Capítulo 20

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Melisa no se podía creer lo que el profesor le estaba diciendo.

Aquel apartamento solo tenía un cuarto. ¿Dónde se suponía que se tenía que quedar ella?

"No pretenderá..."

_No estoy planteando nada que te pueda hacer sentir incómoda. Yo me quedaría a dormir aquí, en el salón. Tú te Dormirías en el cuarto. Ni se me ocurriría proponerte nada de eso.

_No creo que...

_Solo estoy pensando en que es tarde. Hoy hay mucho borracho celebrando el fin y comienzo de año. Sería...

Melisa perdió el miedo ante las intenciones de Arturo. Creía en su palabra.

_Está bien, está bien. Pero con una condición.

_¿Cuál?

_Quedémonos aquí los dos. No quisiera quedarme sola.

Para Melisa aquel sentimiento, aquella forma de cambiar de parecer tan repentino le extrañaba. Había pasado de desconfiar de las intenciones de Arturo a no querer separarse de él.

No sabía por qué, pero confiaba en sus palabras, en sus intenciones.

Se sentía muy bien y segura abrazada a él, sintiendo su olor.

Ambos se quedaron dormidos en el sofá. No se despertaron hasta las nueve de la mañana.

El primero en hacerlo fue Arturo. Melisa tardaría unos minutos más en hacerlo.

_Buenos días. – Dijo el Arturo. – Señorita García, ¿Ha dormido usted bien en este duro sofá?

_Buenos días. No ha sido la peor noche de mi vida. Espero no haberle molestado, profesor.

Melisa se incorporó frotándose los ojos y volvió a abrazarse a él. Arturo le devolvió el abrazo.

"Me siento muy bien cuando le abrazo.

Se está tan... calentito, tan agosto...

Hace mucho que no me sentía tan bien con un hombre cerca. No sé bien hace cuánto tiempo no sentía necesidad de abrazar de esta manera a alguien."

Por su parte, Arturo sentía una felicidad que había olvidado hacía más de veinte años. Siempre había sido un hombre al que le gustaban las cosas sencillas como aquella, las cosas simples como la de quedarse dormido viendo una película junto a la dulzura de los cálidos brazos de una mujer.

Empezó a sentir unas ganas incontrolables de besarla, de terminar con aquello que había empezado el día que quedaron para comer.

_Será mejor que nos levantemos. – Dijo el profesor intentando ocultar la necesidad de sentir sus labios, de llevarla a la habitación. - ¿Quieres algo para desayunar? ¿Un café?

La forma de comportarse del profesor extrañó a Melisa. Hasta ese momento había estado a su lado sin quejarse y, aquel comentario, parecía que se debía a que le molestaba estar en contacto con ella.

_¿Qué sucede? ¿He hecho algo que pudiera molestarte?

_No, no. – Contestó él dirigiéndose a la cocina, poniendo la cafetera a funcionar. – Es que... Es que si sigo tan cerca de ti no podré contener estas ganas que tengo de darte un beso. Eso es algo que no puedo permitirme. Eres... – Se quedó en silencio. – Bueno, mejor no dar detalles.

_Arturo... Yo...

_Bien sé que no tienes ese tipo de sentimientos por mí. Y nunca me atrevería a intentar algo contigo sabiendo que, de ninguna manea, puedo tener un futuro contigo.

_Pero, Arturo, ...

_No me malentiendas. No estoy diciendo que no haya tenido ningún tipo de relación con otras mujeres durante mi matrimonio. Siempre fui muy claro con ellas. No me iba a divorciar y aquello sería solo algo de una noche. Contigo, Melisa, me gustaría tener algo más. Una casa, hijos, un hogar. Nada de eso puedo darte, ¿entiendes? No puedo permitirme intentar tener nada contigo si no puedo darte nada de esto, si no puedo ofrecerte una relación estable.

La contable se acercó a él. Se puso a su lado.

_Yo ... - Melisa titubeó. Quería contarle por la situación amorosa que había pasado, pero no sabía cómo empezar. – Me siento muy bien contigo. Solo... Me gusta hacer cosas a tu lado, pero no puedo tener nada con nadie, no soy capaz de estar bien con un hombre. Por un lado, tu estás casado. Por otro...

Le ayudó a llevar el café al salón y empezó a contarle lo que había pasado con su exnovio.

Se sentaron en el sofá. Melisa quería seguir contarle algo muy delicado al profesor.

_El día que le dejé pasó algo que no me esperaba. – Se dio la vuelta dándole la espalda a su interlocutor y bajó la camisa que llevaba puesta dejando ver la mitad de su espalda. – ¿Ves esa marca que hay al lado izquierdo de mi espalda? Justo en medio.

Arturo asintió.

A Melisa empezó a caérsele unas lágrimas.

_Me tuvieron que dar cuatro puntos. Me tiró una figura que teníamos en el salón, en la casa que compartíamos. Había sido la primera vez que intentaba hacerme daño. Bueno, de esta manera. No es que no hubiera tenido problemas con otras personas, pero conmigo...

El profesor la ayudó a taparse de nuevo.

Esa era la primera vez que Melisa se atrevía a contarle aquello a alguien. Ni a su padre, ni a Nuria les había dicho nunca nada.

Se sentía bien, liberada después de haber podido contar todo esto.

Arturo, sintiendo ganas de coger a aquel que se hacía llamar hombre y someterle a lo mismo que él le hizo a aquella chica.

Tras ayudarla a taparse, el profesor cogió a Melisa y la abrazó haciendo que se tumbara sobre él, que su espalda se relajara sobre su pecho.

_Ojalá hubiera tenido contacto contigo en aquella época. Jamás le hubiera dejado hacerte tal brutalidad.

Ella cerró los ojos y se relajó.

El corazón de un profesorTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon