Capítulo 45

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A Melisa le estaba empezando a agobiar con el tema de la ropa. Arturo se estaba poniendo un poco pesado.

No es que no quisiera hacerlo, si no que temía que esto pusiera el acelerador a una relación que no estaba del todo segura de querer.

_Solo dame un poco de tiempo, Arturo. No quiero dar pasos en falso, darte falsas esperanzas en algo que...

_Melisa, no creas que por lo que te estoy diciendo las cosas van a ser diferentes entre nosotros. Sé que entre los dos no podrá haber nada al menos, hasta que yo esté divorciado, hasta que nada me una a Miriam. E, incluso después, no será seguro que quieras tener algo conmigo.

La contable permaneció en silencio.

Como prometió, se pensaría la propuesta del profesor.

Pasaron los días. Melisa se metió en su trabajo y Arturo vio absorbido por el suyo. Las cosas venían cargadas.

El día de la reunión con los italianos se había fijado. Como prometió, avisó al profesor para que fuera a recogerla al banco alrededor de las tres de la tarde. Ese era el lugar donde se produciría este encuentro y la hora en la cual se esperaba que terminaría dicha reunión.

El profesor se había pedido el día libre. Quería estar por los alrededores del antiguo lugar de trabajo de Melisa por si sucedía algo que pudiera dañarla.

La reunión transcurrió normal. Incluso terminó antes de lo estimado. En ella no solo estuvieron los italianos, Carla, Javier y Melisa. También fueron los jefes del que un día, le tuvo que dar instrucciones a la propia Melisa.

Juan Martín, el director general de esta sucursal, estaba interesado en tener una conversación con la contable sobre la denuncia impuesta a su negocio.

Ella le contó el asunto muy resumidamente.

_No tenía ni idea de que todo eso había sucedido. – Dijo Juan. – Aceptaré lo que el juez imponga de mil amores. Por otro lado, consultaré con mis abogados a ver qué puedo hacer para despedir a Javier. No permitiré que esto vuelva a suceder.

_Estaría bien que tuvieran controladas este tipo de cosas.

_Tengo algo más que preguntarte.

_Dígame.

_Javier tuvo una racha en la que hacía muy bien su trabajo. Era excepcional. No nos tenía acostumbrados. No es que sea un chico que haga mal sus labores, pero tampoco lo hace tan bien. ¿Sabes algo de eso?

Melisa se sonrojó.

_Para mantener mi trabajo, tuve que hacerle parte de sus tareas.

Juan ya se olía que algo por el estilo estaba pasando. Por él mismo no podía haber sacado las obligaciones que se le había asignado. Desde que esa chica se marchó, el rendimiento de Javier se había reducido.

_Me gustaría volver a ofrecerte tu antiguo puesto de trabajo independientemente de lo que diga el juzgado. Si es cierto eso de que tú le has estado haciendo las tareas que le correspondía a tu jefe inmediato, no nos podemos permitir perder un talento como el tuyo.

_Se lo agradezco, don Juan, pero estoy bien donde estoy. Vivo en paz, rodeada de tranquilidad. Además, aprendo mucho. Estoy muy bien rodeada.

El director del banco no insistió. Melisa no se le veía por la labor de volver, por lo que decidió no volver a repetirle la oferta.

_Si esa es tu decisión, bien está, pero espero que cada vez que necesitemos la ayuda de Carla en algo, tú también estés a nuestra disposición.

_Claro. Para mí es muy importante hacer bien mi trabajo. Todo lo que suponga un reto, será bienvenido.

Con esas mismas palabras, se despidieron.

Carla se quedó durante unos minutos atrás. Tenía que despedirse de Juan.

Al ver que Melisa salía de la sala de reuniones del banco en soledad, Javier la siguió.

_Melisa, Melisa, espera.

La contable, aunque no tenía intención de hacerlo, se dio la vuelta para saber qué era lo que quería.

_Javier, ¿qué quieres?

_Podemos quedar y arreglar lo que sucedió entre nosotros. Podría convencerte para quitar la denuncia que has puesto al banco y, bueno, a mí por acoso.

_No quiero arreglar nada contigo. De hecho, no quiero que te acerques a mí.

_Vamos, cielo, no te pongas así. – Dijo él cogiéndola con fuerza de la mano. – Vamos a solucionar nuestras diferencias.

_ ¡Vete al infierno! ¡Suéltame! – Gritó.

_Preciosa, no te pongas así. – Pidió Javier. – Dame un beso.

_ ¡Basta ya! – Protestó Carla habiendo visto cómo Javier volvía a intentar hacer de las suyas.

Juan llamó a la policía. No iba a consentir esa clase de comportamiento en el local. Por suerte para él, los italianos ya se habían marchado y no habían visto el escándalo que se había formado allí.

Cuando los agentes de seguridad llegaron, detuvieron a Javier, el cual terminó en la cárcel.

Todos los presentes, todos los que vieron aquello prestaron testimonio.

Arturo intentó acercarse a Melisa por todos los medios en mitad de aquel jaleo, pero no hubo manera. Tuvo que esperar a que todo aquello se calmara.

_ ¿Qué ha pasado ahí dentro? – Preguntó el profesor.

_Problemas con Javier. Pero no tienes que preocuparte más. Está en la cárcel. No creo que, después de lo que ha pasado hoy, salga de ahí.

_¿Seguro? ¿Estás completamente segura que no volverá a causarte ningún problema?

_Si. Completamente.

Arturo vio en el brazo de Melisa moratones.

_¿Qué es eso? ¿Te lo ha hecho Javier? – Cuestionó de nuevo el profesor.

La contable asintió.

_Como te he dicho, no tienes que preocuparte de nada más. No podrá volver a molestarnos.

Arturo la abrazó con fuerza.

Sentía mucho no haber podido ayudarla en ese mal momento. Había tomado ese día libre para estar a su lado y, sin embargo, no había podido hacer nada.

_Volvamos a casa. Voy teniendo hambre. Aún no hemos comido, ¿sabes?

Melisa cogió la mano del profesor e hizo que le siguiera. 

El corazón de un profesorWhere stories live. Discover now