Capítulo 44

421 31 3
                                    

_¿Cómo sabes que no me va a gustar lo que me vas a contar? – Preguntó Arturo nada más abrirle la puerta a Melisa.

_Porque tiene que ver con una persona que conocemos que no te cae para nada bien.

Se sentaron en el sofá.

El profesor se puso tenso. No tenía ni idea de qué estaba hablando, pero nada bueno iba a pasar.

_Bueno, dime qué sucede.

_Tengo que volver a trabajar con Javier.

_¿Qué? ¿Vas a volver a trabajar en el banco bajo las órdenes de alguien como él? ¿En qué estás pensando?

_En nada, en nada. No voy a volver a trabajar allí.

Melisa empezó a contarle lo que había sucedido.

El profesor se quedó más tranquilo al decirle la contable que iría acompañado de su jefa.

_¿Ella sabe de la denuncia? - Ella asintió. – ¿Y aun así te hace ir a esa reunión?

_No es cosa suya. Ella insistió en que no debía hacerlo. Pero, oye, es mi trabajo. Debo esforzarme lo máximo posible en él.

_Pero le vas a ver. Puede ser peligroso.

_Por eso va a venir ella conmigo. Se asegurará de que todo salga bien, de que no me suceda nada.

A Arturo seguía sin convencerle esa idea. No podía hacer nada para quitarle de la mente aquel tema que creía que era un mal plan.

Temía que volviera a intentar a hacerle algo.

_¿Cómo de segura estás de que no sucederá nada?

_Mucho. No soy masoquista, profesor Pérez.

Melisa se había dado cuenta que, cada vez que le llamaba así, él se relajaba. Le encantaba el tono que utilizaba para hablarle. Era una pequeña debilidad que tenía. Le encantaba que pronunciara su nombre de esta manera.

_Me gusta que seas tan aplicada en tu trabajo, pero estas cosas me dan mucho miedo. No puedo soportar la idea de que te suceda algo.

_ No te pongas en lo peor. No va a suceder nada.

_¿Sabes algo de la denuncia que pusiste al respecto?

_No, nada. Supongo que me llamarán cuando resuelvan el caso. Es despido improcedente, así que no me preocupa mucho. Además, tengo trabajo. No es que necesite que me readmitan ni nada por el estilo.

_Es cuestión de justicia.

_Eso no me preocupa. Al menos, ahora. Estoy bien, Arturo. Estoy tranquila. Tengo dos muy buenos amigos que sois Nuria y tú, un buen trabajo donde me llevo bien con mis compañeros y una casa. No creo que pueda tener una vida mucho mejor.

_¿No hay nada que te haga falta? – Preguntó el profesor olvidándose por completo de Javier.

Melisa sonrió.

Tenía una vida tranquila, que no es lo mismo que una vida totalmente feliz. Sí le faltaba algo y él lo sabía tan bien como ella.

_¿Eso tiene importancia? – Preguntó ella.

Arturo la miró con cara de niño. Para él sí tenía mucha importancia. Quería saber si ella tenía los mismos sentimientos por él que el profesor por ella.

_¿Tenéis ya fecha prevista para la reunión? – Cambió de nuevo el tema de conversación a la vista que la contable no tenía intención de contestarle.

_Aún no lo sé.

_¿Me puedes prometer una cosa?

_Claro, dime. – Respondió Melisa.

_Cuando tengas la reunión con Javier, avísame. Iré a recogerte a la hora que tú me digas en el lugar que me indiques.

_No tienes por qué hacerlo. Además, seguramente que la reunión sea por la mañana, en mi horario laboral. Y tú trabajas también.

_Bueno, me cojo el día libre.

Melisa tornó los ojos. Sabía que, si no aceptaba, discutirían. Por no hacerlo, terminó cediendo.

Arturo, contento por ese motivo, la abrazó.

Hicieron planes para hacer que esa tarde fuera redonda.

Aquella conversación sobre el antiguo trabajo de Melisa duró casi toda la tarde y poco tiempo les quedaba para para hacer cualquier otra cosa.

Se decantaron por ver una película cenando comida basura.

Poco a poco Arturo se iba acostumbrando a pasar las horas muertas junto a Melisa y eso le encantaba. No le importaría pasar aún más tiempo con ella.

_Melisa, he estado pensando en una cosa. Bueno, se me acaba de ocurrir algo en este momento.

_¿En qué maldad estás pensando?

Arturo sonrió.

_Yo tengo ropa en tu casa.

_Si, ¿qué pasa con eso?

_Estaba pensando en que, si tú quisieras quedarte aquí un día de entre semana y, si al día siguiente tienes que ir al trabajo, no tienes nada con lo que cambiarte.

_Bueno, Arturo, hasta ahora no se ha dado el caso. No es que tengamos ninguna relación amorosa. No tengo por qué tener aquí nada. – Contestó la contable sabiendo qué era lo que le iba a proponer.

_Deberías traer alguna prenda tuya. Así estaríamos los dos en las mismas condiciones. Puedo hacer todo el hueco que tú quieras en mi armario.

Melisa suspiró. Sabía que iba a decirle algo relacionado con la ropa, se lo veía venir.

_Arturo, no te lo tomes a mal, pero eso significaría que tenemos algo más que una amistad, ¿no crees?

_Pero yo tengo ropa en tu casa y solo somos amigos. No veo nada de malo que tú también tengas algo aquí.

Melisa entendía su postura, pero no creía que fuera bueno. Hacer eso implicaría darle pies al profesor sobre cosas que aún no eran posibles entre ellos.

_¿Por qué no esperamos un poco? – Propuso la contable. – Lo veremos poco a poco.

El corazón de un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora