Tú sigues siendo un recuerdo aquel
Al día siguiente, Brenda con la ayuda de María José prepararon el desayuno para toda la familia.
—Hija, por cierto— la señora Carla inició una conversación— hace unas semanas me encontré a tu amiga Paloma, la que estudió contigo, ¿te acuerdas de ella?
Brenda no mostró ni tantito interés a la plática.
—Me contó que vive otra vez aquí, en Torreón— aun con la indiferencia de su hija, la señora continuó— su hijo casi es un adolescente y lo que nunca entendí es porque si eran tan amigas, se separaron de la noche a la mañana.
—Yo sé el motivo— Alicia hizo una intervención.
—¿Por qué?— su madre quería saber más.
—¡Cállate!— Brenda se molestó— no tienes idea de lo que estas hablando.
—Claro que sí. Tú y ella estaban enamoradas de Sebastián y Paloma se casó con él.
—¿Eso verdad, hija?— intentó confirmar la suposición.
—No mami.
—Si no fue por eso, entonces tú y ella...— Alicia trató de lanzar otra hipótesis.
—¡Basta!— pero Brenda frenó todas sus teorías.
—Entonces cuéntanos. ¿Por qué se distanciaron?
—Por tonterías, eso ocurrió hace años. Supérenlo.
—María José— la señora decidió cambiar el tema— esta tarde quiero preparar la sopa azteca que tanto le gusta a mi hija, ¿te gustaría ayudarme?
—Por supuesto.
—Me gustó mucho la que preparaste cuando estuvimos en Querétaro.
—Y sabe cocinar infinidad de platillos— Brenda completó— todo le queda riquísimo.
—Hacen bonita pareja, ¿no les parece?— habló nuevamente Alicia mientras su hermana le pedía con la mirada que ya se callara.
—¿Quiénes hija?— preguntó la señora Carla.
—Ellas— señaló a las chicas— Bren una inútil en la cocina y María José toda una master chef.
Todos rieron menos Brenda.
—De ser así, me gustaría compartir recetas y tips contigo.
—Para mí será un honor, señora Carla.
—Si mami, dile todo lo que le gusta a tu hijita para que María José se lo prepare y no te extrañe tanto. A lo mejor con ella si aprende— se burló.
—Revisaré si me hace falta algún ingrediente para la comida de hoy.
—Nosotras saldremos a dar un paseo— Brenda comentó— quiero María José y Paula conozcan nuestra hermosa ciudad.
—Las acompañaría— dijo Alicia— pero tengo que ir a ver a un cliente— revisó la hora en el reloj atado a su muñeca izquierda.
—No te preocupes, no harás falta.
Continuaron desayunando y al terminar, las chicas volvieron a la habitación para alistarse.
—¿Te pasa algo, cariño?— cuestionó María José— te noté incomoda cuando tocaron el tema de tu amiga.
—Estoy bien. Solo que hace mucho no recordaba a Paloma y esta mañana que mi mamá hizo el comentario, volvieron a mí los recuerdos que un día fingí olvidar.
—¿Quieres hablar sobre eso?
—No, no es importante.
—¿Segura?
Decidió contarle.
—Éramos muy niñas cuando nos conocimos— empezó— siempre estábamos juntas y a la edad de dieciséis años, creo que me enamoré de ella. Recuerdo que me hacía sentir cosas muy parecidas a lo que ahora siento por ti, pero fui muy egoísta.
—¿Y por qué el distanciamiento? ¿Por Sebastián?
—No, él nunca fue de mi agrado.
—¿Entonces?— sujetó su mano para acariciarla.
—Al parecer Paloma también sentía algo similar porque una tarde mientras hacíamos tarea, me besó y me gustó tanto que inexplicablemente el miedo me invadió y le pedí que se fuera. A pesar de que se disculpó infinidad de veces, la saqué de mi vida por completo. Después en la universidad, ella empezó su relación con Sebastián y yo conocí a Antonio.
—¿Tu novio feo?
—¿Mi hermana te contó sobre él?
—Nada relevante.
—Estábamos en cuarto semestre de la carrera, cuando Paloma se embarazó, meses después se fue con Sebastián a vivir a Monterrey porque la familia de él es de allá y no volvimos a vernos jamás.
—¿Alicia sabe sobre el beso y lo que sentías?
—Nunca le conté, pero no me sorprendería que haya descubierto algo. Mi hermana en otra vida fue un perro sabueso y en esta, conservó el olfato.
Rieron.
—¿Y te gustaría ver a esta chica? Hablar con ella y arreglar los fantasmas del pasado. Hace bien cerrar ciclos.
—No sé, me siento mal por como la traté.
—Pero ya pasó, quizá hasta lo olvidó.
—Si ella sigue aquí, es probable que la veamos. Su familia vive por la zona a donde quiero llevarte.
—Dame un abrazo— Brenda se refugió en ella.
—Tienes ese don de dar tranquilidad, de saber escuchar y de envolverme en paz.
—Te amo— besó su frente.
Más tarde, las chicas y Paula salieron a caminar por las calles de la ciudad y mientras compraban lo que les hacía falta para la comida, alguien las abordó.
—¿Brenda?— escucharon una voz femenina demasiado cerca y ambas miraron a su alrededor para buscar a la persona.
—Hola, ¿cómo estás?— avanzó los dos pasos que las separaban para abrazarla— justo hoy en la mañana mi mamá me contó que andabas otra vez en Torreón.
—Tengo como dos meses y tú, ¿también volviste?
—No, solo estoy de vacaciones. Regreso mañana a Querétaro— Brenda recordó que estaba acompañada— Paloma, ella es María José. Es una amiga que hizo el viaje conmigo.
Las presentó y se saludaron
—Y esta niña hermosa es Paula, mi hija.
—Hola pequeña— dijo Paloma.
—Y tu hijo, ¿cómo está? Debe estar enorme.
—A nada de hacerse un adolescente. Tiene apenas diez años, pero ya está en modo insoportable.
—Las dejo para que platiquen— comentó María José.
Besó la mejilla a Brenda.
—Un gusto conocerte— se despidió y sujetó la mano de Paula— Pau, vamos a seguir comprando.
Ella y la niña se alejaron.
—Tu mamá me contó sobre tu boda y lo de la adopción— Paloma reanudó la conversación.
—Esa niña ha sido una bendición en mi vida desde que la conocí. Y tú, ¿sigues con Sebastián?
—No, de momento estamos separados.
—¿Recuerdas cuando íbamos a verlo jugar fútbol?
—Nuestra parte favorita del día era cuando se quitaba la playera— rieron.
—Tenía un abdomen y unos pectorales de ensueño.
—No es por presumir, pero los sigue teniendo. Cuida mucho su cuerpo y todo su aspecto. Es demasiado vanidoso.
—Javier, mi esposo, es igual— respondió Brenda— debieron casarse entre ellos.
Sus risas continuaron.
—¿Y no piensas regresar con Sebastián?
—Hemos lastimado mucho la relación. Tendríamos que trabajar demasiado en ello.
—Ya lo dice una canción, el amor verdadero es tan solo el primero y desde que te conozco, has estado enamorada de él.
—No siempre lo estuve— la miró con cierta melancolía— pero quizá este tiempo alejados nos haga extrañarnos.
—Esta tarde mi mamá quiere preparar mi comida favorita. ¿Te gustaría acompañarnos? Trae a tu hijo, quisiera conocerlo.
—Gracias por la invitación, ahí estaremos.
—A mis papás les dará gusto volver a verte.
—A mi igual— se notaba contenta.
—Me alegró saber de ti y te veo en la tarde. ¿Recuerdas cómo llegar?
—Nunca lo olvidé.
Brenda se despidió y siguió su camino.
—¿Todo bien?— María José le preguntó en cuanto estuvo cerca y aprovechó para acomodarle el flequillo detrás de su oreja.
—La invité a comer, espero no te moleste.
—Haré que tu pasado sea solo un cuento que sobre el agua un día el viento escribió.