Año 2019
—¡Good morning! Today we will begin this beautiful day in the city of London with the soundtrack of one of the most romantic Korean dramas...
Estaba diciendo el locutor de la radio local. Aunque le entendía lo que decía, era algo extraño escuchar programas de radio en otros idiomas. Pero tras las giras por varios países, casi me había acostumbrado.
Y más cuando tenía una esposa que de pronto se ponía a hablar en italiano, inglés o hasta chino.
Mi esposa...
Era extraño pensar en Celeste de aquella manera. Demasiado extraño y perfecto para ser cierto.
Jamás pensé que aquella muchachita de dieciocho años que me presentó Guido, que tenía esos ojos turquesa llenos de entusiasmo y esa cabeza roja llena de cursilerías, que nunca dejaba de meterse en la vida de los demás y no dejaba de desesperarme, ahora sería mi esposa. Mi esposa. Nunca creí que llegaría a casarme con alguien tan maravillosa.
Sin embargo, después de que terminó nuestra primera gira por Europa, ella simplemente llegó un día con un anillo y la escusa más tonta que se le ocurrió:
«Es año bisiesto y no pienso esperar a que vos me lo pidas... u otros cuatro años más.»
Y yo simplemente acepté. Porque desde entonces no me imaginaba mi vida de otra forma que no sea junto a ella.
Primero vino el gran anuncio a nuestros amigos que se volvieron completamente locos. Luego, como todo caballero, le pedí su mano a su padre, quien aceptó reacio a reconocer que su hija favorita ya era una mujer. Entonces, las que enloquecieron fueron sus hermanas y su madrastra. También Cassy y mi abuela.
«¡Pero el ramo del casamiento de Mer y Rina dijo que yo me casaría primero!» protestó sin parar Blanca. «No se vale. Hiciste trampa, Cele.»
Los siguientes meses fueron un huracán de planeaciones y preparativos. Afortunadamente, Celeste ya tenía experiencia organizando dos bodas, la de su hermana mayor y la de Cassy. Porque yo estaba completamente perdido en esas cosas. Ni siquiera mis padres se habían casado. Mi madre simplemente huyó un día de la casa de mis abuelos con aquel tipo cuando se embarazó.
Y el gran día llegó, rodeados de nuestros familiares y amigos. Todo fue muy tradicional, desde la catedral hasta su vestido blanco de mangas largas. Y Celeste era la cosa más hermosa que haya visto en mi vida.
Ahora, mi esposa dormía luego de nuestra mañana de la luna de miel. Y de alguna extraña manera, ella combinaba perfectamente con la habitación del hotel de aspecto bohemio. Su pelo desparramado sobre la cama de dosel brillaba de un fuerte naranja gracias al sol que entraba por el balcón. Ella había cambiado mis remeras de bandas por un delicado camisón blanco que la hacía parecer un hada.
Un hada que solía babear mientras dormía y se convertía en un león despeinado al despertarse.
—¿Amor? —me llamó, mientras se despertaba, achinando los ojos por el sol.
—Acá estoy —respondí, dándole una última bocanada a mi cigarrillo y apagándolo en el alfeizan.
—No me gusta que fumes —gruñó, aún medio dormida.
—Por eso no lo hago cuando me ves —respondí, sonriendo ante el puchero que hacía. Se veía malditamente hermosa así, con el pelo revuelto, sus ojos turquesa entrecerrados y ese gesto que hacía resaltar sus labios. Quizás podría pedirle otra ronda por la mañana—. Buenos días.
—Buenos días, amor —contestó, cubriéndose con la delicada camisola de gasa que hacía juego con el camisón y no ayudaba mucho a cubrirla—. Creo que me daré un baño antes de bajar a desayunar.
—La hora del desayuno ya pasó —le advertí, señalando la mesita llena de comida junto al balcón—. Pero pedí que subieran un poco al cuarto.
—¿Solo un poco? —bromeo, acercándose a mí y dándome un beso de buenos días
—Es el único hotel con un enorme menú vegetariano. Dejame disfrutarlo —me quejé, abrazando su cintura y sintiendo su piel, aún más suave que la seda de su ropa.
—Ok, ok —respondió, dándome un beso en la frente y dejándose caer a mi lado, en uno de los silloncitos junto a la mesa—. ¿Qué querés que hagamos hoy? —preguntó muestras serví té para dos—. ¿Damos un paseo?
—En realidad tengo una sorpresa planeada para hoy —respondí, dándole una mordida a una manzana.
—¿Una sorpresa?
—Sí, es el regalo de alguien que no pudo ir a la boda —respondí, entregándole un sobre que había estado guardando hasta el momento. De un lado se leía: "Para el Sr. y la Sra. Ivanov-Rossi" pero no tenía remitente.
Celeste abrió el sobre con sumo cuidado, sacó una carta de adentro y comenzó a leerla.
Queridos Celeste y Casiano:
Supongo que la primera que leerá esta carta serás tú, Cele y te estarás preguntando por qué, luego de tantos años de internet, recurro al método tradicional. Eso es porque hay otra sorpresa en el sobre. Pero eso míralo después, ¿sí?
Lamentamos mucho no haber podido ir a la boda, la gira no nos lo permitió. Pero estoy seguro que nos veremos pronto.
¿Cómo están pasando su luna de miel? Espero que bien. Casiano me dijo que viajarían a Londres. La ciudad es bellísima en esta época del año. Disfrútenla.
Bueno, en realidad no sabría qué más decir. Solo quería felicitarlos por su boda y darles nuestras bendiciones. En verdad, ustedes dos se merecen una larga vida de felicidad juntos. Y se los deseo de todo corazón.
Cele, estoy orgulloso de ti. Te estás convirtiendo en la maravillosa y fuete mujer que siempre supe que serías. ¡Mírate! Eres una asistente de traducción en una gran editorial. Y estás a punto de publicar tu primer libro como la famosa Celestina. ¡Eso es increíble! Melissa le habló de ti a sus compañeras y todas están ansiosas por comprarlo. En cuanto a ti, Casiano, querido amigo. No dejo de escuchar esa canción tuya en Mtv. Quién diría que alguien como tú compondría una de las baladas más populares del momento.
Por cierto, estoy feliz de los dos hayan cumplido aquellas promesas que me hicieron cada uno. No estoy seguro de que las recuerden, pero aun así estoy feliz.
En fin. Creo que podremos hablar mejor luego. Solo quería saludarlos y nuevamente desearles lo mejor para su nueva vida de casados.
¡Ah! Y también hacerles llegar nuestro regalo de bodas. De parte de la familia Elliott. Está en el sobre junto con esta carta. Ahora sí puedes verlo, Cele.
Atentamente,
Jesse Elliott.
Con lágrimas en los ojos, Celeste terminó de leer y buscó en el sobre. Dentro había dos entradas para el teatro. Para la obra en la que Melissa y Elliott actuaban. Ella las examinó con mucho cuidado y luego se volteó a mí, aún con lágrimas surcando sus mejillas.
—Vos estabas al tanto, ¿verdad? —me preguntó.
—Dije que era una sorpresa —respondí simplemente con un encogimiento de hombros—. Aunque, a pesar de que es una comedia, algo me dice que vas a llorar mucho durante la función.
Ella asintió con una sonrisa traviesa en sus labios.
—Por cierto, ¿qué le habías prometido a Jesse? —le pregunté, curioso.
—Que lucharía por lo que amo —respondió, dándome una significativa mirada y una enorme sonrisa—. ¿Y vos?
—Que lucharía por vos —contesté, tomando su mano y viendo nuestros anillos entrelazados junto a los tatuajes en mis nudillos que decían amor, música y familia.