Almas unidas

By Goddess-Artemiss

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Desde tiempos inmemoriales, las almas de la Princesa del Destino y del Héroe Elegido por las Diosas han estad... More

Notas de escritora
1. El designio de las Diosas
2. El encuentro
3. Amor sellado
4. Sentimientos estremecedores
5. Anuncio formal
6. Eterna unión
7. Buenos amigos
8. Más allá del deseo
9. El inicio de una agonía
10. Aceptando la derrota
11. El comienzo de lo inevitable
12. El regreso de antiguas hazañas
13. Marido y mujer
14. Íntimas confesiones
15. Malas intenciones
16. Misión encomendada
17. Heridas del alma
18. Descubrimientos misteriosos
19. Enfrentamiento mortal
20. Efímera tranquilidad
21. Almas unidas
22. Dudas angustiantes
23. Corazones destrozados
24. Nefasta revelación
26. Destino definido
27. El principio de una travesía
28. La llama sagrada de Farone y el regreso de un antiguo enemigo
29. Las puertas del Crepúsculo
30. Situaciones inesperadas
31. Reavivando emociones
32. La llama sagrada de Eldin y la enfermedad del Héroe Elegido
33. Amor que sana
34. Cambios radicales
35. Nuevo comienzo
36. Tratos cumplidos
37. Sorpresivos encuentros
38. Firmes aclaraciones
39. Simples amantes
40. Juramento inquebrantable
41. Reanudando el camino
42. Misteriosas revelaciones
43. La llama sagrada de Lanayru y la otra cara de la moneda
44. Impredecible hallazgo
45. Grandes verdades
46. Impensable
47. Desgracias al acecho
48. Devastadores cambios
49. La invasión
50. La sagrada bestia de ojos azules
51. El Héroe del Crepúsculo
52. Abismo infernal
53. Lucha contra uno mismo
54. Indicias devastadoras
55. Todo tiene un comienzo...
56. ... Y también un final
57. El reencuentro de las almas
Epílogo

25. Secretos al descubierto

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By Goddess-Artemiss

La lluvia torrencial caía de manera inmisericorde en la pradera de Hyrule, y en una pequeña zona se encontraba el príncipe, impactado por lo que acabó de ocurrir frente a sus ojos. Un misterioso hombre, salido directamente del infierno, acababa de desaparecer cuál espejismo, y llevándose a su esposa en sus brazos.

- Ze...Zelda... – dijo entrecortado debido al pánico.

Los ojos del joven empezaron a soltar algunas lágrimas debido al terror que lo invadía. No tenía la más mínima idea hacia dónde se habían llevado a su esposa, no sabía hasta qué punto ella corría peligro, así que trató de reincorporarse de su estado e ir rápidamente al palacio a informar sobre el terrible suceso.

...

Link entró con Epona a la ciudadela y se dirigió rápidamente al palacio, tenía que informarles a los reyes y a su padre la tragedia que acababa de pasar. Estaba tan alterado que no lograba encontrar las palabras correctas para contar lo sucedido. ¿Cómo decirles a unos padres que su amada hija había sido secuestrada por un desconocido sujeto? Y lo que es peor aún, ¿cómo podría tener tino al contarles si él también estaba destrozado con la situación? No sabía cómo afrontarlo.

Una vez que llegó al portón del palacio, se bajó de la yegua para abrirlo, pero su paso fue detenido al ser interceptado por un soldado.

- ¿Quién eres tú, muchacho? – preguntó serio.

- ¿Quién soy? ¿Qué clase de pregunta es esa? Soy yo, Link. El esposo de la princesa Zelda. – respondió sorprendido.

El soldado empezó a reírse a carcajadas debido a las palabras del joven, como si hubiera escuchado una graciosa broma.

- Ya estuvo bueno, un campesino como tú, ¿el príncipe? Por favor. – preguntó irónico.

En ese momento Link se dio cuenta de que debido a la prisa no se había cambiado de ropa, y más lo empapado que se estaba no daba ninguna imagen de parecer un príncipe.

- En serio soy yo, necesito ir a ver al rey. ¡Tengo que decirle algo muy importante! – insistió impaciente.

- Seguro eres un ladrón. No voy a permitir que entres al palacio, además su majestad nos indicó que el príncipe está de viaje debido a una misión.

Link se sentía desesperado, tenía que encontrar la manera de entrar al palacio sea como sea; no podía escabullirse por los muros como cuando era el héroe enmascarado, pues debido a la torrencial lluvia todo ese camino estaba resbaladizo, así que por eso tomó una difícil decisión. Agarró del brazo al soldado y con todas sus fuerzas lo tumbó al suelo, dejándolo noqueado, así que aprovechó el estado del hombre para entrar corriendo al palacio, pero en el camino, muchos más lo descubrieron y empezaron a perseguirlo.

- ¡Intruso! ¡Deténgalo inmediatamente!

...

El duque se encontraba en la sala principal del palacio junto con su amigo Daphnes. En esos momentos estaba contándole sobre la conversación que tuvo con su hijo.

- Lo hubieras visto, estaba completamente borracho y destruido. Descubrirlo en ese estado me dolió mucho... y aparte de eso, estuvo reacio a regresar aquí para arreglar las cosas con tu hija.

- No puedo creerlo. Pobre Link...

- Créeme que estuve a punto de hacer algo que jamás en la vida me había atrevido a hacer, golpearlo. Ya estaba listo para darle una cachetada, pero gracias a las Diosas me contuve, pues verlo tan deprimido me destrozó el corazón. – relató entristecido.

- Hiciste bien en no golpearlo, a pesar de que eres demasiado estricto con él, nunca has tenido la necesidad de alzarle la mano; no lo hiciste cuando era pequeño, así que menos lo debes hacer ahora que ya es un hombre. Estoy seguro de que en estos momentos estarías arrepentido si lo hubieras hecho.

- Ya me siento mal solo de haber tenido la intención, nunca ha habido la necesidad de recurrir a esos métodos, porque Link es un buen hijo, a pesar de que a veces hace lo que se le da la gana. En serio, ya no sé qué...

Las palabras del duque fueron interrumpidas debido a unos fuertes gritos que se escucharon en la parte de afuera.

...

- ¡Suéltenme, necesitó ver a mi suegro y a mi padre! – gritó encolerizado.

- ¿A tu suegro y a tu padre? En serio estás loco, ya te crees parte de la familia. ¡Insolente, entrar a los terrenos de su majestad sin permiso! En este momento te llevaremos a los calabozos.

- ¡Es en serio, tengo que...!

- ¿¡Qué es todo este escándalo!?

El rey y el duque salieron de la sala a averiguar de dónde provenía el ruido, y al instante ambos se dieron cuenta de que el joven al que tenían agarrado era el príncipe, así que se enfurecieron y ordenaron que lo suelten.

- ¿Qué es lo que hacen? ¡Suelten a mi hijo! – ordenó el duque, enojado.

- ¡Ineptos! ¡El joven que tiene ahí es mi yerno! ¡Ordeno que lo dejen libre inmediatamente!

- ¿¡Qué!? ¿Entonces si es el príncipe? – gritaron los soldados al unísono.

Los soldados se sintieron avergonzados debido a la terrible equivocación que cometieron, así que no tuvieron más remedio que pedir desesperadas disculpas y retirarse del lugar, despavoridos.

- ¿Qué es lo que sucede, muchacho? ¿Por qué estás tan alterado? – preguntó el rey.

- ¿Qué pasó, hijo? ¿Cómo pudiste arriesgar tu vida en esta torrencial lluvia? Es peligroso.

- Ten... tengo algo que decirles. – dijo nervioso.

En ese momento la reina llegó al lugar en donde se encontraban los tres hombres, preocupada debido a los gritos que escuchó hace un momento.

- ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué estaban gritando tanto? – preguntó alarmada.

- Por favor, necesito que me escuchen los tres... se trata de Zelda. – indicó apenado.

El rey y el duque se sintieron extrañados por lo que el príncipe les estaba diciendo, sin embargo, el sexto sentido de la reina despertó de inmediato, pues tuvo un mal presentimiento sobre su hija.

- ¿Qué sucede, Link? ¿Qué ocurre con Zelda? – preguntó ansiosa.

- Lo que pasa es que ella... estaba en la pradera corriendo junto con un soldado. Los seguí para ver a dónde se dirigían... y a lo lejos vi como el hombre se desvanecía como si fuera un espejismo... y luego...

El joven se quedó en silencio, le costaba demasiado hablar sobre el tema, así que tomó un respiro para calmarse y prosiguió con el relato.

- Cuando llegué a donde se encontraba Zelda, estaba frente a un hombre... se desmayó en sus brazos y luego... se la llevó... ¡La secuestró! – dijo agarrándose la cabeza, descontrolado.

- ¿¡Cómo!?

La reina empezó a alterarse en sobremanera, se sintió totalmente devastada con esas palabras, mientras que los hombres estaban de la misma manera que ella.

- ¿Cómo que la secuestraron a mi hija? ¿Quién lo hizo? – preguntó el rey, desesperado.

- ¡Responde, hijo! ¿Qué pasó con Zelda? – preguntó el duque, alterado.

La madre de la princesa tomó al joven por los hombros viendo que debido al impacto no respondía, necesitaba saber más cosas sobre su hija.

- ¡Responde! ¿Quién se llevó a mi hija? ¿¡Dónde está Zelda!? – preguntó con lágrimas.

Entonces Link ya no pudo callar más, así que con lágrimas en los ojos le respondió.

- Se la llevó un tal... Ga...Ganondorf.

Celine sintió una dolorosa opresión en el pecho debido a lo escuchado, ese maldito nombre retumbó en sus oídos como la peor de las bombas. Por otra parte, el rey y el duque estaban enmudecidos debido a las palabras del joven.

- ¡N...! ¡NO! ¡GANONDORF, NO! ¡Es mentira, no pudo haberse llevado a mi hija! ¡Quiero a mi Zelda de regreso! ¡Qué me la devuelva!

La reina lloraba y gritaba como una verdadera histérica debido a la fatal noticia, fue tal el impacto que le causó recibirla, que agarró de la camisa a Link y empezó a jalonearla descontrolada, hasta que las fuerzas se le acabaron y cayó desmayada en sus brazos.

- ¡Reina! ¡Por favor, despierte! – pidió preocupado el joven.

- ¡Celine, reacciona, por favor! – rogó el rey sollozando.

Link cargó a la inconsciente mujer en brazos para recostarla en uno de los muebles, mientras que el rey, sin poder contener el llanto, empezó a palmearle el rostro para que despierte.

Link estaba completamente confundido debido a la situación, entendía la reacción de los reyes, pero al mismo tiempo presentía que había algo más allá que debía saber, algo que tenía que ver con ese tal Ganondorf.

Mientras el rey se desesperaba por despertar a su esposa, el príncipe pudo notar que su padre estaba en un estado de trance, parecía que su mente divaga en otro mundo, y por lo visto en su perturbado rostro no se encontraba nada bien.

Después de unos minutos, la reina despertó, y llorando desconsolada, repetía una y otra vez el nombre "Ganondorf" y este iba a acompañado de palabras dolorosas y desesperanzadas.

- ¿Qué es lo que sucede? Parece que conocen a ese tipo. – preguntó el joven a su padre.

La reina se levantó, se dirigió hasta donde se encontraba su yerno y lo abrazó con fuerza, mientras lloraba en su hombro.

- Por favor, Link, rescata a Zelda. Tú eres el único que puede hacerlo. ¡Salva a mi niña y tráemela de regreso, por piedad! – suplicó sin parar de llorar.

El príncipe se limitó a abrazarla de la misma forma, se sentía desconsolado con todo lo que estaba pasando. ¿Pero de qué manera podría salvarla? ¿Qué camino debía tomar para empezar a buscarla? Y sobre todo, ¿cómo vencería a ese hombre, que con solo observarlo pudo notar que era extremadamente poderoso?

Mientras la reina seguía suplicándole a su yerno que salve a su hija, el rey se acercó hasta el duque dispuesto a hablar con él.

- Ha llegado el momento, debes decirle la verdad de una vez. – dijo, agarrándole de los hombros.

- Tengo miedo... no sé cómo voy a afrontar esto. – dijo angustiado.

- ¡Ya no tienes tiempo de pensarlo! Sé que esto es difícil para ti, pero entiéndeme, la vida de mi hija está en juego y solo Link puede salvarla. ¡Tú sabes perfectamente por qué!

El duque sentía que el mundo se le venía encima, por fin el temido día había llegado sin avisar, maldito y despiadado. Debía revelarle la verdad a su hijo sobre su destino y eso podría significar dos cosas, que el joven lo acepte resignado y realice su misión encomendada, o se impacte en sobremanera y termine odiando a sus padres por haberle ocultado semejante noticia por tantos años. Decidido, se acercó hacia él, pues ya no había marcha atrás, el momento de la revelación había llegado.

- Link... tenemos que ir a Ordon.

- ¿A Ordon? ¿¡Qué te sucede, papá!? Acaban de secuestrar a mi esposa, ¿y quieres que me vaya a Ordon? ¡Yo no pienso moverme de aquí hasta que...!

- ¡Obedece! Si quieres salvar a Zelda tienes que venir conmigo, pues tu madre y yo tenemos que hablar contigo.

- ¿Por qué en Ordon? ¿No puedes decírmelo aquí?

- ¡No es posible! En Ordon... hay algo que va a ayudarte en tu deseo de salvar a Zelda.

El príncipe se quedó en silencio varios segundos pensando en lo que su padre le pidió, hasta que la reina intervino.

- Hazle caso a tu padre. Te aseguro que en estos momentos es lo mejor. – suplicó la reina.

- Pero...

- Celine tiene razón, anda a Ordon, pues te aseguro que allá te enterarás de muchas cosas que tienen que ver contigo y mi hija.

Luego de esas peticiones, el joven no tuvo más remedio que aceptarlas, pero eso solo lo hizo confundir más. ¿Qué sería eso tan importante y urgente que tenían que revelarle sus padres?

- Está bien, regreso contigo a Ordon, papá. – aceptó resignado.

- Partiremos esta misma noche, pues lo que tengo que decirte... no puede esperar más.

...

Esa noche el duque y su hijo se despidieron de los reyes; Cocu y su esposa también se encontraban ahí, y la joven lloraba desconsolada por la desaparición de su amiga.

- No entiendo nada. ¿Cómo pudieron secuestrar a Zelda? ¿No es mejor que convoquemos al ejército para buscarla? – dijo Gracielle.

- Tranquila, mi amor. No llores, sino eso le hará daño a nuestro bebé. – pidió igual de apenado.

- ¡Es que no puedo evitarlo! No puedo creer que nuestra amiga esté desaparecida.

El duque y su hijo se sentían apenados de ver a todos tristes por la desaparición de la princesa. Fue en ese momento que Demetrio se acercó a los reyes y empezó a hablar con ellos en voz baja, pues no quería que los marqueses y su hijo, quienes se encontraban cerca de la carroza, escuchen.

- Creo que es mejor que hablen con ellos, sobre todo lo que tiene que ver con nuestros hijos, ellos son sus amigos y tienen derecho a saberlo para entender mejor las cosas.

- Tienes razón, apenas ustedes se vayan hablaré con ellos. Son buenos muchachos y merecen saber la verdad, aunque no sé cómo lo tomarán. – dijo el rey preocupado.

Demetrio se dio cuenta de que la reina no dejaba de llorar, así que se acercó a ella y la tomó de las manos para darle ánimos.

- No temas, amiga, te aseguro... les aseguro a los dos que mi hijo la salvará.

- Es que estoy aterrada, me siento tan culpable de que no pudimos hablar con Zelda sobre su destino. Al menos tú podrás decírselo a tu Link, no como nosotros.

- Todo es mi culpa, jamás debí impedir que Zelda practique magia y el resto de las cosas. ¿Cómo se defenderá ahora? – dijo el rey apenado.

- No te preocupes, ella se ha dedicado a hacer eso siempre, así que estoy segura de que ella tratará de defenderse.

- ¿Qué has dicho? O sea que todo lo hizo a escondidas, ¿y tú lo sabías?

- ¡Sí! ¡Yo lo sabía! Y no te dije nada, porque con tu terquedad y evasión se lo ibas a impedir. – exclamó enojada.

- La verdad, yo también sabía que se había convertido en una buena espadachín, pero tampoco dije nada porque Aitana me lo prohibió. – dijo el duque.

- Ya no importa... me alegro de que así hayan sido las cosas, por lo menos mi hija se defenderá si es necesario, porque por lo pronto estoy seguro de que ese sujeto no le hará daño, pues todos sabemos perfectamente que le conviene que Zelda siga viva, al menos por ahora.

- Así es. Bueno, ya me voy, tengo que llegar rápido a Ordon y hablar con mi hijo de una vez por todas.

- Sé que esto será muy duro para Aitana y para ti, pues revelarle todo a Link significará algo doloroso para ustedes en todo sentido.

- Lo sé... pero mi esposa y yo sabíamos que eso pasaría, ahora tocará afrontarlo. – dijo entristecido.

- Que tengas un buen viaje, y a la distancia les enviamos a ti y a Aitana todo nuestro apoyo. – indicó el rey angustiado.

- Gracias, espero que todo salga bien al final de todo.

...

El helado viento soplaba de manera intensa desvaneciendo varias dunas de arena. Todo el lugar estaba desolado, las plantas secas debido a la escasez de agua y varias grietas formaban profundos abismos en el suelo.

Ganondorf se encontraba con la princesa inconsciente en sus brazos, esperando que llegue su sirviente. Poco después apareció una carroza negra arrastrada por bulbos, de la que se bajó un Ferrus, el cual lo saludó con una reverencia.

- Disculpe la tardanza, bienvenido sea de nuevo al Desierto Gerudo.

El rey del mal se subió a la carroza y en el asiento del frente recostó a la princesa, sin ninguna delicadeza.

- Es ella, ¿cierto? – preguntó Ferrus.

- Así es, ahora que se encuentra tan débil espiritualmente y lejos de ese imbécil, por fin pude acercarme a ella. Sabía que usar a esa estúpida e interesada mujer me sería útil para que la princesa se vuelva la patética mujer que es ahora, pues con ello, podré manipularla a mi antojo. – dijo arrogante y triunfante.

- Lo felicito por su labor, todo lo planeado le salió tal y como quería.

- Así es. ¿Cómo van las reparaciones del Patíbulo?

- Ya falta muy poco para que todo esté terminado. Con el dinero que consiguió gracias a los inútiles de Ingo y Gorman, pudimos remodelarlo.

- ¡Excelente! Pienso dejar a esta mocosa dormida hasta que el Patíbulo esté totalmente reparado, pues deseo que todo esté en orden para su "cálido recibimiento". Pide que preparen la habitación de la torre más alta, estará encerrada ahí hasta que llegue el momento tan esperado.

- Sus deseos son órdenes.

- ¿Y mi espada?

- Está en buen recaudo, una vez que consiga el fragmento del poder, podrá devolverle su energía. Sabe muy bien que ese objeto es más que un arma, pues dentro de ella...

- Lo sé perfectamente, y lo que más me alegra es que una vez que la princesa consiga mi fragmento, no solo recuperaré mis poderes, también lograré reconstruir lo que una vez fue destruido, y de esa manera, tomaré una de las venganzas que tanto he esperado.

- ¿A qué se refiere, alteza? – preguntó confundido.

- Yo me entiendo Ferrus... yo me entiendo. – indicó con una sonrisa.

...

Link y su padre llegaron a Ordon al anochecer. El viaje, aparte de haber sido triste debido a la desaparición de la princesa, había sido muy estresante y silencioso para ellos.

Por una parte, el duque hablaba con su hijo de manera limitada, mientras que el príncipe estaba nervioso por alguna razón desconocida, como si tuviera un mal presentimiento sobre la noticia que sus padres querían comunicarle.

Una vez que entraron al palacio, ambos fueron a buscar a la duquesa, quien se encontraba leyendo unos escritos en su despacho, pero abandonó su actividad al sentir que alguien entraba y se sorprendió enormemente al ver a su esposo e hijo frente a ella.

- ¡Qué alegría verlos aquí! – dijo mientras se acercaba a abrazarlos.

Padre e hijo se limitaron a abrazarla sin decir nada, y fue en ese momento que Aitana sintió que algo raro estaba pasando.

- ¿Qué ocurre? Los noto consternados... y por cierto, ¿por qué Zelda no ha venido con ustedes? ¿Por qué no la trajiste contigo, hijo?

El príncipe no pudo contener más la tristeza, así que se aferró a los brazos de su madre y empezó a llorar desconsolado.

- Mamá... ¡Se llevaron a Zelda! – gritó destrozado.

La duquesa se sintió impactada con las palabras de su hijo, enseguida observó a su esposo para que le afirmara si la noticia era cierta, pero solo con ver su desgarrador semblante se dio cuenta de que todo era cierto.

- No puede ser... ¿Cómo qué se la llevaron?

- Sí, mamá... un tal Ganondorf.

La reina se separó de manera brusca de su hijo mientras lo observaba perturbada, creyó que sus oídos la estaban engañando, pero lamentablemente lo que había escuchado era real.

- Ganondorf... ¡NO PUEDE SER! – gritó desesperada.

Aitana observó a su marido directo a los ojos, en ese instante comprendió la razón por la que regresaron a Ordon.

- Volviste por... no...

- Ha llegado el momento de hablar con Link, tenemos que decirle la verdad.

- ¿Qué verdad, papá? Desde que salimos de Hyrule has estado muy callado y extraño. ¿Qué tanto es lo que quieres decirme? – preguntó ansioso.

El duque no respondió a las preguntas de su hijo, solo se metió la mano al bolsillo, sacó unas llaves y se las entregó a su hijo.

- ¿Y estas llaves? ¿Por qué me las das?

- ¿Recuerdas que querías saber qué tanto guardaba en ese armario? Pues baja al sótano y despeja tu ansiada curiosidad. – dijo resignado.

- Papá... ¿Me trajiste aquí únicamente para abrir ese armario? ¡No puedo creer que me hiciste abandonar Hyrule por algo como eso! – reclamó enojado.

Es cierto que desde hace años Link tenía una enorme curiosidad por abrir ese armario, pero según su criterio, ese era el peor momento para hacerlo. Estuvo a punto de lanzar otro reclamo a su padre, pero sus palabras fueron reprimidas al ver que su madre no dejaba de llorar por razones desconocidas para él. La verdad, estaba muy confundido con la actitud de sus padres.

- ¿Qué es lo que les pasa? ¿Por qué actúan de manera tan extraña? – preguntó nervioso.

- Hijo, has lo que te digo y ve a abrir el armario... luego de eso tu madre y yo hablaremos contigo, obedece.

La seriedad del duque preocupó enormemente al joven, así que prefirió no contradecirlo e ir al sótano a abrir el armario.

...

El príncipe bajó las escaleras que llevaban al sótano, a medida que se acercaba, su corazón latía con prisa.

Abrió la puerta del sótano y lo encontró tal y como lo había visto hace diez años. Luego su vista se fijó en el armario.

Nervioso se colocó frente al mueble y ocurrió algo sorprendente. Al igual que pasó la primera vez, algo en su interior brilló con fuerza, era tan atrayente esa luz que sintió una corriente recorrerle el cuerpo entero.

Ansioso, sacó la llave de su bolsillo, la encajó en la cerradura del armario y al escuchar el sonido que indicaba que estaba sin seguro, abrió las puertas de par en par.

Una intensa y brillante luz obligó al joven a cubrirse los ojos, y cuando esta se desvaneció, los abrió, quedando estupefacto ante lo que tenía en frente.

...

El duque se encontraba en el despacho de su esposa con la cabeza recostada en el escritorio, su mujer lo estaba abrazando por la espalda para calmarlo, aunque ella, al igual que él, estaba consternada.

Mientras Demetrio se encontraba hundido en sus preocupaciones, un antiguo recuerdo vino a su mente. Se trasladó exactamente al día en el que la vida de su familia cambió para siempre...

*.*.*.*.*

El ocaso había llegado a invadir los cielos que cubrían el reino de Ordon, preparándose para la llegada de la noche.

Demetrio se encontraba sentado en la cama junto a su esposa, inmensamente feliz con su bebé en brazos; ya había pasado una semana desde que había nacido y llegado a bendecir sus vidas.

Aitana observaba maravillada la tierna imagen, pues jamás se imaginó que después de tanto sufrimiento su hijo estuviera entre ellos, tan fuerte y sano.

- ¡Es tan hermoso! Por lo que veo ha heredado tus ojos azules y tu rubio cabello. – dijo la duquesa, emocionada.

- A mí me parece que también se parece a ti. Me siento tan feliz de que por fin esté con nosotros. Hubiera deseado tanto que mis padres lo conozcan, ellos soñaban con tener un nieto. – recordó entristecido.

- No te pongas triste, al igual que tú, yo también he pensado en mis padres, pues es en esta etapa en la que uno los necesita más que nunca, pero sé que desde el cielo nos cuidan y bendicen por la llegada de nuestro pequeño. – dijo mientras lo abrazaba.

- Tienes razón, tengo demasiados motivos para estar feliz, y uno de ellos es verte totalmente sana y recuperada, mi amor.

- Yo también estoy sorprendida, apenas las enfermeras me pusieron al bebé en mis brazos, empecé a sentirme mejor, como si jamás hubiera estado mal de salud.

- Todo ha sido un milagro, las Diosas no nos abandonaron después de todo. Solo míralo, es un niño completamente sano y también come demasiado. Ya mismo se despertará llorando para que lo alimentes de nuevo. – dijo encantado.

- Lo sé, es tan caprichosito como tú. – dijo entre risas.

- ¿Cómo que caprichosito? Yo no soy así. – dijo avergonzado.

- ¡Jajaja! ¿Sabes una cosa, mi amor? Tengo mucha curiosidad por esa marca que tiene en su manito, es idéntica a la Trifuerza, la divina reliquia a la que rinden homenaje en Hyrule. – dijo Aitana.

- A mí también se me hace parecida, incluso hasta me creí verla brillar cuando el niño nació.

- ¿En serio? Yo vi lo mismo... – respondió sorprendida.

La pareja se quedó mirando en silencio por unos segundos, hasta que el duque soltó una carcajada.

- ¡Tonterías! Debe ser una simple marca de nacimiento, sabes que esas historias no son más que leyendas, y según la misma, el héroe elegido vivió hace miles de años, sería imposible que regrese después de tanto tiempo.

- Pues, sobre lo que leí en la historia de tu familia, el hijo del héroe del ocaso fue el primer duque de Ordon. – dijo la duquesa.

- Sé perfectamente que eso dice la historia de esta tierra, pero ya han pasado demasiados siglos como para saber si eso es real o no. Mis padres siempre me insistieron que era verdad, incluso Daphnes lo hace cuando conversamos del tema, pero la verdad creo que no son más que simples mitos. – indicó seguro.

- Puede ser como no puede ser... – respondió pensativa.

- Mejor hablemos de otra cosa. Ya ha pasado una semana y aún no decidimos cómo llamar a nuestro hijo. Me pregunto qué nombre será el más...

La conversación de los jóvenes fue interrumpida por un fuerte estruendo, fue tal el impacto del sonido que el pequeño bebé de ambos se despertó y empezó a llorar asustado.

- ¿Qué fue eso, Demetrio? – preguntó asustada.

El duque colocó a su hijo en los brazos de su esposa para que lo tranquilice, mientras tanto, él se asomó por la ventana, y vio a lo lejos que en la entrada del palacio estaban unos soldados rodeando a algo o a alguien.

- Ha sucedido algo afuera, iré a averiguar. Enciérrate con el niño y no salgas por ningún motivo. – pidió mientras salía de la habitación.

- Por favor, ten cuidado. – pidió preocupada, abrazando a su bebé.

...

Cuando Demetrio llegó a la salida del palacio, uno de los soldados le impidió el paso.

- ¡No se acerque, alteza, acabamos de atrapar a una bruja!

- ¿Una bruja? – preguntó sorprendido.

- Apareció de la nada rodeada por un aura luminosa. Parece peligrosa, pero pierda cuidado, la tenemos agarrada y la encerraremos en los calabozos.

El duque apartó al soldado para averiguar de qué persona se trataba, y grande fue su sorpresa al ver a la sabia del bosque.

- ¡Saria! – exclamó el joven.

- Alteza... – dijo la joven, con voz entrecortada.

- ¡Suéltenla de inmediato, no es ninguna bruja!

- ¡Pero majestad...!

- ¡Obedezcan o seré yo quien los envié a los calabozos! – ordenó enojado.

Los soldados soltaron a la joven, quien debido a las heridas de su cuerpo estuvo a punto de caer al suelo, pero el duque detuvo su caída tomándola en los brazos.

- Alteza... pídales que se retiren, necesito... hablar con usted, a solas... – habló con dificultad.

- ¡Retírense inmediatamente!

Una vez que los soldados se retiraron, Demetrio llevó a la herida joven a una de las habitaciones para que un médico la pueda atender.

...

Cuando la acostó en la cama, el duque se disponía a ir a llamar al médico, pero su paso fue detenido al sentir la mano de la sabia.

- No se vaya... necesito que me escuche.

- ¡Estás muy mal! Debo ir a buscar a un doctor.

- Ya no hay tiempo para eso... necesito entregarle algo...

Saria, con las pocas fuerzas que tenía, alzó sus manos y de ellas salieron un sinnúmero de destellos dorados. Dirigió esa energía hacia el centro de la habitación y ahí se formó una especie de portal, del que salió un peculiar objeto que luego cayó en el suelo.

- Eso...eso es...

- Una espada, alteza... La Espada Maestra...

El duque se quedó enmudecido debido a lo que sus ojos acabaron de ser. Estaba totalmente impactado.

- La... ¡La Espada Maestra! ¿El arma legendaria del héroe del ocaso?

- La misma que usó él... y sus anteriores vidas. – dijo Saria.

- No puede ser. Pero... ¿Cómo puede ser que la hayas sacado de su pedestal? Según la leyenda, nadie puede hacerlo, solo el héroe elegido por las Diosas. – dijo exaltado.

- Lo que pasa es que... ese villano trató de destruir la espada, como esta ha perdido sus poderes, pudo sacarla del pedestal con un solo golpe... yo no podía permitir que se le acerque, por eso antes que me dé el golpe final, invoqué al espíritu de Farone para que me permita entregarla a su legítimo dueño... ese canalla cree que me logró destruir junto con ella... pero no fue así. – relató dolida pero mostrando satisfacción.

- ¿Su legítimo dueño? No entiendo nada.

- Su hijo, alteza, el príncipe es...

Las palabras de la agonizante sabia fueron interrumpidas al ver que la puerta se abría. Era la duquesa con su bebé en brazos, preocupada por no tener noticias sobre lo que fue averiguar su marido.

- ¿Saria? ¿Pero qué es lo que ha pasado? – preguntó alarmada.

El duque observó impactado como la espada empezó a brillar en el momento que su esposa entró a la habitación, como si cerca de ella estuviera algo que la haya hecho reaccionar.

- ¡No acerquen al niño a la espada! Si eso ocurre, él la encontrará... por favor, vengan, tengo que decirles algo.

El duque estaba impactado y al igual que su esposa, no entendían lo que estaba ocurriendo.

- ¿Qué sucede, Saria? ¿Qué tiene que ver esa espada con nosotros? ¿Por qué empezó a brillar cuando mi esposa entró a la habitación? – preguntó nervioso.

- ¿Acaso no se da cuenta? ¿Cree que esa marca en la mano de su pequeño es casualidad? La espada brilló apenas su esposa entró en la habitación... porque en sus brazos tiene a su legítimo dueño... al Héroe Elegido por las Diosas.

Los duques no supieron qué decir en ese momento, estaban totalmente impactados debido a las palabras de la sabia.

- ¡Eso es imposible! Mi hijo no puede ser la reencarnación de ese héroe. ¡Son solo leyendas! – exclamó el duque, exaltado.

- Con todo respeto, no hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Acaso tampoco han notado que la marca de la mano del niño está titilando?

Los jóvenes observaron aterrados como la marca de su hijo brillaba muy tenue, pues al tener la espada cerca, era algo natural.

- Entonces, nuestro hijo es...

- Si duquesa... es el héroe que ha regresado a acabar con el mal que amenaza al mundo... Ganondorf, precisamente él, fue el causante de su enfermedad, pues al sentir que el alma de su hijo había regresado, trató de impedir que nazca...

La duquesa se quedó impactada cuando escuchó el nombre del villano. Ella, por haber nacido en Hyrule, conocía muy bien las leyendas en donde el mencionado sujeto intervino, sin embargo, la furia del duque al escuchar la confesión de la sabia lo descontroló en sobremanera.

- ¡Maldito bastardo! ¡Dime dónde está para enviarlo a ejecutar, jamás le perdonaré que haya atentado contra la vida de mi esposa y mi hijo! – dijo el duque, enfurecido.

- No es tan fácil, duque, él es muy poderoso... es por su causa que yo estoy herida... todo es culpa de Ganondorf... y su hijo, es el único capaz de vencerlo...

- ¡NO, NO, NO! – gritó Demetrio, queriendo evadir la realidad.

- Mi amor...

- ¡No puedo aceptar que mi hijo sea ese dichoso héroe! ¿Eso quiere decir que ese mal nacido intentara hacerle daño? ¿Tratará de asesinarnos a todos una vez que descubra que la espada está aquí? – preguntó histérico.

- Escúcheme atentamente... Ganondorf no podrá hacerles daño porque él no puede acercarse al príncipe... la razón de ello es porque su hijo posee el fragmento del valor de la Trifuerza, y eso los protege tanto a él como a los que lo rodean, por eso es que no podrá lastimarlos a ninguno de ustedes. En segundo lugar... es importante que impidan que el príncipe se acerque a la espada, pues esta, al estar cerca de él, reacciona, y si eso ocurre, Ganondorf la descubrirá y vendrá a destruirla. El príncipe solo podrá usar la espada cuando llegue el momento de su revelación como héroe, pues como podrán darse cuenta, es muy pequeño y vulnerable para usarla.

Los duques entendieron perfectamente las palabras de Saria. La Espada Maestra, al perder parte de sus poderes, se había convertido en un arma de doble filo, pues el lugar más seguro estaba cerca de su dueño, sin embargo, si este la tocaba antes de tiempo, se convertiría en la señal perfecta para que Ganondorf la encuentre.

Aitana no dejaba de llorar con cada palabra de la sabia mientras abrazaba a su hijo con desesperación, y Demetrio estaba completamente aterrorizado debido a la situación.

- Deben esconder la espada y no dejar que el niño se acerque a ella hasta que sea necesario, esto es por el bien de todos, pues la ira de ese villano, a pesar de que ha perdido la reliquia que le otorgaba el poder, es tan grande que es capaz de destruir el reino entero solo de saber que estaba escondida aquí.

- Saria... ¿Fuiste capaz de defender la espada a costa de tu propia vida? – preguntó Aitana, entristecida.

- Farone, el espíritu que protege dicha región, me otorgó la protección de la espada junto a las criaturas del bosque... pero lamentablemente el lugar sagrado que la acogía también ha perdido sus poderes debido al paso del tiempo... por eso Ganondorf pudo entrar a la Arboleda Sagrada y destruir todo... no podía permitir que se deshaga de la espada, que es la única arma capaz de acabar con él... y solo su hijo puede devolverle sus poderes. No me arrepiento de haberla protegido... pues ahora ya está cerca del único que la puede portar. – dijo mientras forzaba una sonrisa.

Saria empezó a toser con fuerza debido a su pésimo estado, eso preocupó enormemente a los jóvenes.

- Voy a buscar a un médico, tienes que recuperarte.

- No, duque, ya le dije que no hay tiempo... solo tengo una última petición antes de irme de este mundo... ¿podrían... permitirme cargar a su hijo? – pidió suplicante.

Los duques no dudaron en entregarle al pequeño a la sabia, quien enseguida sonrió entre lágrimas al tenerlo cerca de ella.

- ¿Saben una cosa?... el nombre con el que me bautizaron no es por casualidad... yo soy... la reencarnación de aquella niña que cuidó del alma de este pequeño... en esa aldea protegida por el legendario árbol Deku.

- ¿Qué has dicho? Mi madre me contó esa leyenda cuando era niña, es la época del Héroe del Tiempo, ¿pero cómo es posible...?

- Decidí ocultar mi identidad... porque nadie iba a creer que el alma de una niña podría reencarnar en una joven, pues se supone que esos seres nunca crecían. Tener a este bebé en mis brazos me hace acordar de cosas de mi vida pasada y estoy feliz de que él sea... lo último que veré antes de partir...

- ¡Tú no te vas a morir! Llamaré a los mejores médicos del reino si es necesario para que te sanes. – dijo el duque, desesperado.

- Se lo agradezco, pero ya es tarde para mí... les pido, no olviden las palabras que les dije... y cuiden mucho al pequeño Link.

- ¿Link? – preguntaron los jóvenes, sorprendidos.

- Saben que así se ha llamado el héroe legendario desde tiempos inmemoriales... ese es... su legítimo nombre...

Luego de esas palabras, Saria se entregó a los brazos de la eternidad con una sonrisa en los labios, sabiendo que pudo defender el arma sagrada hasta el final, y sobre todo, porque pudo reunirse con el que fue su mejor amigo en su primera vida.

Los duques tomaron a su bebé en brazos, llorando desconsolados, pues la muerte de la joven y las palabras que les confesó los impactaron en sobremanera.

...

Luego de unos días, los duques enterraron a la sabia en el cementerio real con todos los honores, pues por su labor, al haber defendido la espada, merecía tal reconocimiento.

Los jóvenes prometieron que afrontarían el destino de su hijo con toda la valentía posible, pues en memoria de Saria, no permitirían que sus palabras queden en el olvido, y de alguna manera prepararían al príncipe para la llegada de ese fatídico día...

*.*.*.*.*

La Espada Maestra... frente a los ojos del príncipe se encontraba el arma que una vez vio desvanecerse en sus sueños y la que provocó que pierda la cordura en el Templo del Tiempo debido a no haberla visto en su pedestal.

Las manos del joven temblaban sin control al tenerla cerca, no se decidía si tocarla o dejarla ahí, así que, armándose de valor, cuidadosamente la tomó, la observó con detenimiento, y en ese mismo instante el símbolo de la Trifuerza empezó a brillar en su mano de manera tenue.

Todo a su alrededor oscureció por completo.

- ¿Qué sucede? – se preguntó asustado.

De repente, entre la inmensa oscuridad, pudo ver a lo lejos una gran luz brillante, no podía reconocer qué forma tenía debido a la distancia, pero en ese momento una voz salió de la misma.

- "Yo, el espíritu de Farone, en representación de los cuatro espíritus de luz que protegen estas tierras, te reconozco a ti, Link, como el elegido. Reclama el arma que por derecho te pertenece, y con eso, recibe tu ancestral nombramiento."

Link fue rodeado por una inmensa luz. En el proceso, sintió una energía cálida recorrerlo internamente, y cuando todo finalizó, abrió los ojos y se vio de regreso en el sótano... pero tenía la sensación que algo había cambiado en él.

Se tocó a sí mismo con nerviosismo y pudo ver que ya no traía puesta la ropa que estaba usando, se dio la vuelta a un espejo que se encontraba cerca y se sorprendió con su reflejo.

Una túnica verde oscuro lo vestía, con una cota de malla debajo de la misma, usaba un pantalón color crema y unas botas color marrón al igual que su cinturón, y para complementar el atuendo, un gorro puntiagudo encima de su cabeza, cuya punta caía hasta la altura de su espalda.

- "Los ropajes verdes del héroe de la antigüedad, han regresado a su dueño... valiente Link, héroe elegido por las Diosas, acaba con el mal que perturba a este mundo y cumple con tu verdadero destino." – habló la voz en su mente.

El príncipe cayó de rodillas al suelo debido a las emociones que lo estaban embargando, no comprendía lo que estaba pasando con él en ese momento... estaba sumamente confundido.

- Héroe Elegido por las Diosas... mi destino... – repitió en trance, mirándose al espejo.

El joven estaba consternado observando su imagen, no pudo evitar pensar que no era la primera vez que se vestía de esa manera.

- Este sayo... ¿Dónde he visto este sayo? Yo... no es la primera vez que lo uso... de eso estoy seguro.

El príncipe se sentía frustrado, por más que intentaba recordar dónde se había visto vestido de esa manera, no lograba hacerlo. Desvió su mirada del espejo para volver a observar el armario, y en ese momento notó que este aún tenía algunos objetos escondidos. Se acercó para revisarlo y vio que dentro estaban dos cofres, uno con el signo de Farore y otro con el de Nayru.

Trató de abrir el del signo de Nayru, sin resultados, pero solo con poner la mano encima del cofre de Farone, escuchó como el seguro se abría, así que levanto la tapa y pudo ver dos objetos.

El primero era un escudo color azul con filos plateados, este poseía un ave roja decorándolo y encima de ella el signo de la Trifuerza. Lo segundo que había era un instrumento musical azulado con varios agujeros y el signo de la Trifuerza grabado en el pico, una ocarina.

- Este instrumento... yo... ¡yo lo he visto antes! Lo vi en esa... horrible pesadilla en la que me desgarraba la piel en ese lúgubre bosque. Esa hermosa joven fue la que me lo dio. Es la misma... es exactamente la misma ocarina. – se dijo a sí mismo, sorprendido.

Decidió tomar esos objetos y salir de inmediato a ver a sus padres, pues ellos le debían una gran y detallada explicación.

...

Los duques aún se encontraban en el despacho meditando las palabras correctas para hablar con su hijo, pero se sobresaltaron al sentir que la puerta se abría... y grande fue su sorpresa al ver que se trataba del príncipe con su nueva transformación.

- Hijo...

Los soberanos estaban enmudecidos, no sabían cómo afrontar la imagen frente a sus ojos.

- ¿Saben quién me dio esta ropa? Fue un espíritu llamado Farone que me habló mentalmente. Me dijo que yo era un héroe... El Héroe Elegido por las Diosas.

- Link...

- ¿Pueden explicarme lo que acaba de ocurrir? – preguntó confundido.

Ver a su hijo vestido con los ropajes del legendario héroe los consternó totalmente. La duquesa soltó algunas lágrimas debido a la impresión, mientras que el duque se contenía para no doblegarse. Estaba demostrado que el príncipe era el legítimo Héroe Elegido por las Diosas.

- ¡Respóndanme! Estoy muy confundido, tengo demasiadas preguntas que necesito sean contestadas. En primer lugar, papá, tú sabías que yo me desesperé enormemente al dar por perdida esta espada. ¡Lo sabías y siempre la tuviste escondida en el mismo armario que me prohibiste abrir! ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? – preguntó entristecido.

- Todo tiene una razón de ser. Por favor, siéntate y trata de calmarte, pues al igual que tú, nosotros también estamos impactados.

Los duques se sentaron con su hijo para poder revelarle la verdad con más calma, estaban muy asustados debido a la posible reacción del príncipe al enterarse de la verdad, pero ya nada se podía evitar, el día de los secretos había llegado a su fin.

- Hace millones de años, una Diosa llamada Hylia eligió a un joven para que luche con ella en contra de un demoniaco rey que buscaba apoderarse de una sagrada reliquia, la Trifuerza, y así dominar el mundo en la oscuridad. Ambos salieron victoriosos en la batalla, pero lamentablemente el joven héroe murió debido a las mortales heridas. Fue en ese momento que la Diosa decidió renunciar a sus poderes divinos para renacer como mortal, y de esa manera volver a estar junto al joven y luchar juntos una vez que el mal regrese. – contó el duque.

A medida que Link escuchaba la historia, una mezcla de emociones lo embargaba por completo, como si no fuera la primera vez que oía dicho relato.

- Tú posees el alma de aquel héroe legendario, mientras que Zelda es la reencarnación de la Diosa Hylia, quien se convirtió más adelante en la Princesa del Destino. – dijo Demetrio.

- La razón por la que ustedes poseen los fragmentos del valor y la sabiduría de la Trifuerza, es porque Ganondorf, el villano que secuestró a tu esposa, tocó la misma para apoderarse de ella, pero como su venenosa alma no está equilibrada, esta se dividió y buscó nuevos portadores, que en este caso, son Zelda y tú. – continuó Aitana.

- Todas las eras en las que has renacido ha sido para acabar con ese villano, y esta vez no es la excepción. En tu anterior vida pudiste aniquilarlo exitosamente gracias a la Espada Maestra, la única arma capaz de repeler el mal, y su legítimo dueño eres tú. Gracias a ella, Ganondorf perdió fragmento del poder, pero ahora con Zelda en sus manos, podrá recuperarlo de inmediato. – dijo el duque, frustrado.

- Y referente a tu matrimonio con Zelda... los comprometimos porque, aparte de luchar juntos, en todas sus vidas se han amado, incluso en la última que tuviste ambos se casaron y su hijo mayor fue el primer duque de Ordon. El destino de ustedes era estar juntos, por eso los unimos en matrimonio; y como sus almas siempre han estado enlazadas, no pudieron evitar enamorarse. La Diosa Hylia no solo renunció a su divinidad para defender la Trifuerza, sino que también lo hizo para poder estar junto al héroe, pues ambos se amaban, pero esas diferencias les impedían estar juntos. – indicó la duquesa.

Link estaba enmudecido con dicha confesión, jamás se imaginó que su alma era la misma de aquel valeroso joven que mencionaban sus padres. Inconscientemente, varias imágenes vinieron a su cabeza, como si cada hecho relatado lo recordara.

Los duques observaron entristecidos el semblante de su hijo, no podían comprender cómo había tomado la noticia, pero se sorprendieron al ver cómo comenzó llorar... hasta que se descontroló.

- ¡NO TENÍAN NINGÚN DERECHO A OCULTARME SEMEJANTE COSA! ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué no me contaron desde el principio quién era yo en realidad? De haberlo sabido, hubiera evitado que ese mal nacido se lleve a mi esposa. – reclamó destrozado.

- ¡Por favor, cálmate, hijo! – rogó Demetrio.

- ¡No puedo calmarme! Todo este tiempo viví engañado por ustedes. Papá, tú sabías que me mortificaba no haber visto la espada en su pedestal, lo sabías y, sin embargo, fuiste incapaz de decirme que la tenías escondida. ¡Te quedaste callado! – reclamó apenado.

- ¡No podía decirte nada! La sabia del bosque murió defendiendo esa espada del tirano de Ganondorf, ella dijo que si la tocabas antes de tiempo él la encontraría y destruiría de inmediato... además todos corríamos peligro por eso. ¡Entiende!

En ese momento el príncipe asoció los hechos que le reveló su padre con las palabras de Skullkid, esa era la destrucción a la que se refería el día que lo conoció en el Templo del Tiempo.

- Entonces... tener esta espada aquí es peligroso... Eso quiere decir...

- Tendrás que irte de aquí cuanto antes. – indicó el duque, firme.

- ¡No, Demetrio! – gritó impactada.

- ¡Sabes muy bien que este día iba a llegar, Aitana! Nuestro hijo debe marcharse y encontrar el camino para rescatar a su esposa. Solo con la Espada Maestra será capaz de acabar con Ganondorf.

La duquesa empezó a llorar destrozada debido a las duras, pero ciertas palabras de su esposo. Toda la vida había temido a la llegada del día en el que su hijo debía marcharse para enfrentarse a un sin número de obstáculos, y lamentablemente no iba a poder impedirlo.

El príncipe se sentía desorientado, no sabía si estaba más impactado por la confesión recibida o por el secuestro de su esposa, no sabía cómo asimilar tantas cosas en su mente; pero a pesar del resentimiento que tenía, le dolieron las lágrimas de su madre, así fue a abrazarla y a tratar de calmarla.

- No llores, tengo que irme para rescatar a Zelda. – dijo secándole las lágrimas.

- Yo sé que es la mujer que amas, pero me duele en el alma que tengas que irte. El viaje será muy peligroso y temo no volver a verte más.

- Te prometo que no me va a pasar nada, sé pelear y defenderme, además recuerda que no es la primera vez que me enfrentaré a maleantes, desde los quince años lo hago.

- Pero tú siempre has tenido una vida tranquila, pasarás por muchas dificultades a las que no has estado acostumbrado.

- Si es por rescatar a Zelda y salvarnos a todos del mal, estoy dispuesto a afrontarlo todo.

Ni el mismo Link entendía esa ferviente necesidad que tenía de aventurarse a rescatar a su esposa, no le importaba por las penurias que tendría que pasar, lo iba a hacer por encima de todo.

El duque, al igual que su mujer, también estaba a punto de llorar por tener que separarse de su hijo, pero tenía que mantenerse fuerte para poder apoyarlo.

- Hay algo más que debes saber. A pesar de que la espada ha recuperado parte de sus poderes ahora que la has empuñado, aún no está completamente fortalecida... así que por el momento no podrás vencer a Ganondorf.

- ¿Qué? ¡No puede ser! ¿Cómo haré para rescatar a Zelda si esta espada aún no está fortalecida?

- De eso no tengo la respuesta, hijo... lo siento.

El príncipe se sintió impotente, no solo desconocía el paradero de la princesa, sino que ahora no contaba con la espada completamente fortalecida para acabar con Ganondorf.

- A menos que...

- ¿Qué cosa, papá? ¿Se te ocurrió algo? – preguntó desesperado.

- De la misma manera que el espíritu de Farone se comunicó contigo, también lo puede hacer el espíritu de Latoan. Él es uno de los cuatro entes de luz que vigilan estas tierras y es el representante divino de Ordon. Estoy seguro de que él sabrá indicarte qué camino tomar.

- ¿Cómo me comunico con él? Según lo que he estudiado, nunca nadie ha podido hacerlo.

- Nadie ha podido, pero Moy sabe cómo hacerlo.

- ¿En serio?

- No sé exactamente cómo lo sabe, pero lo mejor que podemos hacer es ir a buscarlo, pues él es el único que puede ayudarte en este momento.

- No perdamos tiempo, vamos a verlo inmediatamente.

...

La oscura noche se encontraba cubriendo los terrenos arenosos del desierto. Ganondorf estaba observando por la ventana a cada uno de sus sirvientes ultimando algunos detalles de la reconstrucción del Patíbulo... pero de repente su actividad fue interrumpida por una sensación.

- ¿La espada? ¿Apareció es la Espada Maestra? ¡Maldita sea! Sabía que esa estúpida mujer del bosque me había engañado. ¿Cómo pude haberme fiado de esa manera? Ahora ese mocoso la tiene en sus manos... aunque pensándolo bien, esta es mi oportunidad para acabar con él, pues ya que pronto recuperaré mi fragmento, y con el arma debilitada, podré comenzar con la siguiente etapa de mi plan... pero antes debo despertar a la princesita de su eterno sueño, pues pronto llegará el momento de hacerle ciertas confesiones.

...

Comentarios finales:

Esta parte está muy relacionada con el capítulo 18 (Descubrimientos misteriosos) y voy a aclarar algunas razones de lo mismo:

- ¿Recuerdan el capítulo donde Skullkid le contó al duque todo lo que ocurrió el día que Ganondorf llegó al templo del tiempo? Pues acuérdense que él dijo claramente que no recordaba los hechos a la perfección, y sobre todo que antes de que Ganondorf ataque a Saria con el golpe final, la escuchó decir unas palabras, pero no las oyó de manera clara debido a que estaba inconsciente, pues lo que hizo la sabia fue invocar a Farone para llevarle la Espada Maestra al príncipe.

- Demetrio también dijo que después de escuchar lo que Skullkid le reveló, varios recuerdos confusos que tenía en su mente encajaron, pues él sabía que Saria murió defendiendo la espada, pero no tenía idea dónde quedaba el Templo del Tiempo y de cómo fue la destrucción que Ganondorf provocó, por eso cuando fue ahí con su hijo, no sabían en dónde se encontraba, hasta que escuchó a Skullkid contar todo lo ocurrido.

- A partir de aquí a Link se le revelarán los detalles de la gran aventura que tendrá que iniciar para rescatar a la princesa, sin embargo, necesita ayuda para que le indiquen qué camino tomar.

- Y referente a los cofres de Farone y Nayru que encontró en el armario... en el siguiente capítulo se hablará de eso, pues la Ocarina del Tiempo esta vez volverá a tener una importante función en esta historia.

Ojalá haber sido lo bastante clara en la explicación del por qué el duque no podía revelarle la verdad al príncipe, pues ahora saben que la espada al perder sus poderes se volvió un instrumento fácil de detectar por Ganondorf, aunque ahora él no tiene interés en destruirla, pues su cabeza gira en torno de más cosas, como recuperar el fragmento del poder, usar su misteriosa espada... y tomar una esperada venganza.

Espero que les haya gustado este capítulo, pues secretos que tenían en duda desde el principio ya han sido revelados, aunque por el momento faltan muchos por descubrir.

Saluditos ^^

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