Capítulo 56

417 34 3
                                    

Pasaron por el agua caliente y por la fría. Después regresaron a la habitación.

_Pasa de la una. Arturo, ¿te apetece comer? Tengo hambre.

El profesor asintió.

Melisa comenzó a cambiarse bajo la atenta mirada de su chico. El bañador le resultaba incómodo estando mojado.

_Deberías dejar de mirarme tan lujuriosamente y cambiarte tú también. No es bueno tener mucho tiempo puesto el bañador mojado.

Arturo le hizo caso sonriéndole.

­_Me encantas que te pongas mandona.

_Yo no soy mandona. – Contestó poniéndose roja. – No quiero que enfermes. ¿Qué haría yo si eso te sucediera?

_Te gusta mandar. Y a mí me encanta que te pongas así. Te preocupas por mí, porque no enferme.

_Es que si enfermas, te tendré que cuidar. – Contestó vergonzosa. – No podría concentrarme en el trabajo.

Arturo la besó sin dejarle que dijera ni una palabra más.

_¿Seguro que no es porque te preocupas por mí?

_No seas tonto. Claro que me preocupo. El padre de mis futuros hijos tiene que ser una persona sana.

Arturo no se podía creer lo que estaba escuchando. Había escuchado dos palabras que, para él, eran mágicas, "futuros hijos". Eso implicaba que pretendía llegar lo suficientemente lejos como para tener un futuro a su lado y, al menos, dos hijos con él.

No se podía dejar de sentirse feliz.

La abrazó.

Se vistieron y bajaron al restaurante a comer.

_Me encanta que estés pensando en niños. – Señaló Arturo. – Me imagino a los dos yendo a pasear con un dos o tres niños al parque, jugando con ellos al futbol y leyéndoles cuentos antes de dormir.

_Dejemos el tema. No estoy pensando ahora mismo en tener familia.

Arturo se la quedó mirando. No sabía qué decir.

Durante toda su vida ha querido tener familia y, hasta unos segundos antes, creía que estaba al punto de conseguirlo, de poder tener familia con la mujer de sus sueños.

_Cariño, no estoy diciendo que no quiera tener hijos nunca, pero no ahora mismo. Aún no he cumplido los veintitrés años. Hay muchas cosas que quiero ver muchas cosas. Quizás viajar, ver cómo me va en el trabajo. No estoy preparada para eso.

_Agradezco que seas así de franca. Quizás pronto el instinto maternal llame a tu puerta.

Melisa le acarició.

Arturo no terminaba de entender aquello. No entendía que la diferencia de edad que había entre los dos corriera de esa manera en su contra. Tampoco entendía que tan solo llevaban un mes de relación. Eso era demasiado poco para estar hablando de determinados temas.

_Relájate cariño. No estoy diciendo que nunca vayamos a tener niños.

_Lo sé, lo sé. Solo que... No lo sé. No sé en qué estoy pensando o lo que siento en estos momentos.

_Vamos a darnos un masaje. Vayamos paso a paso, al ritmo que el camino nos marque. No creo que tengamos que pensar más en este tema.

Arturo estaba muy confundido. Primero dice que se preocupa por el futuro padre de sus hijos, pero después dice que no quería tenerlos por el momento.

Este viaje no les resultó tan divertido como el anterior. Hablar sobre el futuro, en ellos se terminaría convirtiendo en un tabú.

De vuelta a casa no se dirigieron la palabra. La tensión entre ellos se podía cortar con una tijera.

Arturo llevó a Melisa a casa nada más llegar a la ciudad.

_Tengo miedo, Mel, mucho miedo.

_¿Por qué?

_Nunca he olvidado la diferencia de edad que hay entre nosotros, pero hoy me lo has hecho recordar aún más.

Le hizo pasar a casa.

_¿Y eso te preocupa? ¿De nuevo estás con esas dudas? Sólo te he dicho que soy demasiado joven para pensar en niños. Espera un poco para tener familia, dejemos que el tiempo marque el ritmo de nuestra relación.

Se abrazaron en el sofá.

_Pero ir a vivir juntos o casarnos...

_Pasamos la mayor parte de la semana juntos. O tú te vienes aquí o yo a tu casa. ¿Por qué tienes tanta prisa en todo?

Arturo se desesperó.

Quería vivir con ella porque no quería separarse de ella ni un solo instante, porque no quería llegar a casa y saber que no se la encontraría corriendo por ella, estar sin su alegría cerca.

_ ¡Es que no lo entiendes, Mel! Lo que quiero es tener algo que sea tuyo y mío, nuestro.

_Tienes que entender que llevamos tan solo un mes juntos, que aún no nos conocemos bien como pareja. Además, a mí me gusta tener mi propio espacio. No quiero renunciar a todo por lo que he luchado. Poco o mucho, lo que he logrado es mío, solo mío.

_Pero es que eso no dejaría de ser tuyo. Yo no quiero que renuncies a nada.

Arturo, desesperado por no poder hacerse entender, empezó a llorar. Un nudo le ataba el corazón.

_No tienes por qué preocuparte por nada. – Señaló Melisa. – Entiendo que tú tengas prisa, que quieras tener tu familia, pero yo no estoy lista. Te pido tiempo. Eso es todo.

_Creo que será mejor que me vaya. – Dijo Arturo sin saber cómo reaccionar a todo aquello.

Seguía llorando cuando salió de casa.

El corazón de un profesorМесто, где живут истории. Откройте их для себя