Alissa ✔️

By Deborah_Coria

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Alissa
DEDICATORIA
♠ Prólogo ♠
♠ Ocultos por la luna ♠
♠ Noticia inesperada ♠
♠ Pequeños secretos ♠
♠ Nostalgia ♠
♠ Secretos oscuros ♠
♠ Camino a la perdición ♠
♠ Último recurso ♠
♠ La boda ♠
♠ Sin perdón ♠
♠ Sombras en la oscuridad ♠
♠ Revelaciones ♠
♠ Pérdida de la Inocencia ♠
♠ Bienvenida a la Oscuridad ♠
♠ Condenada por Amor ♠
SEGUNDA PARTE ♠ Bienvenida al nuevo mundo ♠
♠ De regreso al pasado del nuevo presente ♠
♠ El Primer amor de Narisa ♠
♠ De Regreso a la Oscuridad ♠
♠ En busca del amor♠
♠ Prisionero del Deseo ♠
♠ Victoria ♠
♠ Rosas Negras ♠
♠ La Piedra de Luz ♠
♠ Sedienta de Maldad ♠
♠ La Profecía ♠
♠ La Semilla del Mal ♠
♠ La era Oscura ♠
♠ La Rebelión ♠
♠ Lealtades y Traiciones ♠
♠ Preludio en tinieblas ♠
♠ El infierno se desata ♠
♠ Ensueño ♠
♠ Epílogo ♠

♠ La historia de Narisa ♠

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By Deborah_Coria

Hace doscientos años, en una pequeña y humilde aldea en las afueras del reino, una bella joven llamada Narisa vivía junto a sus padres y dedicaba sus días a ayudar en la huerta familiar. Se encontraba en sus dieciocho años y sus atributos femeninos solían llamar la atención pese a que ella no estaba interesada en ningún hombre. Quería sentir el amor y vivirlo a plenitud.

Su padre tenía un pequeño puesto de verduras en el pueblo, mientras su madre, por las mañanas, amasaba el pan para venderlo y así ganar un poco de dinero extra. Pese a su humilde vida de campesina, Narisa se sentía bendecida por la parte que le tocaba vivir.

Al llegar el crudo invierno, una fuerte helada quemó todas las provisiones de la huerta y la pobreza los rodeó en un abrazo de hambre y muerte. Pero ellos no fueron los únicos afectados, todos los aldeanos sucumbieron ante el mismo mal. La falta de respuesta y ayuda por parte del rey Alexander van der Kroop ante el estado paupérrimo de los aldeanos, desembocó en una rebelión por la parte de todos los trabajadores, quienes incluso habían perdido sus hogares por orden del mismo rey. Todo llevó al comienzo de una guerra civil.

Los campesinos ingresaron al pueblo, sin importar las altas murallas que los separaban, y saqueaban cuanta casa y negocio encontraban. La rebelión duró largos días, que se convirtieron en meses. Muchos de los campesinos terminaron presos o muertos, dependía de quién los aprendía y de cuán grave era el delito cometido.

Los ciudadanos de la clase alta —quienes vivían dentro de las altas murallas y que ya habían sido saqueados en reiteradas veces— también alzaron sus voces en contra del rey Van der Kroop por la falta de seguridad y su ausencia ante las peticiones exigidas. Muchos se fueron aliando a los campesinos y otros tomaban sus pertenencias para marcharse hacia el reino más próximo.

Narisa y sus padres se escondían por las noches en la iglesia del pueblo. Ellos solo fueron por refugio, pan y agua, lo cual el sacerdote lo vio como un gesto noble por parte de ellos y los escondía, dándoles lo que necesitaban. Ellos le retribuyeron dedicándose a los quehaceres del lugar. Pero un día, en medio de un saqueo improvisto a la iglesia, el padre de Narisa fue asesinado por uno de los guardias del rey. Acto seguido, ella y su madre fueron encarceladas.

Los campesinos que aún estaban en las calles se organizaban para liberar a sus compañeros prisioneros y, en un motín a finales de primavera, todos lograron escapar.

Como el rey Van der Kroop no podía controlar a las masas rebeldes, que acabaron con las vidas de muchos de sus guardias, buscó aliarse a sir Thoumas Virtanen. En pocos días llegó a la ciudad con su séquito y arrasó con todos los que se encontraban protestando en contra del rey.

En cuanto sir Thoumas Virtanen arrasó la ciudad, fue hacia la aldea que costeaba el reino, luego de haber sido alertado de que sus antiguos dueños usurpaban las tierras que el rey se había adjudicado como suyas a falta de pagos de impuestos y como consecuencia por los actos delictivos.

Para ese entonces, Narisa y su madre habían regresado a su antiguo hogar, usurpando lo que un día les perteneció y que ahora eran propiedad del rey. Y no fueron las únicas, muchos habían regresado a recuperar sus tierras.

Fue una noche de caos. Sir Thoumas Virtanen y su legión endemoniada irrumpieron en la tranquilidad de la oscuridad nocturna mientras todos dormían. Aquel hombre se caracterizaba por avasallar pueblos enteros en medio de la noche. Daba la orden de incendiar todo lo que encontraban a su paso. Primero ingresaban y robaban cosas de valor, los dejaban agonizando y los quemaban vivos. Cometía todo tipo de abuso posible contra aquellas inocentes personas.

Los gritos desgarradores de los aldeanos despertaron a Narisa. Asustada por la situación que contemplaba desde la oscuridad de su habitación a través de la ventana, corrió de inmediato a despertar a su madre, quien descansaba cálidamente sin notar lo que sucedía a su alrededor. Luego de unos suaves sacudones a su madre, tomaron sus abrigos dispuestas a salir de la casa. Sabían que no podían ocultarse dentro sería incendiada y no tendrían forma de escapar con vida.

—Madre, hay que escapar en medio de todo este caos. Nos mezclaremos y perderemos por el bosque. Aquí no estamos a salvo —susurraba Narisa a medida que bajaban por unas improvisadas escaleras de piedra.

Cuando estaban próximas a una pequeña puerta secreta, creada por el padre de Narisa para escapar en caso de urgencia, el mismo sir Thoumas Virtanen ingresó con brusquedad en la casa, tomando rápido a la mujer por el cuello.

—Mátame, pero a mi hija no le haga daño —suplicó, temiendo lo peor para su única hija—. Por favor, ella no ha hecho nada malo.

Sir Thoumas Virtanen la observó empapada en lágrimas. Su corazón frío no se inmutó y de inmediato le cortó la yugular. Luego, los hombres que lo acompañaban se alimentaron del manantial de sangre que vertía. Volteó a mirar a Narisa, oculta tras un mueble, horrorizada por lo que acababa de presenciar. Suponía que era su turno y la matarían.

Sir Thoumas Virtanen la observó. Era una joven muy bella. Algo se encendió en el malévolo caballero y no la lastimó. En vez de matarla la tomó como prisionera. Una vez aniquilada toda la aldea, emprendieron la marcha de vuelta al reino.

Los ojos de Narisa desbordaban de lágrimas al ver su pequeño mundo destruido por "demonios". El rey Van der Kroop era un ser malvado y despiadado al igual que sir Thoumas Virtanen, y Narisa no sabía qué le deparaba el futuro.

Se detuvieron en las afueras del castillo. Uno de los hombres de sir Thoumas le dio la noticia al rey Van der Kroop de que el problema ya había sido erradicado. Luego de eso continuaron su marcha.

—¿Adónde me llevan? —Narisa estaba aterrada, su cuerpo temblaba y la sangre se le helaba a medida que iba dejando atrás su mundo en cenizas.

—A un lugar oscuro, donde tu alma será corrompida y las tinieblas serán tu hogar —contestó con total indiferencia sir Thoumas.

Las lágrimas caían como un torrente por el rostro de la joven. Ahora comprendía que la muerte hubiera sido su mejor opción.


Narisa se encontraba en un oscuro, sombrío y frío calabozo de piedra. No le habían dado agua ni comida. Se sentía debilitada, algunos tiritones recorrían su cuerpo, estaba consumida, su piel pálida y ojerosa, un cadáver tendría mejor aspecto que ella. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que fuera capturada por aquellos oscuros hombres. A penas podía ver la luna o la luz del sol por una pequeña ventana. Pasaba la mayor parte del tiempo asomada, desde allí podía respirar aire puro, ya que dentro de esas cuatro paredes solo la rodeaba el hedor a sangre y putrefacción.

Una noche en particular, sir Thoumas Virtanen irrumpió en la quietud de la soledad y el silencio. Narisa sentía mucho temor, estaba aterrada ante su presencia que nada bueno auguraba. No sabía qué era lo que sucedería a continuación y nadie podía ayudarla, estaba en las manos del mismo diablo. Se limitó a mirar el suelo, no quería mantener contacto visual con aquel sujeto.

—¿Cómo te llamas? —ante el rotundo silencio de la joven, volvió a preguntar, marcando aún más cada palabra que pronunciaba—. Te hice una pregunta. ¿Cómo te llamas? —al ver que su presa continuaba en silencio, la tomó por la barbilla y le apretó con fuerza, obligándola a mirarlo—. No volveré a preguntar.

—Narisa —su voz, quebrada por el pavor que se apoderó de ella, sonó como una débil aguja cayendo al vacío. Miles de lágrimas rodaban por su rostro. Estaba presa de un pánico imposible de ocultar.

—No debes temerme —el hombre se mostraba calmo, no se veía interesado en lastimarla. Se sentó junto a ella, sosteniéndole la mirada—. Nada te sucederá mientras permanezcas a mi lado —hizo una breve pausa, generando un gran halo de misterio en sus palabras—. Es una misión que te mantendrá con vida por largos años y depende de ti la hora de tu muerte.

—Acabó con la vida de mi madre y de todo aquel que conocía. ¿Cómo puedo confiar en usted? —Narisa no pensó en lo que respondía. Aquel hombre le repugnaba y, al estar cerca, recordaba el horror vivido en su aldea, en especial cómo mató sin piedad alguna a su madre.

—Porque te he mantenido con vida. Voy a protegerte y regalarte el don de la inmortalidad —intentó sonar convincente para seducirla con tal propuesta.

—¿De qué se trata? —la intriga la atrapó en las más oscuras redes del mal.

—Sabía que ibas a interesarte —una macabra sonrisa se dibujó en el rostro de sir Thoumas, pero ya no infundía tanto miedo en la joven dispuesta a hacer lo que fuese necesario para mantenerse con vida.

Sir Thoumas Virtanen comenzó a explicarle de qué se trataba su plan. En un ritual de sangre sería transformada en uno de ellos, pero continuaría con una mitad humana que era de vital importancia para llevar a cabo la misión que tenía en mente: debería casarse con algún heredero al trono en el mundo humano. Con su belleza no sería una tarea difícil, aparte de que se despertaría en ella el poder de manipular las mentes de las personas para lograr los objetivos que le marcaran.

Así, iría conquistando tierras y adquiriendo fortuna, lo que le permitiría ser parte de la clase alta de la sociedad. Una vez infiltrada allí, conquistaría a un rey de gran poder y sería dueña de una gran cantidad de tierras. Cuando su futuro estuviera forjado junto al rey de turno, traería al mundo al primer heredero, claro que para ello debería ser un varón. En caso contrario, sir Thoumas tomaría posesión de su hija y pondría su plan en marcha nuevamente. Así, asesinaría al rey, casaría a la hija de Narisa con su único hijo —al cual debería obtener transformando a algún humano— para que tomen posesión del trono y dominar el mundo de los humanos. A Narisa le pareció un tanto macabro el plan, pero accedió a cambio de una "libertad" controlada.

Horas más tardes llegaron al calabozo tres sirvientes, la asearon y le dejaron un presente de parte del caballero del inframundo. Se trataba de un delicado vestido de seda color negro con detalles en rojo. A la noche, ya estaban los preparativos para la transformación. Narisa nunca había creído en los vampiros, pero ahora se estaba por transformar en uno de ellos. Temblaba ante la presencia de sir Thoumas y de todos los testigos. Desconocía cómo era el ritual, pero tampoco quiso indagar acerca de ello.

Muchas dudas afloraron en su mente, ya ni tenía tiempo para seguir pensando y mucho menos en retractarse. Suspiró y caminó ante todos los comensales. Llegó junto a sir Thoumas Virtanen y permaneció a su lado. Su corazón latía acelerado, su pulso temblaba y ni siquiera era capaz de mirar a los que estaban presentes.

Sir Thoumas despojó de sus delicadas prendas a la joven, quien inútilmente trató de cubrir su desnudez con sus manos. Avergonzada lo miró, pero él disfrutaba verla indefensa. Luego tomó su mano y la guió hasta el sofá que se encontraba en medio del salón frente al fogón, la recostó allí y luego se posó sobre ella. De a poco la fue convirtiendo en mujer y en cuanto el acto llegaba a su fin, sus filosos colmillos se hundieron en el cuello de la joven, haciéndola caer desmayada al cabo de unos minutos.

Pasó un tiempo hasta que Narisa recuperó la conciencia, encontrándose una vez más en su celda. Deseaba que todo fuera parte de una horrible pesadilla. Posó su mano temblorosa sobre la base de su cuello, buscando dos orificios que le indicaran que todo había sido irreal. Desafortunadamente todo había sido real. Se aferró a su cuerpo desnudo, abrazando sus piernas. Lloró ante tal oscuridad que se apoderaba de ella, gritos desgarradores y sin consuelo quemaban su garganta haciéndola sofocar en su sufrimiento. Ya nada volvería a ser igual. 

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