Capítulo 2

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Melisa había conseguido trabajo en el ámbito de lo que había estudiado. Era un buen puesto en un banco, en su ciudad natal, Cáceres.

Había estudiado una doble licenciatura en economía y dirección de empresas. Al fin, tras tanto esfuerzo, había conseguido trabajo.

Llegó al banco. Se detuvo unos segundos ante la puerta. En sus enormes letras verdes, ponía se leía: "Banco Naturaleza".

Resopló nerviosa antes de entrar en la sucursal.

El primer día de trabajo había llegado.

No tardó en notar que sus compañeros eran bastante simpáticos. Enseguida le dieron una mesa para empezar a trabajar.

Tenía por seguro que le costaría adaptarse, pero lo conseguiría en un tiempo record. Se esforzaría para hacerlo.

Volvió a casa destrozada tras un duro y agotador primer día de trabajo. Esta vez iba mucho más despacio que en la mañana. Iba de regreso a casa. No tenía que estar pendiente del reloj en esta ocasión.

Se encontró de nuevo con aquel hombre, que había salido a por el pan. Esta vez se fijó más en él.

_¡Oye! – Le llamó la atención a la chica. – ¡Espera! – La cogió por el brazo para hacer que parara de andar.

_Disculpe, señor. ¿Nos conocemos?

_No... No estoy seguro. Me resultas muy familiar.

_Pues... - Titubeó Melisa. Sonrió nerviosa. – Creo que tengo que irme. Gracias por lo de esta mañana.

_¡Espera! Lo siento, de verdad. –Suspiró. – Pero no he podido parar de pensar en ti en toda la mañana. Me resultas muy familiar. Estoy seguro que te conozco de algo y quiero saber de qué. Espera dos minutos, por favor. Déjame intentar recordarte.

Permanecieron allí durante un par de minutos en completo silencio. Cedió a lo que le había pedido sin pestañear.

Era extraño. Normalmente, al escuchar frases parecidas a esa, salía disparada riéndose de quien se la había dicho.

_¿Melisa? ¿Melisa García? – Terminó diciendo el desconocido.

_Si, esa soy yo. ¿A que va a ser cierto eso de que me conoces? – El asintió para responder a su pregunta. - ¿De qué?

_¿Recuerdas cuando estabas en el primer curso de la secundaria a un profesor de literatura que llegó a mitad de curso?

_Si, pero no me daba clase a mí. Enseñaba a unos amigos que estaban en la clase de al lado.

_Soy yo. Ese profesor soy yo.

Melisa se quedó atónita. Un profesor que no la había tenido como alumna la recordaba. Normalmente los profesores que sí le habían dado clase la habían olvidado.

Se sentaron en un banco durante unos minutos.

_Después de aquel curso te marchaste. Toda la vida en el mismo colegio y de la noche a la mañana te vas.

_Bueno, sí. Estuve interna en un colegio en Salamanca. Terminé allí mis estudios secundarios. En cuanto pude trabajar, alquilé una casa. Bueno, una habitación en un piso compartido para estudiantes, que había que pagar la universidad. Terminé de estudiar el curso pasado y, gracias a Dios, ahora tengo trabajo de lo que he estudiado. En cuanto pueda, seguiré estudiando.

"Veintidós años. Tiene veintidós años. Recuerdo que sus compañeros decían que su cumpleaños era el en Noche Vieja, por lo que acabará de cumplirlos." Pensaba el profesor. "En cambio, yo ya paso de los cuarenta. Cuarenta y cinco voy a cumplir."

_¿Qué fue de ti? – Preguntó Melisa.

_Sigo enseñando en el mismo colegio. Mi vida no es que sea muy interesante que digamos. ¿Puedo preguntarte algo?

_Claro.

_¿Por qué te fuiste del instituto, de la ciudad?

_Mi padre tenía que trabajar fuera del país durante un año. Buscó un buen lugar donde quedarme y, bueno, cuando regresó yo ya me había hecho a aquel ambiente. No quería volver a cambiar.

"Por suerte para mí, ya estás aquí, pequeña."

_¿Seguiste escribiendo? Desde muy pequeña eras tú quien ganaba todos los concursos literarios del colegio. Algunos estatales también te llevaste.

_Lo dejé. Bueno... Dejé de presentarme a concursos. Ahora solo escribo para mí.

_Tal vez algún día me puedas enseñar lo que haces.

_Sí, claro.

Melisa sacó una pequeña libreta de color azul del maletín. Arrancó un trozo de papel y le apuntó su número de teléfono y su dirección de email.

_Ahora estoy un poco liada con el trabajo en el que acaba de empezar y con la mudanza, así que no puedo quedar mucho, pero si quieres, puedes llamarme o escribirme algún WhatsApp o email. En cuanto pudiera, te contestaría.

Enseguida Arturo le escribió un mensaje por WhatsApp y otro por email.

_De esta manera tienes registradas estas dos maneras de ponerte en contacto conmigo.

Melisa asintió.

_Bueno, señor profesor, me tengo que marchar que aún tengo que hacer la comida. Escríbame usted.

Arturo sonrió.

La voz dulce de esa chica y la sonrisa de ángel que llevaba dibujada en la cara le acompañarían durante todo el día.

_Por supuesto, señorita García. No me gusta perder el contacto con antiguos alumnos del colegio en el que trabajo.

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now