nada que agradecer. ¿Las cosas han mejorado con tu mujer?

_Con ella las cosas nunca pueden ir a mejor.

_No puedo hablar mucho. En diez minutos entro al trabajo. Antes de colgar quisiera preguntarte algo. Bueno, si me dejas.

_Claro. Dime.

_ ¿Por qué te casaste con ella? ¿Por qué sigues a su lado si no es lo que quieres?

_Es una historia larga. Si quieres, quedamos esta tarde para tomar un café y te cuento como es debido. Me haría bien hablar con alguien. Mis amigos... bueno, ellos no entienden lo esto. Tampoco es que me haya esforzado en explicarles todos los detalles. Quizás tú, que no has vivido esto desde el principio, puedas llegar a entenderme un poco.

_Está bien. – Contestó Melisa. - ¿Te apetece venir a mi casa? Quizás ese sea el ambiente más tranquilo para hablar de esto.

_Ok. Pero no sé dónde vives.

_Te mando ahora la ubicación por WhatsApp. ¿Te parece bien a las cinco y media?

_Claro.

Ambos pasaron la mañana trabajando.

Para Arturo era el último día de trabajo antes de las vacaciones navideñas y estaba feliz de terminar el trimestre quedando con aquella chica.

A Melisa le quedaban todavía unos días. Ella, al contrario que el profesor, tenía los días vacacionales contados.

Aquella tarde Melisa prepararía una rica tarta de queso. Le gustaba hacer dulces y este le salía muy bien. Poco antes de que llegara su invitado, hizo café.

A la hora acordada, Arturo llamó a la puerta de la joven. Ella le abrió la puerta. Le invitó a pasar.

Sirvió la merienda en el salón. Se sentaron en el sofá con el café bien caliente, acompañándolo con la tarta.

_Esta tarta está riquísima. – Señaló el profesor tras probarla.

Melisa sonrió y agradeció.

Arturo empezó a contarle lo que le unía a Miriam.

_Esta historia me parece increíble. Pero me gusta que tengas palabra. Le prometiste a su padre que no la dejarías sola y no lo has hecho, pero creo que no tienes por qué seguir unido a ella solo por eso. Este hombre también creía que su hija iba a morir y te hizo comprometerte a esto por esa razón.

_Lo sé. Al principio no era un problema. No quería hacer vida con ella y, apenas la veía. Después el trato con ella, el día a día fue empeorando. Empezó a controlarme, a tratarme... Bueno, como si fuera un niño. Hasta entonces no le había dado razones para que se comportara así.

_¿Quieres decir que le has sido infiel?

Arturo no contestó. Lo había sido. No sentía deseos por estar con una mujer que le había mantenido a su lado a base de mentira.

_Hace mucho que no soy capaz de tocarla. Sabía que quería formar una familia, tener la que yo no tuve y me engañó con eso para que me casara con ella. Y después se inventó estar enferma para que me quedara con ella. Como comprenderás no es que quiera tener mucha relación con ella.

_Entiendo. Pero eso no te da razones para ir con otras mujeres. Y no por tu mujer. La chica por la que te acuestes quizás quiera tener algo más contigo. ¿Nunca lo has pensado?

_Siempre he sido muy claro con ellas. Y con Miriam también.

Melisa entendía a la perfección cómo se sentía. No creía que su mujer lo hubiera hecho por ser mala persona, pero esas no eran formas de hacer las cosas.

Al profesor empezó a caérsele lágrimas.

_Siempre quise tener una familia. Desde muy pequeño supe que deseaba tener hijos. Y verme atado a mi mujer, a una persona que no dudó en utilizar eso para atarme a ella y a mentir... Lo que más me duele es la mentira.

_¿No pensasteis en adoptar? –Interrumpió ella.

_No me hubiera importado si las cosas hubiesen sido distintas, si ella hubiera sido un buen ejemplo. Si las cosas entre nosotros hubieran sido distintas, me hubiera encantado. ¿Cómo podríamos decirle a ese niño que está castigado por decirme que ha aprobado todas cuando no ha sido así? Bueno, o casas peores.

_Entiendo.

Arturo no podía dejar de llorar. Había guardado sus emociones dentro de su alma durante demasiado tiempo. Viéndose en un ambiente tranquilo, donde era escuchado y consolado, no podía controlarse. Era un desahogo para él.

Melisa le tumbó. Hizo que apoyara su cabeza en sus piernas y le acarició tiernamente el pelo, sin decirle nada. Sabía bien que no había palabras que pudiera reconfortarle.

Pasó casi una hora llorando. Le costó mucho sentirse bien.

Permaneció en aquella posición unos minutos más. Le gustaba estar en esa postura. Era dulce y reconfortante.

_Gracias por escuchar a este tonto y viejo profesor.

Melisa sonrió sin dejar de acariciarle la cabeza.

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now