—¡¿Estás loco, Balaji?! ¿Cómo se te ocurre meterte allí dentro? ¿Y si una de esas bestias todavía estaba adentro? —regañó Signe por enésima vez.
Hacía unos cinco minutos que no paraba de sermonear al niño que, por su parte, resoplaba y desviaba la mirada claramente con ganas de estar en cualquier lado menos allí. A sus ojos, Signe era en ese momento la persona más tediosa del universo. Trató de huir a la mitad del discurso, solo para ser detenido por la mujer que empezó su regaño desde el principio añadiendo ahora lecciones sobre como respetar a los adultos cuando estaban hablando. Nadine se rio por primera vez en días.
—¡No puedes ir por la vida haciendo lo que te da la gana! Tienes que avisarle a un adulto la próxima vez que vayas a cualquier lado, y no me quiero enterar de que no me has escuchado —continuó la mujer.
—Todos lo estaban ignorando, y encontré algo que creo que es muy bueno...
—¡No me importa cuán bueno sea! ¡Podría haberte pasado cualquier cosa y nadie se habría enterado! ¡Podrías haber traído algo de vuelta! ¡Las probabilidades de que algo saliera mal son infinitas! ¡Entraste a un lugar por donde salieron decenas de depredadores que mataron a casi la mitad de nosotros! ¿En serio piensas que no hay nada malo en eso?
—No existen probabilidades infinitas —interpuso Brian de forma automática sin levantar su mirada y, por lo tanto, evitando la mirada indignada de Signe.
—¿Quieres venir, o no? Estamos perdiendo el tiempo —imploró Balaji.
Signe lo consideró durante unos segundos. Era eso o se estaba mordiendo la lengua para no seguir regañando al niño que claramente no había escuchado ni una palabra que había salido de su boca.
—Está bien —concedió finalmente—. Vamos a buscar a Temba para que mate cualquier cosa que vea moverse adentro de ese hoyo del infierno.
Todavía regañando la mujer se puso de pie.
—¿Quieren venir?
Nadine se moría de ganas de acompañarlos. Sus piernas incluso respondieron a la oferta moviéndose instintivamente, pero una mirada de reojo hacia el cuerpo de Cécile la detuvo y negó con la cabeza hacia la mujer.
—Nadine, no hay nada que puedas hacer aquí.
—No importa. Quiero estar con Cécile —reafirmó Nadine tragando su curiosidad—. Brian, ¿por qué no los acompañas y me cuentas luego?
—¿A dónde? —preguntó el chico completamente ensimismado.
—A ver de dónde salieron las bestias.
—Ni loco.
—Por favorrrrrrrrr.
—Estoy ocupado.
Balaji se acercó a los garabatos y sus ojos se iluminaron.
—Creo que sé en lo que estás trabajando. Hay algo que te puede ayudar.
—¿Entiendes eso? —preguntó Nadine incrédula.
—Los vi en algún lado —respondió el niño encogiendo sus hombros—. ¿Vienes?
Brian levantó su mirada y observó al niño como si se hubiera percatado recién que se encontraba allí. Sin ninguna palabra más, el chico se puso de pie y se acercó hacia Signe. Los tres se alejaron en búsqueda de Temba, Balaji trotando delante.
Nadine suspiró e hizo esfuerzo para nuevamente poner a un lado su curiosidad. Para recordar lo que era importante, tomó la mano afiebrada de Cécile entre las suyas y recostó su espalda contra la pared de la caverna. Debió haberse quedado dormida porque lo siguiente que supo fue que Brian se sentaba nuevamente a su lado con atropello.
Nadine parpadeó un par de veces para despejar su mente y acordarse de dónde se encontraba, y esperó con ansias el relato de lo que habían encontrado. Brian, como siempre, no se dio por aludido ante la mirada intensa de Nadine y procedió a continuar dibujando en el suelo de la caverna con un carbón. Estaba entusiasmado, se notaba a kilómetros.
Sus manos dibujaban garabatos de forma desenfrenada mientras el chico murmuraba cosas inteligibles para Nadine. Cada tanto, Brian hacía una mueca y borraba todo lo que acababa de dibujar para empezar nuevamente hasta que sus manos y su cara quedaron manchadas de negro. Nadine lo observó ensimismada durante unos minutos antes de aburrirse.
—¿Piensas contarme qué encontraron?
El chico interrumpió el baile de sus manos y la miró confundido.
—¿Quieres que te cuente?
—¡Claro que sí Brian! Por eso te pedí que fueras con ellos, ¿recuerdas? ¿Qué pasa contigo? Nunca se te olvida nada.
—Es verdad... Estaba pensando cómo hacerlo funcionar... —murmuró el chico volviendo a escribir garabatos en el suelo.
—¡Brian!
—Perdón. Encontramos una nueva caverna. Es enorme. Cinco veces más grandes que está seguro. Las bestias seguramente hibernaran allí. En lo equivalente al verano en lugar del invierno... raro.
—¿Y qué era tan importante que Balaji quería mostrar?
Brian clavó sus ojos grises en los de Nadine y, para su sorpresa, sonrió.
—¡Agua! Hay un río subterráneo que la cruza con fuerza.
Una llama de esperanza se encendió en el pecho de Nadine. ¡Agua! ¡Sin tener que salir al exterior donde las bestias acechaban! Eso sí que era una buena noticia, y no la opacaría pensando en que todavía no tenían comida o madera como para sobrevivir lo que quedaba la noche sin tener que enfrentarse nuevamente a los animales.
—¿Y estás tan entusiasmado porque no nos moriremos deshidratados o algo más?
—¡El río puede ayudar! Todavía no se cómo, pero te prometo que ya se me ocurrirá.
Su frente se frunció al momento de decir esas últimas palabras. Todo atisbo de sonrisa había desaparecido en un instante.
—¿En qué estás trabajando? ¿Cómo puede un río ayudar?
Brian se movió incómodo, reacio a compartir lo que estaba pensando hasta que cedió ante la mirada de Nadine.
—Luz. Quiero encontrar una forma de generar luz.
Nadine quiso abrazarlo, pero se contuvo al ver que Brian parecía más derrotado que feliz. ¿Dónde estaba el entusiasmo con el que había llegado minutos atrás?
—¿Quieres decir energía eléctrica?
Brian asintió.
—¡Eso es increíble! Eres realmente asombroso, ¿lo sabes? ¡Estaríamos protegidos de las bestias de forma permanente!
Nadine se acercó y lo abrazó por los hombros intentando devolverle la energía con la que Brian había estado trabajando segundos atrás.
—¡Claro! Ahora entiendo. ¿El río subterráneo daría energía no? ¿Como en las represas? Por eso decía que te podría ayudar.
Brian asintió nuevamente, pero no emitió sonido alguno y escondió su mirada tras su cabello crecido recientemente.
—¿Por qué no estás contento? Lo estabas cuando llegaste. ¿Dije algo que te molestara?
El chico se retorció en su lugar y comenzó con su viejo habito de teclear en un panel invisible. Lanzó un par de miradas furtivas en dirección a Nadine como tomando coraje. La chica no lo presionó, pero sí se acercó a él y tomó la mano que estaba jugando en el aire. Brian suspiró con resignación y lanzó la pieza de carbón con la que había estado escribiendo con rabia. Nadine esperó.
—No sé cómo hacerlo —murmuró apenas audible.
—Hackeaste las instalaciones del proyecto NOVA, ¿pero no sabes hacer un generador?
Brian retiró su mano de la de Nadine de forma inmediata como pinchado por un aguijón.
—No era una burla, era una pregunta en serio. Parece algo sencillo en comparación, pero ¿qué voy a saber yo? Un niño acaba de ganarme en electrónica. Entendió lo que escribías cuando yo pensaba que eran garabatos —se apresuró a explicar Nadine.
Brian se relajó, pero no volvió a tomar su mano.
—E-e-e-es complicado aquí, donde no tenemos los materiales. Hay cosas de la nave que podríamos usar, pero no sé cuáles, ni como conectarlas, n-n-n-ni cuanta energía necesitaríamos...
El chico resopló resignado y se tapó los ojos con las palmas de sus manos.
—Brian, está bien. No tienes por qué saberlo todo, ya bastante nos has ayudado —consoló Nadine suavizando su voz.
—E-e-e-es lo único en lo que soy bueno...
—Mira, es verdad que eres asombroso y puedes hacer cosas que hace que algunos de nosotros nos sintamos monos en comparación, pero todos tenemos un límite. Además, no es lo único en que eres bueno —replicó Nadine volviendo a tomar su mano y acurrucándose a su lado.
Brian se tensó, como era usual, ante su aproximación, pero al instante comenzó a relajarse y pasó un brazo torpe alrededor de los hombros de Nadine.
—¿Cómo haces para que mi peor defecto parezca una virtud? —susurró Brian en su oído.
Como respuesta, Nadine le dio un pequeño beso en la mejilla y volvió a acurrucarse a su lado.
—Tu problema tiene una respuesta sencilla, Brian. Pide ayuda.
—¿A-a-ayuda?
—Claro. Seguro hay alguien entre nosotros que entiende de electricidad. Busca en ese listado que tienes memorizado desde que estábamos en la Tierra, quizás no sean expertos o profesionales con cinco doctorados, pero seguro hay alguien práctico que pueda ayudar con las bases.
Brian se mantuvo en silencio sopesando la idea de Nadine como si nunca se le hubiese ocurrido que una persona supiera algo que él no.
—Estoy segura además de que Simon querrá volver a trabajar cont....
Una sensación repentina interrumpió la cadena de pensamiento de Nadine y un nudo se formó en su corazón, porque al voltear su cabeza para acomodarse en el abrazo de Brian sus ojos se posaron fugazmente en el cuerpo tendido de Cécile.
Y lo supo al instante.
Había algo invisible que antes había rodeado esa figura y que ahora se había esfumado en un último suspiro. Sus ojos no veían la diferencia, pero en su interior su corazón distinguía el vacío como si fuera palpable. Cécile ya no estaba más. Lo único que quedaba de ella era su carcasa vacía y su mirada vidriosa enfocada en el infinito.