Capítulo 12

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Melisa entró dando saltos a casa de su padre.

Tras darle un gran abrazo y un par de besos, salió de nuevo a la calle y empezó a meter cajas de libros.

Tras colocar todo en el sitio que tenía pensado, la joven empezó a hacer la cena para la noche siguiente.

_Hija, no hagas mucha comida. – Le rogó Martín, el padre de Melisa. – Tía Jacinta nos ha invitado a cenar.

_Tendremos que llevar algo, papá. Te prometo que hoy solo haré unas tartas y bollos. Digo yo que mis primitos irán y los dulces les encanta.

_¿Qué tienes pensado hacer?

_No sé, supongo que tarta de tres chocolates, algunas galletas y mouse de limón. Sé que son de las cosas favoritas de mis primos. Y mañana, haré algún tipo de pescado y algún tipo de verdura que se pueda servir fría. Supongo que mi tía hará pavo, pato o algo por el estilo. Así que llevar pescado y verduras vendrá bien.

_¿No molestará a tu tía? Ya sabes cómo es.

_No, no creo. Sabes que agradece estas cosas, así no tiene que cocinar ella tanta cosa.

_¿Se lo has preguntado?

_Sabes que sí, que todos los años hablo con ella sobre este tema y, siempre que puedo venir por estas fechas, cocino algo.

Sin más, Melisa se puso a cocinar.

Toda la casa olía a azúcar y chocolate.

Cuando hubo terminado de cocinar todos los dulces, les hizo una foto y se la mandó a Nuria.

"Mi golosa amiga, mira lo que he estado haciendo hoy. Chincha, chincha, que esta vez no puedes probar nada de esto."

Se había hecho muy tarde. La una de la madrugada se le vino encima a Melisa estando en la cocina. Martín se había acostado hacía un par de horas. Hacía mucho que no esperaba a que su hija se fuera a la cama. La conocía bien y sabía que era ave nocturna, que no había forma de que se fuera a acostar temprano.

Nuria la llamó. Tenía, en este sentido, una personalidad muy parecida a la de su amiga.

_¿No te sobra nada de esos dulces para traérsela a tu mejor amiga a la ciudad? Todo tiene una pinta tremenda.

_Sabes que puedo hacerte lo que quieras cuando estoy en casa. No tengo problemas con la cocina.

_¿Se lo has mandado a Arturo?

_¿Por qué querría hacerlo?

_Por nada, pero seguro que le haría ilusión recibir algún mensajito tuyo y más si en esta salen dulces.

Melisa tornó los ojos. Nuria parecía estar muy interesada en que tuviera pareja, pero a ella no le hacía ilusión. No estaba de ánimos.

_¿Se puede saber por qué quieres estar sola?

_Nuria, no pretendo estar soltera toda la vida, pero tampoco voy a estar con un hombre casado, con alguien que casi podría ser mi padre. Como comprenderás, esta situación no es la mejor.

_Tarde o temprano terminará divorciándose. Y como bien dices, no es tu padre. No seas tan asquerosa. – Bromeó. – Mel, cariño, en su mirada se ve... Bueno, tendrías que conseguir verlo.

_No es la primera vez que te digo que apenas nos conocemos. ¿Cómo va a enamorarse de alguien a la que apenas conoce?

_Esas cosas no son racionales. Anda, hazme caso y mándale esas fotos. De paso le felicitas la Noche Buena.

Cansada del tema, Melisa colgó el teléfono y lo puso encima de la mesa del salón. Estaba siendo muy pesada con el tema.

Durante unos minutos pensó en si debía hacerle caso a Nuria y mandarle esa foto a Arturo o pasar de sus consejos como tantas otras veces.

"No me puedo creer lo que estoy haciendo."

Cogió de nuevo el teléfono y le mandó esa foto al profesor con el texto: "Espero que tengas una feliz Noche Buena y una dulce Navidad."

Arturo aún no se había acostado cuando escuchó su móvil sonar. Estaba adormilado viendo la televisión. Había estado discutiendo con Miriam aquella tarde sobre la cena del día siguiente y no quería dormir a su lado.

Contestó a Melisa de esta manera:

"Tiene todo muy buena pinta. Ojalá pudiera probar alguno.

Todavía tengo el sabor de tu tarta en la boca."

El profesor empezó a llorar sin saber por qué. Su vida, aquella que desde fuera parecía perfecta, era un infierno para él. La dulzura y la inocencia de aquella chica le hacía volver a sentir algo dentro de él.

Esto hacía que estuviera muy confundido.

Esperó unos minutos. Quería saber si respondería a aquel mensaje.

Pasado dichos minutos, Melisa recibió una llamada.

_Buenas noches, señorita García. ¿Estaba usted ya acostada?

Algo se movió en su interior al imaginársela dormida, con un pijama de tela fuerte para protegerse bien del frío.

_Estaba al punto de hacerlo. ¿Desea algo el profesor?

_Felicitarte las fiestas, supongo. – Se sonrojó sin saber por qué. – ¿Cómo se presentan estos dos días?

_Con la familia, lo típico. Con mi padre y la familia de mi tía. Mis primos y yo nos lo pasaremos bien, como cuando éramos pequeños.

_¿Sois muchos primos?

_Solo tengo estos con los que me he reunido hoy. Nos vemos muy pocas veces al año. No estamos muy unidos, pero cuando nos vemos disfrutamos mucho jugando juntos, haciendo travesuras. 

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now