Capítulo 50

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Pasaron los días.

Melisa llevó ropa a casa de su novio, como había prometido.

En un abrir y cerrar de ojos llegó el quince de mayo, el primer mes que pasaban juntos.

Para ese día, Melisa había preparado algo especial. Había tenido suerte. El aniversario caía en viernes, por lo que pudo hacer algo distinto.

Para empezar, había organizado el encuentro entre la escritora y el club de literatura.

Había preparado una maleta donde había metido su ropa junto con la de Melisa y la metió en su coche. Cuando terminara de hablar con sus alumnos, su chica tendría una sorpresa para celebrar su primer mes juntos.

La charla con los alumnos de Arturo se haría en el mismo lugar donde se la cruzó meses atrás corriendo hacia el trabajo.

No duraría mucho. Era viernes y sus alumnos querían salir, disfrutar del fin de semana.

_Vamos. – Dijo tajantemente Arturo nada más terminar la charla. – Te tengo una sorpresa.

Melisa le miró extrañada. No se esperaba nada ese día. Ya bastante había hecho organizando aquel encuentro con sus alumnos.

_¿Sabes qué día es hoy? – Preguntó abrazándola.

Ella asintió.

_Pues tengo algo organizado. Lo he estado preparando durante algunos días. Y espero que te guste.

_¿Qué es?

_Un pequeño viaje de fin de semana.

Melisa se echó las manos a la cabeza. Ella también había estado organizando algo para él en secreto.

_Arturo, había organizado un día de spa para los dos. Como hoy ambos teníamos trabajo, lo había contratado para mañana. Tendríamos que salir mañana temprano y regresaríamos tarde.

El profesor la besó.

_ ¿Sabes que eres perfecta? Nunca me hubiera esperado que hubieras hecho algo así.

_Bueno, ¿Te apetecería ir al spa el próximo fin de semana? Podría intentar cambiarlo.

_Está bien. Lo siento. Si te hubiera contado lo que tenía planeado, hubiéramos unido esfuerzos y no hubiera pasado esto.

Melisa le besó.

_Si lo hubieras hecho, no hubiera sido una sorpresa. Por cierto, ¿dónde me vas a llevar?

_Será una sorpresa. Llegaremos hoy antes del anochecer y regresaremos el domingo a la hora que prefieras.

_Me falta la ropa.

_No, que va. Te dije que tenía todo planeado. Recuerda que llevaste ropa a mi casa.

_Estás en todo, cariño.

Nada más subirse al coche, Melisa llamó al spa que tenía contratado para el día siguiente. No tuvieron problema alguno en cambiar la reserva.

El viaje duró casi dos horas.

Arturo había alquilado una habitación en un pequeño hotel rural en Villanueva de la Vera.

_¡Qué verde está todo esto! – Exclamó Melisa bajando del coche. – Y el aire es tan puro...

Arturo cogió la maleta y entró en el hotel seguido por la contable.

La habitación era enorme. Tenía pocos muebles que estorbaran al paso. Un armario, una cómoda, dos mesillas de noche y, en el centro, una enorme cama con dosel. Bajo el enorme ventanal que daba al patio, dos sillas y una pequeña mesita.

Justo al lado de la puerta del baño, la salida a la terraza.

Todo era en color blanco y marrón.

_Mel, ¿Te gusta?

Arturo colocó la ropa en el armario observando cada movimiento que hacía su chica.

La contable miraba a todos lados. Estaba impresionada. Era un lugar que quedaba sin aliento.

_Es impresionante.

_Te falta algo por ver.

La dirigió al baño.

_¿Un hidromasaje? Arturo, ¿no crees que te has pasado un poco? Esto te tiene que haber costado un dineral. Si haces esto en un mes, qué vas a hacer cuando cumplamos un año de estar juntos.

_Ya se me ocurrirá algo.

A Melisa no le terminaba de gustar que se hubiera gastado dinero en algo que, seguro, era muy caro.

_¿No te gusta? – Preguntó el profesor preocupado.

_ Al contrario. Es precioso, pero...

_ Es lo menos que te mereces. No sabes lo que significas para mí.

La expresión de la cara del profesor se entristecía. Estaba recordando cosas de su pasado que no le resultaban agradables.

Melisa le besó para consolarle.

_¿Qué te apetecería hacer? – Preguntó ella. – ¿Quieres que salgamos a dar un paseo por el campo?

_Se está metiendo la noche. ¿Qué te parece si cenamos y damos un paseo por el pueblo?

Melisa asintió.

Cansados de dar vueltas por el pueblo, se sentaron en un banco de la plaza. El aire con olor a jazmín aún era frío por las noches en aquel maravilloso pueblo.

_ Se ven todas las estrellas. - Anotó la contable. – Gracias por haberme traído.

No tardaron mucho en volver al hotel.

El corazón de un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora