Capítulo 42

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Había llegado el día de ir al laboratorio a que Miriam se hiciera las pruebas de maternidad.

El matrimonio estuvo en este lugar diez minutos antes de que la cita. Arturo quería saber si su mujer estaba embarazada o no.

Al entrar sentaron en el pasillo, enfrente de la sala donde le habían citado. Un médico salió de la misma y les hizo pasa a ella.

Empezaron a realizar el análisis de sangre.

Arturo, durante todo el tiempo que tuvieron que esperar, estuvo mirando cosas con el móvil. No quería cruzar ni una sola palabra con su esposa.

_Señores. – Les llamó la atención el médico con el resultado en las manos. – Tengo aquí la información que les puede cambiar la vida.

Miriam sonrió. Estaba totalmente segura de que estaba embarazada, por lo que deseaba que abriera el sobre donde estaba la información que haría que su marido volviera a su lado.

Arturo cogió el sobre y lo abrió.

El resultado fue negativo.

El profesor sonrió dándole el papel a su esposa. Estaba muy seguro que aquello iba a ser así, pero saberlo a través de una prueba médica, era una sensación única.

_¡Esto es imposible! – Gritó Miriam enfurecida. – Hace dos meses que no me viene el periodo y el predictor daba positivo. ¡Esto tiene que estar mal!

_Señora, los protocolos de este laboratorio establecen repetir la prueba tres veces. Las tres han dado negativo. ¿Qué más pruebas quiere?

_Esto tiene que estar mal, muy mal. Si no estoy embarazada, ¿por qué no me viene el periodo?

_Eso implicaría hacer otro tipo de pruebas. Puede deberse a diversas causas. ¿Han pensado en el estrés o en algún problema hormonal?

_¿Qué pretende decir con problemas hormonales? – Se enfureció aún más Miriam. – ¿Me está llamando vieja?

_No tiene edad para ese tipo de irregularidades. Se puede deber a muchas cosas. Le aconsejaría que fuera a su médico de cabecera a hacerse una revisión.

Miriam salió del laboratorio echa una furia. Arturo fue detrás de ella.

_¿Qué estás haciendo con tu cuerpo? – Preguntó el profesor a su esposa. - ¿Qué estás haciendo para que tu cuerpo esté haciendo estas cosas?

_No estoy haciendo nada, nada. ¿Cómo crees que me voy a jugar así la salud?

Arturo, sin saber si debía creerla, la dejó sola. Aunque estaba preocupado por ella, por el estado endocrino de su mujer, estaba contento. En él ya no había ninguna clase de dilema. Nada le ataba a ella de nuevo.

Estuvo pensando todo el camino a su casa. Pensaba en su matrimonio, en su esposa, en su promesa y, sobre todo, en Melisa.

Durante toda la noche, le estuvo dando vueltas a un tema, solo a uno.

Al amanecer había decidido algo que le quitaba un gran peso de encima.

"Me voy a divorciar. Esto no es justo para Miriam, no es justo para mí. No lo es para nadie.

Ella podrá comenzar a tener una vida y yo también."

Buscó un buen abogado para comenzar esos trámites legales. En cuanto encontró a uno que parecía de fiar, le llamó en un hueco de un par de horas que no tenía clase.

Le dijo que, si el trámite se hacía de mutuo acuerdo, sería algo corto, muy corto. Si no, le recomendaba firmar lo que su esposa le pidiera. De esa manera, algo que se podía alargar en el tiempo innecesariamente, se acortaría de forma sustancial.

Arturo entendió todos los consejos que le estaba dando su abogado. De todas formas, se reunirían esa misma tarde para firmar los documentos necesarios para comenzar el divorcio.

Después le mandó un mensaje Melisa. Sabía que, aunque él tenía un rato libre, ella estaba trabajando durante toda la mañana.

Lo que le mandó fue algo muy esquemático y algo misterioso para que ella se pusiera en contacto con él en cuanto pudiera.

"Miriam no está embarazada, de lo cual, me alegro.

He decidido divorciarme."

Cuando la contable terminó de trabajar y vio el mensaje del profesor, le llamó. Quería saber qué había sucedido.

_Bueno, parece que no vas a ser padre. Me parece raro que te alegres.

_Estoy contento porque no será con alguien a la que no quiero, con la que no quiero estar.

Melisa sonrió. Le gustó esa respuesta, aunque sentía que el deseo de ser padre que llevaba dentro no se fuera a hacer realidad.

_ ¿Qué es eso de que te divorcias?

_Estoy cansado de esta situación. Más aún desde que te volví a encontrar. Quiero ser libre, tener alguna oportunidad de ser feliz a tu lado, por pequeña que sea. Ya he estado hablando con un abogado. Espero tener esto arreglado pronto.

_Espero que te vaya bien en lo que quieres. Por cierto, respecto al tema del club, de hablar con tus alumnos, ¿Cuándo lo hacemos?

_Estoy intentando reorganizar las actividades que ya tenía programadas para hacer un hueco. Dudo que tarde mucho en hacerlo. En cuanto pueda te diría un día y lo organizamos todos. Gracias por aceptar hablar con ellos. Creo que les hará bien que hables con ellos.

_Gracias a ti por pedírmelo en más de una ocasión. Si no lo hubieras hecho, no me hubiera atrevido con retos como ese.

Se hizo el silencio entre ellos. Fue ese el momento en el que Arturo pensó que sería mejor terminar con la conversación telefónica.

_¿Cuándo podemos volver a hablar? – Preguntó el profesor.

_Cuando me quieras volver a llamar. Además, tenemos que concretar lo del club, y quedar para celebrar tu divorcio.

_Está bien. Te llamaré pronto, lo prometo.

Melisa sentía cierta felicidad por las dos noticias que le había dado Arturo. Le alegraba que no fuera a ser el padre de un niño con una mujer que no amaba. Y, quizás, podía plantearse tener algo más con él que una amistad.

Aquel hombre le había demostrado que la apoyaba en sus momentos más oscuros. Y no se podía negar a sí misma que sentía algo por él, algo tan intenso que nunca antes había sentido. 

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now