Capítulo 61

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Escucharon como el reloj marcar la media noche. El cumpleaños de Arturo había terminado.

_Creo que ya es hora de parar. –Dijo Melisa. – Ha terminado tu día. Son las doce. Ya es otro día. Se terminaron las celebraciones.

_No quiero. – Replicó él. – Quiero seguir disfrutando de tu cuerpo. Solo un poco más.

_Pero ya ha terminado...

Melisa no pudo terminar la frase. No podía concentrarse en lo que decía. La lengua de Arturo se paseaba por su cuello, su pecho. Sus besos empezaban a bajar, recorriendo todo su ser, cosa que le distraía.

_¿Sigues queriendo parar?

_Caya. – Pidió ella.

El amanecer llegó sin previo aviso. Las caricias que se hacían el uno al otro no les permitía pensar en las horas que llevaban sin dormir.

_Es hora de preparar el desayuno. – Señaló Arturo. – Es hora de que yo te mime a ti. Espérame aquí.

Tardó más de lo que pensaba en preparar todo. La casa seguía manga por hombro y no sabía dónde estaban las cosas necesarias para cocinar. Tuvo que rebuscar más de lo que se imaginó.

En la bandeja puso café, tostadas, zumo y tortilla.

_Espero que te guste lo que he preparado.

Puso la bandeja encima de la cama y se sentó al lado de Melisa.

_¿Quieres dejar de mirarme? – Preguntó ella. – Me hace sentir incómoda que no me quites los ojos de encima.

_¿Cómo evitarlo? Estás preciosa cuando comes. ¿Te gusta lo que he preparado?

Melisa asintió.

Estaba siendo un muy buen fin de semana.

El lunes no tardó en llegar y con él, la nueva semana.

_Arturo, Arturo. Es hora de levantarse. – Dijo ella aquel mañana – Hay que ir a trabajar.

_No entro al colegio hasta dentro de una hora. ¿No nos podemos quedar un poco más en la cama?

_Yo entro en un rato y ya voy tarde.

_Vale, vale. ¿Vas a ducharte ahora? – Melisa asintió. – Estupendo. Así me da tiempo a prepararte el desayuno.

El profesor colocó lo preparado sobe la mesa del salón. Había hecho de todo. Café, tortitas, zumo, ...

­_Todo está genial, cariño. Gracias por prepararme algo tan bueno como esto, pero me tengo que ir volando.

_Te puedo acercar en el coche. Así no tendrás que perder tiempo aparcando ni tendrás que ir siempre corriendo. Puede ser nuestra nueva rutina.

Melisa asintió. Con lo deprisa que iba siempre al trabajo, agradecía que su chico tuviera ese detalle con ella.

Estando ya de camino hacia el trabajo, Arturo recibió una llamada de la inmobiliaria. Aunque tenía que firmar la venta de la casa que tenía con Melisa a mitad de semana, le avisaban de que tenía que ir hoy.

_Entonces, ¿vas hoy ves a Miriam?

_Si, así es. ¿Estás celosa?

Melisa no dijo nada. Si lo estaba y mucho pero no quería demostrarlo. Sabía que era algo irracional, que si estaba con ella era por algo.

_No va a pasar nada entre nosotros. Sabes que solo disfruto contigo, que a la que quiero, con la que pienso tener un futuro eres tú.

_No estoy celosa. Si te divorciaste de ella es por algo.

Nada más dejar a Melisa en el trabajo, Arturo se dirigió a la inmobiliaria. No sabía a qué hora se pasaría su exmujer por allí, pero si podía evitar cruzarse con ella, mejor. Estaba seguro de que, si se la encontraba, intentaría montarle algún numerito de los suyos y no le apetecía.

_Buenos días. –Saludó el profesor entrando en este negocio. – Soy Arturo Pérez. Vengo a firmar la venta de una casa.

Manuel, el encargado de esta venta, se presentó y sacó el documento.

_¿No debería haber venido con su esposa?

_Estamos divorciados. Ella vendrá cuando más le apetezca. Yo preferiría no verla. Por eso vengo a estas horas.

Manuel le entregó los papeles señalándole dónde tenía que firmar.

Arturo salió de allí contento. Estaba terminando de cortar los lazos que le unían a Miriam.

Nada más salir, mandó un mensaje a Melisa.

"Ya he firmado. No he visto a Nuria, no ha hecho falta."

Melisa se sentía mucho más tranquila. Sí, se sentía celosa. Sabía que no tenía razones para ello. Aun así, no le gustaba que viera a su exmujer. No se fiaba de ella, de las intenciones que pudiera tener.

Al regresar a casa después de un duro día de trabajo, Arturo quiso hablar con su novia acerca de sus celos.

_No hace falta que me digas que no vas a volver con ella. – Señaló Miriam comiendo la sopa de verduras que había preparado el profesor. – Sé que quieres estar conmigo, pero no puedo evitarlo.

_Me gusta que los tengas, aunque sea un poco. Sé que nunca me dirías que no vea a tal o cual persona. Pero no quiero que estés insegura.

_¿Puedo decirte algo?

_Claro.

_Obviamente no me gusta que la veas. A nadie le hace ilusión que su pareja se vea con su ex, pero hay algo que me gusta menos que eso y que me da más miedo.

_¿Qué es?

_No me fio de ella. Por lo que me has contado, encuentra mil maneras para hacer que vuelvas a su lado y eso me da mucho miedo.

_No te preocupes por eso, Melisa. No podrá hacerlo.

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now