Capítulo 15

456 34 1
                                    


La voz de Miriam hacía que a Arturo le doliera la cabeza. Ese día le molestaba especialmente. Quizás fuera por culpa de la cerveza,

_ ¿No les enseñas a tus alumnos que es de mala educación dar la espalda a quien te está hablando?

No le contestó.

Dio un portazo tras de sí al entrar en el cuarto y comenzó a cambiarse.

Unos segundos después entró Miriam.

_Has vuelto a estar con alguna de esas chicas, ¿verdad? – Dijo ella sollozando. – Has pasado el día con alguna de esas mujeres con las que te gusta acostarte. Te has alejado de tu hogar por ellas el día de Navidad.

_No quiero escucharte. No quiero discutir.

_¡Has pasado el maldito día fuera de casa haciendo Dios sabe qué! ¿Te atreves a decir que no quieres discutir?

_Si no hubiera sido por esto, habría sido cualquier otra cosa. Te has levantado con ganas de discutir.

_Quiero saber en qué cama has pasado el día. – Dijo llorando y gritando. –Creo que estoy en mi derecho de saberlo.

_Sigue así, Miriam, sigue así. Cualquier día de estos me cansaré y me largaré de casa. Pediré el divorcio, te lo juro. Lo único que tienes que hacer es seguir comportándote de esta manera.

_Le dijiste a mi padre...

_Se me olvidará que di mi palabra, te lo prometo. Solo tienes que seguir por esta vía, sigue transformando mi vida en un infierno.

Miriam se sentó en la cama, dándole la espalda a su marido.

_¿Recuerdas cuando resolvíamos nuestras discusiones en la cama? – Dijo ella llorando.

_Recuerdo cuando lo hacíamos sin necesidad de discutir. – Contestó el profesor siendo totalmente indiferente a las palabras de su mujer.

Sin cruzar más palabra con ella, Arturo terminó de cambiarse y se fue a dormir. Quería tranquilidad, silencio.

Miriam regresó al salón. Estuvo allí hasta las dos de la mañana.

El profesor recibió un WhatsApp de Melisa al poco rato de acostarse. Como prometió, la joven le avisaba de cuándo regresaría a la ciudad.

"Te prometí que te avisaría cuando volviera a casa. bueno, pues mañana regreso. Estaré en Cáceres bastante justa para entrar a trabajar.

Podemos quedar cuando quieras."

Este mensaje le había alegrado el día tan malo que había tenido.

"Cuando llegues, ¿querrías comer conmigo? Quizás estés muy cansada. Si crees que es mejor tomar un café o merendar... ¿Qué prefieres?"

Melisa pensó que sería llamarle por teléfono.

_Arturo, puedo quedar cuando quieras. – Dijo la joven haciendo entender al profesor que tenía disponibilidad absoluta. – Tengo disponibilidad absoluta a partir de las dos y media de la tarde.

_Si quieres, puedo pasar a por ti por el banco. Así veo en qué trabajas. – Sonrió. – Me haría mucha ilusión.

_Está bien. Pero no suelo estar cara al público. Más bien desarrollo mis actividades en la sección de contabilidad y haciendo alguna que otra nómina. De vez en cuando atiendo a gente, pero esto es en pocas ocasiones. Casi únicamente cuando el personal de préstamos e hipotecas necesitan ayuda es cuando salgo de mi oscura oficina.

_No importa. ¿Voy, entonces, a recogerte a las dos y media?

_Ok. Está bien. Te mando la ubicación por WhatsApp. De todas formas, está en pleno centro, en el Paseo de Cánovas. No tiene pérdida.

Hubo unos segundos de silencio absoluto.

Arturo estaba feliz, muy feliz. Con aquella chica sentía que los problemas desaparecían en la nada.

_Melisa, cuando llegues a la ciudad, asegúrate de escribirme un mensaje o mandarme una pista de voz para que sepa que has llegado bien, ¿está bien?

Tras prometerle que haría lo que le estaba pidiendo, al profesor, la contable colgó el móvil.

Poco después de terminar de hablar con Arturo, la joven llamó a su mejor amiga para que le hiciera un favor.

_ Perdona que te moleste a estas horas, Nuria. Necesito que hagas algo por mí.

_Claro. Qué quieres.

_¿Puedes ir mañana a mi casa y sacar cinco de los cuentos que tengo en el portátil? Creo que me lo he dejado en la biblioteca o en el salón.

_Oye, hermana, la biblioteca la tienes llena de trastos todavía... Bueno, en fin, cuáles quieres que te saque.

_Están en una carpeta en el escritorio. Está ya maquetado. ¿Puedes llevarlo a la imprenta que hay por detrás de la plaza? Las instrucciones están también en esa carpeta. Y, bueno...

_Dime.

_¿Me lo puedes llevar al trabajo mañana por la mañana?

_Está bien. Tienes suerte de que mañana tenga el día libre. Te lo acerco en un momento.

_Cariño, si te lo pido a ti es porque sé que los maestros tenéis tres semanas de vacaciones en estas fechas.

A Nuria le había marcado tanto las clases de Arturo que había estudiado magisterio. Quería enseñar e inspirar a los chicos de la misma forma que él lo había hecho con ella.

Al llegar a la ciudad, Melisa le mandó un mensaje al profesor avisándole de que ya había llegado.

Se dio una ducha rápida y salió, otro día más, corriendo hacia el banco.

Como había prometido, la maestra le llevó aquel cuaderno a su mejor amiga en su media hora de trabajo.

_¿Para qué es esto? – Preguntó Nuria.

_Es un regalo para... algo parecido a una cita. – Respondió ella. – En breve tengo que volver a entrar. En cuanto quedemos te contaré todo como es debido, te lo prometo. ¿Cuánto te ha costado?

Melisa dio el dinero que le había dicho la maestra. Después regresó al trabajo.

Antes de salir del trabajo, Melisa se maquilló un poco. Normalmente iba bien arreglada al trabajo, pero no se ponía maquillaje, al menos, no tanto como cuando tenía planes con amigos.

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now